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Una Obra de 100 años

Con su fundador a punto de ser canonizado, el Opus Dei dice hacer un esfuerzo de apertura para mejorar su imagen

'Como juez, soy el Estado, y no puedo suplantarle con mis convicciones personales'. Se trata de una afirmación absolutamente normal y obligada en un magistrado. Lo que singulariza a quien la pronuncia es que se trata de un miembro supernumerario del Opus Dei (José Luis Requero, vocal del Consejo General del Poder Judicial) que reconoce que, en el ejercicio de sus funciones, ha tenido que actuar en ocasiones aplicando leyes que están abiertamente en contra de sus convicciones religiosas personales, de las enseñanzas religiosas y de las propias normas de vida de la Obra de Josemaría Escrivá de Balaguer.

El ya beato (desde 1992) y con toda probabilidad próximo santo (este mismo año, en el que se conmemora el centenario de su nacimiento) fundó el Opus Dei el 2 de octubre de 1928. Desde entonces, se ha extendido por los cinco continentes, con 85.000 miembros de más de 80 nacionalidades que difunden la idea de que la santidad es posible en la vida cotidiana, en el trabajo, la familia o la calle.

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Unos 33.000 son españoles. España fue la cuna de la Obra y sigue siendo su principal vivero, pero, al menos técnicamente, es tan sólo una región más, a cuyo frente está Tomás Gutiérrez, de la Hermandad Sacerdotal de la Santa Cruz, asociación de clérigos 'intrínsecamente unida al Opus Dei'. La sede central de la Obra, y por tanto de su prelado y sucesor de Escrivá, Javier Echevarría, se encuentra en Roma, con lo que se quiere subrayar la universalidad de un movimiento por el que el actual Papa siente un especial cariño. De ahí que, durante su pontificado, haya hecho realidad la gran aspiración que siempre tuvo el fundador -la consecución de una prelatura personal-, que se haya elevado a éste a la condición de beato (en 1992) y que todo esté a punto para que se convoque un consistorio que confirme su canonización.

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Ya sea en junio (aniversario de la muerte de Escrivá, en 1975) o en octubre (aniversario de la fundación de la Obra), este mismo año el padre será santo, el primer San Josemaría (todo junto) del santoral. Una ocasión para una gran marcha sobre Roma que se cree podría congregar a medio millón de personas.

No podría haber momento más propicio, parece que se piensa en la dirección del Opus Dei, para intentar desmontar lo que oficialmente se consideran extendidos prejuicios, mentiras y verdades a medias, desde la influencia en el mundo de la política, la justicia, la universidad o los negocios, hasta la utilización de métodos de proselitismo incorrectos o el mantenimiento de unas normas de vida interna que atentan contra las libertades individuales, por mucho que se asuman de forma voluntaria. El propio Javier Echevarría, en sus respuestas a un cuestionario de EL PAÍS publicadas el pasado día 8, ponía el énfasis en que otra de las etiquetas más habituales, la de secretismo, es 'cosa del pasado' y 'fruto de una manipulación de la realidad promovida por grupitos que parecían celosos de su exclusivismo'.

Secretismo

En línea con estas palabras, Rafael Ramonet, director de la oficina de información del Opus Dei, de 60 años, un ingeniero industrial miembro numerario (célibe que vive en comunidad en una residencia de la Obra), asegura que no hay secretismo, ni de puertas afuera ni de puertas adentro. 'Las abrimos todas', señala. 'Que venga quien quiera, que vean nuestros pisos, que nos conozcan'. Sin embargo, la petición de abrir uno de los pisos a este periódico (fotógrafo incluido) fue a la postre rechazada. Reflejo tal vez de una desconfianza que, al menos hasta muy recientemente, llevó a que se desaconsejara a los miembros de la Obra leer EL PAÍS, según varios ex miembros. Ramonet lo niega rotundamente y asegura que el diario se encuentra entre las publicaciones a disposición de todos en muchas residencias del Opus.

En esta cuestión nimia, como en muchas otras más sustanciales, lo que dicen quienes ahora están fuera y quienes siguen dentro difieren de forma radical. 'El secreto es tan secreto', dice pese a todo Ramonet, 'que no existe. Es virtual, imaginario'.

