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Mundial 2002 | Argentina-Inglaterra, el partido más esperado
Columna
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Corderos y Girasoles

Hace meses que los medios japoneses han estado alimentando un clima de histeria ante el partido Argentina-Inglaterra. Nada que ver con Simeone o Beckham, sino con la imagen que se ha creado de los aficionados ingleses que, según el mensaje transmitido, son -entre otras cosas- terroristas, ladrones, traficantes de drogas y violadores. Con razón que las autoridades de la pacíficia ciudad norteña de Sapporo, en la isla de Hokkaido, han tomado la precaución de alquilar un barco, un ferry llamado Girasol Tomakomai, que se convertirá en una cárcel flotante capaz de recibir hasta 630 hooligans en caso de que los pronósticos se hagan realidad. Con razón, también, los residentes de Sapporo están aterrados. 'Hay mucho, mucho miedo', decía la señora Iwagishi durante una conversación ayer en el céntrico parque de Odori. 'Es que son muy grandotes, se emborrachan, hacen mucho ruido', decía, mirando las delicadas flores y las fuentes del parque como si fuera la última vez. 'Y, perdone que lo diga. Me siento mal. Pero la verdad es que son muy... salvajes, ¿no?'

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Un político japonés que salió en la revista Shukan Jitsuwa hace unas semanas se mostraba así de pesimista: 'Se puede suponer que habrá peleas, vehículos incendiados y daños a la propiedad. Por supuesto que habrá gente que saldrá de los hoteles y los restaurantes sin pagar, y extranjeros malvados que venderán cocaína y heroína. Incluso es posible que nacerán hijos indeseados a mujeres violadas por extranjeros'.

La televisión ha pasado una y otra vez imágenes de los hooligans causando destrozos en Bélgica hace dos años durante la Eurocopa. También ha insistido en retransmitir escenas en las que policías fuertemente armados han ensayado maniobras ofensivas contra otros policías vestidos de hooligans. Es decir, con banderas inglesas y las caras pintadas de rojo y blanco.

La verdad hasta ahora ha resultado un poco diferente. Pero todo puede cambiar de un momento a otro. Y el hecho de que mil de los 7.500 ingleses que se esperan en Sapporo no tienen entradas para el partido puede llegar a generar problemas. Pero ayer los cientos de ingleses que ya habían llegado a Sapporo (argentinos no se vieron ni uno) paseaban por las calles casi desapercibidos. Mansos como corderos. Había varias parejas, algunas con niños pequeños. Y los hombres se movían, como mucho, en grupos de cuatro. Borrachos, si había, no se veían. Mucho menos terroristas o violadores. Sapporo es conocida más que nada en el resto del mundo por la marca de cerveza que lleva su nombre. Pero parecía, ayer por lo menos, que los fans ingleses no habían tenido la delicadeza de rendirle el culto que se merece.

Y efectivamente, un delegado de la federación inglesa, declaró ayer: 'Nunca en los muchos viajes que he hecho con la selección he visto tan pocos aficionados borrachos'. Dentro de territorio japonés sólo ha habido un incidente de vandalismo relacionado con el Mundial. En Saitama el martes un hombre, frustrado porque no podía conseguir entradas, destrozó una puerta de vidrio y fue detenido por la policía. ¿La nacionalidad del detenido? Un japonés.

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