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Una investigación en 23 países demuestra las ventajas de los 'stents' para tratar el infarto

El estudio 'Cadillac' avala el uso de mallas de acero para evitar la reobstrucción coronaria

Oriol Güell

Cuando un coágulo o trombo obstruye una arteria del corazón, la sangre deja de llegar a las células de la zona irrigada y éstas, sin oxígeno, mueren. En resumen, ésta es la dolencia que 50.000 españoles padecen cada año: el infarto agudo de miocardio. El 10% de quienes lo sufren muere y un porcentaje similar sufrirá nuevos infartos u otras complicaciones graves derivadas del mismo. Por ello, el primer objetivo de los cardiólogos ante un infarto es conseguir que la sangre vuelva a fluir lo antes posible por la arteria taponada. El segundo es evitar que vuelva a repetirse la obstrucción en forma de un nuevo infarto.

En ambos casos, la implantación de un stent -una pequeña malla de acero de 8 a 38 milímetros de longitud y dos a cuatro de diámetro- en el interior de la arteria coronaria afectada para asegurar el flujo de sangre es el tratamiento que más reduce la mortalidad y otras complicaciones graves, según el estudio Cadillac, llevado a cabo en 79 hospitales de 23 países y publicado el 28 de marzo en The New England Journal of Medicine.

El 'stent' actúa como un muro de contención que reduce la acumulación de nuevas placas

'Estos resultados confirman que el stent es el mejor tratamiento ante un infarto', afirma Eulogio García, jefe de la sección de Cardiología Invasiva del hospital Gregorio Marañón de Madrid y coordinador para toda Europa del estudio Cadillac.

El tratamiento rutinario del infarto más extendido en los hospitales españoles es la inyección intravenosa de trombolíticos, sustancias que disuelven el trombo y abren de nuevo el vaso a la circulación de la sangre.

Una docena de centros, sin embargo, aplican desde hace casi una década la angioplastia coronaria como tratamiento primario de los infartos. Esta técnica consiste en la introducción en la arteria femoral, a la altura de la ingle, de un catéter que el cardiólogo dirige por el sistema circulatorio hasta el lugar del infarto. Allí, el catéter desatascará mecánicamente la arteria y, mediante un pequeño balón hinchable, aumentará el diámetro del vaso. Esta técnica no requiere anestesia general, se realiza en menos de 30 minutos y se denomina angioplastia primaria.

'La angioplastia reduce en un 40% la mortalidad y otras complicaciones graves como nuevos infartos y hemorragias cerebrales respecto al tratamiento con trombolíticos', afirma García. Sin embargo, 'la angioplastia sola tiene un problema: se desatasca la arteria, pero si no se implanta el stent, uno de cada tres pacientes repetirá el proceso de obstrucción de la arteria que, sin una nueva angioplastia, terminaría en angina de pecho o un nuevo infarto', añade el responsable europeo del estudio Cadillac.

Por ello, el equipo de Eulogio García en el hospital Gregorio Marañón empezó hace ocho años a reforzar los beneficios de la angioplastia primaria en casos de infarto mediante la implantación del stent. 'El stent actúa como un muro de contención o andamiaje que disminuye la acumulación de nuevas placas que estrechan la arteria y pueden acabar generando otro trombo que la ocluya de nuevo', explica García.

El estudio Cadillac, que ha seguido la evolución de 2.082 pacientes tras un infarto, ha demostrado los beneficios de la angioplastia coronaria con implantación de stent respecto a la angioplastia sola, según García. El estudio revela que, en los seis meses siguientes al infarto, el 16% de los pacientes tratados sin stent precisó un nuevo procedimiento de angioplastia por reestrechamiento de la arteria y en el 11% ésta se había ocluido totalmente. Entre aquéllos a los que se les implantó stent, este porcentaje se redujo a 5,7 %

La medicina ya tiene la solución para evitar ese 5,7% de pacientes en los que, pese a la implantación del stent, la arteria vuelve a ocluirse: los stents farmacoactivos. Éstos están recubiertos de sustancias que interfieren en el proceso de cicatrización de la arteria dañada, bloqueando el proceso por el que ésta podría volver a obstruirse.

'Los nuevos stents no reducirán la mortalidad en la fase aguda del infarto que ya en la actualidad es muy baja, un 2% en el estudio Cadillac, al ser la acción inmediata de los stents farmacoactivos igual a la de los stents metálicos actuales. Lo que sí lograrán es reducir prácticamente a cero la posibilidad de nuevo estrechamiento de la arteria', destaca Eulogio García.

Los nuevos stents recibieron el pasado 15 de abril la aprobación de la Unión Europea para su uso en cateterismo y cardiología intervencionista. El hospital Gregorio Marañón ha implantado con éxito algunos de estos stents farmacoactivos durante la fase de investigación.

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Sobre la firma

Oriol Güell
Redactor de temas sanitarios, área a la que ha dedicado la mitad de los más de 20 años que lleva en EL PAÍS. También ha formado parte del equipo de investigación del diario y escribió con Luís Montes el libro ‘El caso Leganés’. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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