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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El Hades de la modernidad

El escritor de origen judío Joseph Roth (Brody, Galitzia Oriental, 1894-París, 1939) es uno de los autores centroeuropeos más significativos del siglo XX y un testigo excepcional del derrumbamiento de la vieja Europa y el estallido de los conflictos de la modernidad. Como estudiante de filosofía y germanística en la Viena de los Habsburgo, gozó del ambiente intelectual que reinaba en la capital austriaca así como del cosmopolitismo típico del gran Imperio. Participó en la I Guerra Mundial; fue herido y hecho prisionero. Tras su liberación, de regreso a un mundo de desarraigo y confusión, encontró trabajo como periodista e inició una vida nómada de corresponsal entre Berlín, Viena y París. Gran observador de la realidad, las constantes penurias económicas y el fracaso de su matrimonio a causa de la enfermedad mental de su mujer no impidieron que Roth fuese acumulando una obra harto original. En 1933, con la llegada de los nazis al poder en Alemania, se exilió a París, donde continuó escribiendo frenéticamente hasta que, consumido por la bebida, acabó sus días en un estado lamentable a pesar de la ilimitada protección financiera que le brindara Stefan Zweig.

EL ANTICRISTO

Joseph Roth

Traducción de José Luis Aristu

Península. Barcelona, 2002

155 páginas. 18 euros

A Roth debemos esa estu

penda novela plena de nostalgia que es La marcha de Radetzky (Edhasa), así como otras tantas obras magníficas, entre ellas Confesión de un asesino, La noche mil dos o La leyenda del santo bebedor (Anagrama). La editorial Minúscula ha editado recientemente Las ciudades blancas, una muestra del Roth periodista y viajero. Asimismo, El Acantilado acaba de reeditar la primera de sus novelas: La tela de araña (1923), aparecida originalmente en forma de folletín. Ni siquiera Heinrich Mann en El súbdito describió tan certeramente el carácter nihilista y brutal de ese tipo de hombre, mitad criminal y mitad filisteo, desahuciado del pensamiento y carente de humanidad, que tanto contribuiría al advenimiento del nazismo como lo hace Roth en este sorprendente relato: con agilidad de estilo, plasmó lo que se estaba gestando en Alemania y Austria: el germen de la barbarie futura.

El Anticristo (1934), que tan pulcramente edita ahora Península en una traducción brillante, es una obra extraña y peculiar; escasamente difundida incluso en la lengua original, inédita hasta ahora en castellano, revela a un Roth eminentemente 'moralista', si bien a la manera de Voltaire, ya que recuerda a uno de esos impagables contes philosophiques del sabio de Ferney. Así, a la manera de un cuento moralizante cuya acción transcurre en una serie de países sin nombre pero que son arquetipos de naciones y tendencias políticas fácilmente reconocibles, un espectador omnisciente, periodista y trasunto del autor, descubre y denuncia la locura que reina en un mundo que ha caído bajo el dominio del Anticristo. Nada se salva de tan nefasta tiranía; los rasgos más sobresalientes del mal se observan, por ejemplo, en la acción devastadora del avance de la técnica moderna, que desdibuja la verdadera naturaleza humana y convierte al hombre en una máquina sin alma. También, en 'la industria cinematográfica de Hollywood', que transforma en sombras tanto a los actores como al público que los aclama e imita, renunciando así a su personalidad. Políticamente, el Anticristo goza de robusta salud donde reina el comunismo, la nefasta ideología que pretende crear un mundo perfecto y, a cambio, sume en la desgracia a un inmenso país mientras adolece de enormes lacras morales. Nada tienen que envidiarle otras calamidades como el nacionalismo y el incipiente nazismo, de moda en el corazón de Europa, donde las cruces cristianas se sustituyen por otras de brazos quebrados, que unos hombres negros ostentan en sus gorras y brazaletes.

El panorama que pintó Roth con su tono profético, de patética denuncia, a lo Nietzsche, es el retrato del infierno en la tierra, un Hades moderno que amenazaba con engullir a la Humanidad entera. Como tantos escritores de la época que publicaban en el exilio, concretamente en la célebre editorial holandesa Querido (Klaus Mann editaría su genial Mephisto también bajo este sello), donde apareció El Anticristo, Roth pretendía combatir la barbarie y, mediante sus parábolas o esas exageradas reducciones al absurdo, lograr que brillase la razón acaudillando el sentido común, el humanismo y la buena voluntad cristiana: empresa revolucionaria cuando la sinrazón era lo políticamente correcto.

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