El Opus quiere dejar de crear polémica, pero ésa es una cruz de la que le costará desprenderse, y que en parte tiene su origen en desconfianzas surgidas de cuando, en tiempos franquistas, sus miembros (López Rodó, López Bravo, Ullastres...) llegaron a conformar una auténtica familia del régimen (de efecto modernizador en su momento) y de la dificultad para perfilar su posición (por geografía política ya claramente conservadora) en la democracia.

En la actualidad, la presencia de miembros del Opus Dei se localiza, fundamentalmente, en el Partido Popular, aunque no hay pruebas directas de que la Obra, como tal, ejerza una acción política concreta o tenga gran influencia. Tan sólo pertenece a ella un ministro (el de Defensa, Federico Trillo), aunque hasta hace poco eran dos (también Isabel Tocino).

Ramonet sostiene que es absurdo o malintencionado asegurar que la Obra es algo así como un partido político secreto. 'El Opus', afirma, 'se dedica a difundir el espíritu de santidad en medio del mundo, buscar a Dios en la vida cotidiana, en el trabajo diario, en toda clase de profesiones, sin ningún tipo de discriminación'. Y añade que a ningún director de la Obra se le ocurriría tratar de influir en el voto o la actividad política de cualquier miembro. Aún más: señala que hay socialistas e incluso comunistas del Opus, aunque no le gusta hablar del tema porque 'en realidad, no se puede saber oficialmente', debido a que 'hay tal libertad y delicadeza que sobre eso no se les pregunta'. Ahora, añade, hay un ministro, en otras épocas hubo más, 'pero la influencia de la Obra ha sido la misma'. Ninguna.

El ministro en cuestión, Federico Trillo, supernumerario (que vive en familia: está casado y tiene hijos), asegura que, para él, el Opus es 'una forma de espiritualidad cristiana, laical, adecuada al mundo de nuestros días, como confirmó el Concilio Vaticano II, al redescubrir el valor cristiano de la vida ordinaria, en el trabajo profesional, en las relaciones familiares y sociales. Supone encontrar a Cristo cada día y tratarle a través de la oración, la palabra y los sacramentos'.

Nada que ver, en principio, con la política. Ni siquiera en el partido socialista es fácil encontrar quien diga abiertamente que es perceptible una presencia del Opus Dei como grupo organizado o de presión. Una fuente de la dirección señala, sin embargo algún detalle significativo, como la 'sorprendente e inhabitual presencia en el pleno en el que se debatía sobre la utilización de células madre de embriones para investigación de cualificados parlamentarios del PP notorios miembros del Opus, como Andrés Ollero, portavoz de su partido en la Comisión de Justicia'.

Las mismas fuentes señalan que, en ese debate, se obviaron las referencias morales o religiosas pero que, finalmente, 'la ciencia perdió ante la religión', es decir, que la proposición de ley fue rechazada.

El diputado socialista Francisco Fernández Marugán, creyente confeso ('la mitad del electorado del PSOE lo es', dice), cree que, con la democracia, la mayoría de los miembros de la Obra que siguieron en política entraron en el PP o su antecedente AP. 'El Opus', concluye, 'está ahora en un segundo plano, desapareció del estrellato político, pero tengo la impresión de que sigue teniendo una presencia notable en otros ámbitos, como el académico y el de la magistratura'.

Un buen ejemplo de ello es José Luis Requero que, antes de entrar en el Consejo del Poder Judicial, fue vicepresidente y portavoz de la Asociación Profesional de la Magistratura, así como magistrado de la Audiencia Nacional. Aunque hablar públicamente sobre la Obra no suscite entusiasmo en los hombres públicos que pertenecen a ella (el fiscal general del Estado, Jesús Cardenal, declinó, por ejemplo, la invitación a hacerlo), Requero, supernumerario, lo hizo sin reservas.¿Qué significa ser miembro del Opus Dei hoy en España? 'Lo mismo da en España que en otro lugar, eso es accidental', señala Requero. 'Lo importante es seguir la vocación, en uso de la libertad que da Dios, de asumir el compromiso personal de vivir las virtudes cristianas en la vida diaria, social, familiar y profesional. Se trata de santificar la vida cotidiana con espíritu laical, pero sin votos. La unión con el Opus es como un contrato que se renueva anualmente'.

