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GUIÑOS
Columna
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Photogalerías

Con la inauguración del Artium en Vitoria, la oferta museística de la comunidad autónoma vasca se ve realmente engrandecida. Su propuesta de intenciones abre un panorama esperanzador para todas las manifestaciones artísticas. Mantiene viva la ilusión de no discriminar disciplina en boga alguna y, es de suponer, que esa actitud incluya los cruces transversales entre todas ellas que también pueden definirse como nuevos géneros de expresión plástica.

Si bien muchos ciudadanos están contentos e incluso orgullosos de los espacios artísticos existentes, me refiero a los gestionados por instituciones oficiales o paraoficiales, no pueden sentir los mismos pálpitos ante la escasez y poca relevancia de las salas privadas. La situación todavía es más chocante si tenemos en cuenta el número y la calidad de los artistas afincados en Euskadi. Esta paradoja trae como resultado un mercado del arte raquítico y unos artistas pordioseros que deben compaginar su buen hacer creativo con las más insólitas actividades. Las razones que explican esta situación son muy complejas. Entre ellas debemos incluir la responsabilidad de un público más propenso a cultivar el cuerpo, entre fiestas y cuchipandas, que la sensibilidad intelectual. Por ello, cuando uno se entera de nuevas iniciativas abocadas a tiendas de arte se siente emocionado ya que se encuentra de frente ante una aventura donde pesa más la afición que el hipotético negocio.

En lo que respecta al mercado de la fotografía, Euskadi solo tiene una sala comercial dedicada en exclusiva a estos menesteres. Es un pequeño local agradable y sencillo. Se trata de la Photogalería Laroca ubicada en la calle Arroka del barrio donostiarra de Amara. Con cierto aire bohemio resulta acogedora y hace que las fotografías colgadas de sus paredes arropen y den calor al visitante. Su promotor, Iñaki Otamendi (Tolosa, 1965), puso en marcha la iniciativa en mayo de 2001. Ahora, un año después, ofrece una muestra del alemán Jens Hilgendag y prepara otra del holandés afincado en Vitoria Gert Voor In't Holt. Todos los meses monta una exposición de autores locales o extranjeros, tratando de variar estilos, que en algunos casos depositan su obra en los fondos de la galería para su comercialización.

El auge que ha tomado la fotografía merece más iniciativas de este tipo. El marco de las manifestaciones oficiales debe completarse con las privadas. Son un tipo de empresas que cuentan con larga tradición. La primera galería consagrada a la presentación de imágenes fotográficas la promovió en 1905 Stieglitz en la Quinta Avenida de New York. Entonces emergía con fuerza la nueva corriente estética denominada pictorialismo, que buscaba sitio para la fotografía en el campo de las disciplinas artísticas. En 1913 llegó la de Poulenc Frêres en París. Luego se fueron sucediendo por Londres, Berlín o Los Ángeles y ahora en San Sebastián. Ha sido un animoso filólogo tolosarra el que se ha convertido en pionero en el País Vasco. En su intención está fomentar el pequeño coleccionismo de arte en San Sebastián, una ciudad que considera de buen gusto. Quiere ofrecer una nueva alternativa para que el arte vivo llegue a los hogares de las gentes sensibles, ya que el camino institucional queda corto para los compradores privados. Su función encaja más con la de intermediario entre el público y los fotógrafos que con lo estrictamente comercial.

La aparición de este tipo de galerías especializadas, consagradas a la presentación de obras contemporáneas o a la venta de tirajes antiguos, esta abriendo un nuevo mercado del arte. Es un fenómeno que en los últimos diez años ha empezado a desarrollarse de manera paulatina, pero constante, reflejando de esta manera el cambio de status que está conociendo la fotografía en estos últimos tiempos. Ya no sólo es pieza eficaz para la decoración de apartamentos y otros menesteres de similar funcionalidad; se ha convertido en un objeto artístico demandado por los coleccionistas más exigentes que saben de su futura revalorización.

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