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Miles de argentinos marchan a la Casa Rosada para pedir un puesto de trabajo

Las protestas sociales no cesan en Argentina. La plaza de Mayo de Buenos Aires, donde se levanta el palacio presidencial (la Casa Rosada), congregó ayer a miles de desocupados que participaron en una larga marcha de protesta originada en distintos puntos del cinturón de pobreza que rodea la capital. Los manifestantes caminaron 40 kilómetros para reclamar el millón de puestos de trabajo que prometió el ex presidente Adolfo Rodríguez Saá. Se trata de la primera movilización social de envergadura contra el Gobierno del peronista Eduardo Duhalde, en la que participaron organizaciones políticas y sindicales de izquierda, pero no los dos grandes sindicatos peronistas.

La misma plaza fue escenario el viernes pasado del cacerolazo nacional que movilizó esencialmente a los sectores de clase media afectados por la congelación de depósitos y otras restricciones bancarias (el corralito).

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La nueva jornada de protesta, que colapsó los accesos y el centro de la capital, fue organizada por las distintas organizaciones piqueteras de los desempleados, que han protagonizado la mayoría de cortes de carreteras de los últimos años para llamar la atención sobre los que no tienen trabajo, cuyo porcentaje se acerca al 20%, según cifras oficiales.

Además de pedir trabajo y un seguro de desempleo de 380 pesos mensuales, los líderes piqueteros pretenden encauzar en un solo frente la ira de los parados y de las víctimas del corralito, lo que el Gobierno del peronista Eduardo Duhalde trata de evitar por todos los medios. 'Queremos unir los piquetes con las cacerolas en una gran asamblea piquetera el próximo 16 de febrero', anunció uno de los dirigentes de la marcha. 'Que se vayan todos' es la consigna central que concita mayor consenso y que refleja claramente el ánimo de la población, que se siente profundamente engañada por los políticos, empresarios, jueces y todos aquellos que podrían englobarse en la clase dirigente.

Movimiento asambleario

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El movimiento asambleario que ha surgido espontáneamente al calor de los cacerolazos, que fueron determinantes para la caída de los Gobiernos de Fernando de la Rúa y de Adolfo Rodríguez Saá, ha empezado a ramificarse en las principales ciudades. Sin dirección y sin estructura, esta nueva forma de protesta ha mostrado una enorme eficacia y, lo que es más significativo, ha pasado a ser una de las mayores pesadillas del Gobierno, que mide muchos de sus pasos en función del ruido de las cacerolas. Una alianza de la clase media con los desocupados era impensable antes de las restricciones bancarias decretadas por el Gobierno de De la Rúa y ratificadas por Duhalde. Pero en la cambiante situación argentina nada parece imposible.

Cuatro años de recesión y una distribución de la riqueza cada vez más injusta ha empobrecido a amplios sectores de clase media, que en los años setenta eran el 65% de la población y ahora apenas llegan al 45%, según datos del Instituto de Estadística.

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