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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La expulsión de Guevara

La expulsión de las filas del PNV de Emilio Guevara, uno de los artífices principales del Estatuto vasco, contiene mensajes inquietantes. Es un síntoma de que las cosas no han cambiado mucho tras las elecciones de mayo pasado. Si alguien como Guevara no cabe en el nacionalismo democrático, ¿qué esperanza queda de recomponer la unidad de los demócratas, nacionalistas o no? El desacuerdo entre los partidos, que tan claramente se puso de manifiesto en la incapacidad para aprobar unos presupuestos, ¿se está trasladando al interior de las formaciones políticas?

A Guevara, ex portavoz parlamentario del PNV, lo expedientaron por haber sostenido públicamente que el experimento del frente nacionalista de Lizarra había fracasado: no había servido para que ETA desistiera y en cambio había roto el consenso existente en torno al Estatuto de Gernika. Por ello, había pedido explicaciones y responsabilidades a los dirigentes 'que han conducido esa apuesta'. Guevara ha defendido esa opinión en la prensa, por lo que se ha considerado que 'lesionaba la imagen del partido ante la opinión pública'. Es un prejuicio de todos los partidos sostener que las divergencias deben lavarse en casa. Pero la razonada enmienda que Guevara presentó ante el Congreso del PNV en el que se planteaba el giro soberanista no superó la criba de su agrupación local.Algo falla cuando no es posible defender sin riesgo de expediente la línea que ha sido mayoritaria en el nacionalismo durante décadas.

El desacuerdo se extiende por doquier. Una parte de los presupuestos para este año ha sido aprobada gracias a la abstención de Batasuna, pero otra ha sido rechazada por una oposición que cuenta con más escaños que el Gobierno. La idea de responsabilizar a esa oposición de la suerte de los presupuestos se ha revelado absurda. La hipótesis de que nunca unirían sus votos cotra el Gobierno partidos tan heterogéneos compo Batasuna y el PP o el PSE es una hipótesis política, no una obligación que exima al lehendakari de intentar negociar los apoyos necesarios, como se hace en todos los parlamentos del mundo. La oposición ha rechazado el apaño ahora intentado de considerar prorrogados en parte los presupuestos anteriores y en parte, no. El Gobierno ha ofrecido negociar con la oposición democrática las medidas necesarias para cubrir el vacío de las partidas que no figuraban en el anterior presupuesto, como la destinada a contratar escoltas privados para personas amenazadas por ETA.

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En la medida en que se excluye a Batasuna, podría ser un paso en la dirección de optar por la unidad democrática antes que por el frente nacionalista. Pero convendría que Ibarretxe sea claro al respecto, y que su partido acredite esa voluntad rompiendo los lazos que mantiene con la fase de Lizarra: acuerdos municipales con Batasuna y financiación de Udalbiltza.

El Pacto de Ajuria Enea permitió durante años mantener la unidad de los demócratas en torno a las instituciones, cuyo deterioro es un objetivo central de la estrategia rupturista. Ahora, el descrédito del Parlamento derivado de la crisis de los presupuestos se une a la no renovación del Concierto, la incomunicación entre los partidos y también entre sectores de cada partido. En su enmienda a la ponencia soberanista del PNV, Guevara previó esos males como efecto del deslizamiento del discurso nacionalista hacia un rupturismo que prescindía de la mitad no nacionalista de la población. Su expulsión no desmiente, sino confirma, lo atinado de su diagnóstico.

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