Motivos de conciencia

¿Interviene de alguna manera el Opus Dei, como tal, en su actividad profesional? 'Jamás', responde. 'Y si yo plantease algo en ese ámbito a un miembro de la Obra con responsabilidad de dirección, se negaría a atenderme. Yo ejerzo mi propia libertad'.

Requero niega rotundamente que haya una acción política del Opus Dei. 'Decir eso', indica, 'es no comprender la importancia que se da en la Obra a la libertad de la persona. Es como si yo monto una fábrica de zapatos y por eso se dice: el Opus vende zapatos. Un absurdo. A mí sólo me dicen que tengo que rezar, ser buen padre, esposo, profesional, amigo de mis amigos, ayudarles y cristianizar mi entorno'.

El conflicto moral se le puede plantear cuando, en sus funciones de juez, tenga que pronunciarse de acuerdo con leyes que estén en contradicción con la doctrina de la Iglesia, pero Requero parece haber resuelto esa cuestión de forma clara. 'Yo he tenido que divorciar a personas', asegura, 'a pesar de que estoy en contra del divorcio, pero no puedo hacer objeción de conciencia. Tampoco lo haría en un caso de aborto. Me limitaría a aplicar la ley. He jurado la Constitución, cumplir y hacer cumplir el ordenamiento jurídico. Como juez, soy el Estado, y no puedo suplantarle con mis convicciones'.

Algún caso ha habido de político miembro de la Obra que, por motivos de conciencia, ha llegado a votar en contra de lo defendido por su partido. Uno de ellos es Jesús Pedroche, presidente de la Asamblea de la Comunidad de Madrid, que se opuso a la posición del PP sobre las parejas de hecho. Pedroche, otro de los políticos que ha accedido a pronunciarse, es miembro numerario de la Obra (en cierta forma, el escalón máximo, el de los elegidos) y asegura: 'Para mí, ser del Opus Dei aquí, como en cualquier país del mundo, es vivir el espíritu cristiano en medio de mi profesión, de la política. Supone en mí el esfuerzo cotidiano para hacer todo el bien que pueda a los demás, a las personas que me rodean. Procuro hacerlo con independencia de la ideología de las personas, sin sectarismos. De entre todas las personas a las que más quiero servir, pongo en primer lugar a los más necesitados, a los que más sufren'.

Según Pedroche, su afiliación religiosa y la política se compaginan 'con absoluta independencia'. Y añade: 'De la Obra sólo recibo asistencia espiritual. Jamás ha interferido en mi carrera política. Cada día, en mi trabajo, lucho por ser mejor cristiano, ser mejor miembro del Opus Dei. ¿Cómo lo diría?, ser más humano, comprender mejor a los demás. ¡Qué difícil es ponerse a veces en el lugar del otro! Siempre que puedo, ayudo a resolver las carencias sociales de las personas que me encuentro en la vida'.

Ramonet desmiente una por una todas las acusaciones que se suelen hacer al Opus Dei y las atribuye a que 'alguna gente no capta cuál es la auténtica novedad de la Obra, la de introducir la santidad en medio del mundo, por medio de los laicos, demostrar que la santidad no es sólo cosa de sacerdotes o religiosos, sino también de gente corriente'. Tampoco piensa que, en pleno siglo XXI, sea necesaria una renovación. 'El fundador', recuerda, 'decía que la Obra nunca necesitaría aggiornamento, una puesta al día'.

Que las cosas cambian, incluso para el Opus, se ve no obstante en algunos detalles, como en que, por vez primera, se publicará la edición crítica de Camino, la obra cumbre de Escrivá de Balaguer, una colección de 'consideraciones espirituales', 999 puntos en total, a manera de aforismos, de la que se han vendido más de cuatro millones de ejemplares en decenas de idiomas, entre ellas el catalán, el euskera y el gallego.

Ramonet habla de este proyecto, que se hará libro en cuestión de pocos meses, cuando se le pregunta sobre algunos puntos especialmente polémicos, como el 946, en el que se asegura que 'ellas no hace falta que sean sabias: basta que sean discretas'. Y es que, recalca el portavoz de la Obra, 'Camino no es un código, ni un tratado sistemático, sino que se pretende servir de guía y orientación a quien lo lea. Será una edición comentada, histórica y explicativa'. En definitiva, se trata de contextualizar Camino. Tal vez la mejor prueba de que algo se mueve dentro del Opus Dei. Que sea para bien.

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