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Tribuna:Prioridades en el gasto público
Tribuna
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Desarrollo justo y solidario

Las recientes muertes de varios linces en Doñana que dificultan aún más el negro futuro de la emblemática especie ibérica, junto con los publicitados planes de las administraciones para 'su conservación', y la durísima situación de miles de inmigrantes sin empleo ni vivienda en el mismo territorio, nos animan a buscar las relaciones entre dichas circunstancias y a proponer alternativas al respecto.

Vaya por delante nuestra hipótesis inicial que considera que el mismo afán expoliador, que busca el dinero fácil y rápido por encima de otros valores naturales, sociales, culturales y de todo tipo (una hectárea de fresas venía dejando años atrás unos beneficios limpios de tres millones de pesetas), constituye el caldo de cultivo idóneo que se despreocupa del futuro de especies emblemáticas como el lince y se inhibe ante las condiciones mínimas de vida y empleo de las personas que acuden a su tierra en busca de trabajo. En definitiva, se trata de un modelo insostenible desde el punto de vista ambiental y social, pese a las soflamas y gastos publicitarios que en el sentido contrario invierten muchos de los gobernantes de turno.

El lince es un símbolo de la coexistencia milenaria entre las especies animales y la humana

El lince, especie única en la península ibérica, ha experimentado un descenso en 10 años a la mitad de su población total. El último censo afirma que pueden existir entre 400 y 600 linces en la península ibérica, de los cuales algo más de la mitad se encuentran en Andalucía, en dos territorios claramente delimitados: Andújar-Cardeñas-Montoro (provincias de Jaén y Córdoba) y Doñana (Huelva). Sin ningún riesgo de equivocación, se trata del carnívoro más amenazado del mundo y su futuro como especie cada día aparece más incierto.

Entre las causas de la gravísima disminución del número de linces podemos citar, en primer lugar, la destrucción de su hábitat natural -el monte y el matorral mediterráneos- que ha convertido a sus poblaciones en grupos totalmente aislados y desconectados, sin posibilidad de dispersión ni de comunicación entre ellos. Fruto de esta circunstancia también se produce una disminución de la variabilidad genética de sus individuos, lo que supone una menor defensa inmunitaria frente a determinadas enfermedades (tuberculosis de linces en Doñana). Como segunda causa, podríamos citar la disminución de su alimentación, constituida básicamente por conejos. En tercer lugar, también asedian a los linces como especie las infraestructuras en general -carreteras, pantanos, vallados por doquier, crecimientos urbanos, etcétera- que acaban con muchos de sus individuos en el intento por franquearlas. Por último, no podemos olvidar toda una serie de prácticas furtivas y de caza (cepos y lazos, fundamentalmente) que siguen siendo utilizadas con mucha frecuencia.

Doñana para los linces se ha convertido en una isla rodeada de carreteras cuyo número e intensidad de tráfico se incrementan cada año, de cultivos intensivos, y de sucesivas nuevas roturaciones de masas forestales que se hacen de forma ilegal y con el callado consentimiento de las administraciones bajo el falso pretexto de la 'creación de riqueza'. Todo ello supone que los aproximadamente 30 linces de Doñana tengan problemas de envejecimiento y consanguinidad, y que los individuos jóvenes que intentan salir de la 'isla' suelan morir atropellados en el intento.

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Posiblemente el lince desaparecerá de Doñana. Todos los argumentos apuntan en esa dirección. Bueno, y si se extingue el lince, ¿qué pasará? Pues nada; realmente no ocurrirá nada más que se acabará con un símbolo de la coexistencia durante miles de años entre las especies animales y la humana en el espacio ibérico. Esa coexistencia milenaria y, al parecer, tradicional en estos territorios es incompatible con el actual modelo de 'desarrollo insostenible'. ¿Y si desaparecieran la Giralda de Sevilla o la ermita de El Rocío? Desgraciadamente lo que pasaría es que se cerrarían puertas a la vida, a las culturas y las generaciones venideras no nos lo perdonarían.

Los presupuestos especiales para salvar al lince difícilmente harán algo más que prolongar el problema. Es necesario un nuevo modelo de desarrollo que acabe con todas las exclusiones (las de especies emblemáticas y de los inmigrantes que vienen a nuestro territorio). Es necesario, finalmente, un desarrollo que respete lo social y lo ambiental, donde las riquezas generadas se repartan y donde el crecimiento económico (de unos pocos) no sea la justificación de todas las exclusiones. En definitiva, convocamos a un Pacto por el lince y el desarrollo justo y solidario.

Juan Romero Romero y Luis Domínguez Bonet son miembros de Ecologistas en Acción de Huelva.

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