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Entrevista:Antony Gormley

'La escultura recupera la necesidad del tótem'

El artista británico Antony Gormley, ganador del Premio Turner en 1994, ha realizado a lo largo de su trayectoria una completa investigación sobre las posibilidades escultóricas del cuerpo humano, que le ha llevado a superar las fronteras del arte para incorporar a sus piezas todo un substrato científico y filosófico. Pese a la aparente frialdad de éstas no olvida que la escultura debe provocar emociones e incluso tratar de extenderlas más allá de sus límites físicos. En sus últimas obras está abandonando la 'nave espacial' en la que convirtió su propio cuerpo en sus inicios, para intentar avanzar hacia la expresión del cuerpo colectivo y superar al individual.

PREGUNTA. Partir de la figura humana para desarrollar su trabajo parece toda una osadía en el arte actual, ¿cuál fue el origen de esta actitud?

RESPUESTA. Soy muy consciente de que para mucha gente el mero hecho de usar el cuerpo significa una traición a la liberación utópica del arte en el siglo XX. En 1980, cuando hice por primera vez una obra en la que el cuerpo estaba implicado de alguna forma, no tenía idea de que continuaría haciendo esto durante 22 años más. Creo que comencé a emplear el cuerpo porque me resultaba imposible continuar mi investigación sin tenerlo en cuenta. ¿Cuáles son o cómo definir los límites del cuerpo? ¿Hasta qué punto tiene el cuerpo profundidad? ¿En qué consiste la concentración? Todas estas preguntas se repiten continuamente en mi obra.

P. Sus piezas son formalmente esculturas, pero se distinguen por la transformación que suponen para el espacio en que se exhiben.

R. Creo que la escultura es una forma de arte que implica al espacio que desplaza, pero también afecta al espacio donde es colocada. El espacio en un sentido es ausencia, pero también es una continuidad entre el aire que nos rodea, que continúa a lo largo de este pasillo, hacia el exterior, la atmósfera, la estratosfera... eso es lo que me entusiasma de la escultura. Es un punto de referencia muy importante para el ojo humano porque en el corazón de la escultura subyace el deseo de inscribir en el tiempo geológico parte de la fluidez o evaporación del sentimiento humano. Mi obra mantiene cierta relación con la de artistas como Thomas Schütte, pero también con la marca de una mano realizada con pigmento por un Cromagnon para dejar una señal. En cierto sentido, quiero recuperar la necesidad básica del fetiche, del tótem, los objetos y signos que se sitúan fuera del tiempo y son testigos de la mente humana.

P. ¿Qué importancia tuvo para su trabajo su estancia en la India?

R. Viajar a la India y aprender meditación fue muy importante para mí. Me permitió conectar con experiencias de mi infancia que no había sabido interpretar hasta entonces. Aprendí esa técnica de meditación llamada vipassana, que consiste en sentarse y observar el cuerpo desde el interior, observar el espacio del cuerpo desde dentro, y me volví a conectar completamente con estas experiencias de mi infancia. En cierto sentido, la obsesión con el cuerpo procede de estas dos cosas.

P. ¿Qué respuesta espera por parte de las personas que ven sus obras?

R. No espero nada, creo que lo mejor que puede pasar es que le concedan algún tiempo a mi obra, que le dediquen parte de su tiempo consciente. Todas mis obras son experimentos que pueden ser habitados por cualquiera, y todavía tengo la idea utópica del modernismo de que las obras pueden trascender las limitaciones de su tiempo y de su especificidad cultural. La obra es un campo abierto para cuestionar y yo no tengo derecho a preguntar si lo que veo en mis piezas se asemeja a como los demás las ven.

El escultor británico Antony Gormley.
El escultor británico Antony Gormley.PACO RODRÍGUEZ

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