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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Tres en discordia

'Esta historia ha sido contada de muchas maneras, en muchas ocasiones, pero nunca con dos fantasmas', afirma la narradora y protagonista de Diabulus in musica -cuarta y última novela de Espido Freire-, un título que, como se explica en el libro, se refiere a un principio básico de la música antigua según el cual, en la escala musical que los griegos intentaron depurar, se había deslizado una irregularidad, un error, un intervalo no regido por las matemáticas que había que evitar como fuera, pues al menor descuido podía romperse el orden y aparecer el diabulus in musica: la disonancia, el caos, el hueco por el que se colaba el diablo.

En la doble historia de amor que vive la protagonista -primero, en su adolescencia, con el joven Mikel y después con el actor Christopher Random, un hombre unos cuantos años mayor que ella- se advierte alguna de estas fisuras o apariciones 'diabólicas', que se suceden según una gradación creciente, hasta alcanzar la que será la última, cuya intensidad romperá la armonía alcanzada (bastante precaria, por otra parte). Mikel es un estudiante de violonchelo a quien la protagonista conoce en el conservatorio de Bilbao, cuando ella estudiaba canto -rasgo autobiográfico que Espido Freire explota largamente en esta novela- y con el que mantiene una relación amorosa un tanto guadianesca y turbia, dada la personalidad del joven, empeñado en metamorfosearse en Balder el blanco, el dios del sol del verano, el más hermoso y el más amado de los dioses nórdicos, cuyas aventuras se narraban en la película Ragnarok, en la cual Christopher Random interpretaba el personaje de Balder. Cuando ella, durante una estancia en Londres y a través de unos amigos comunes, conoce a Chris, recién separado, con una hija, hombre encantador y amante fogoso -'no tenía descanso si no me encontraba junto a él, si no devastaba a besos y a zarpazos mi maquillaje y mi ropa'-, pero impostor también, dado que en su comportamiento y sus palabras imita a sus personajes, la pasión presente se tiñe de pasado y aparece el diabulus.

DIABULUS IN MUSICA

Espido Freire Planeta. Barcelona, 2001 186 páginas. 15,99 euros

Hay, por supuesto, otros personajes en la novela, pero si ya los protagonistas adolecen de cierta afectación y acartonamiento, los secundarios caen de lleno en el más previsible de los tópicos. El grupo de amigos y otros jóvenes, añaden vaivenes al relato y brochazos costumbristas, pero poco más. Karen, la ex esposa de Chris, aparte de neurótica y cocainómana, es rencorosa y vengativa. Lilian, la futura suegra, la ningunea: es insoportable y fría, orgullosa y altiva. Por otra parte, las presuntas trastiendas psicológicas de los personajes protagónicos, simplemente no son tales. La enigmática, y para ella incomprensible, pasión de Chris es impostura y donjuanismo de cartón piedra. El malditismo de Balder es muy de andar por casa y la vistosa ceremonia de su suicidio poco añade a un fatalismo de muy endeble engranaje. El conflicto -que gira en torno a la identidad, y que Espido Freire ya había explorado mucho más honda y rigurosamente en Melocotones helados- se queda así en un nivel melodramático. Y en cuanto a ella, de sí misma nos lo dice todo, reiteradamente, pero sin mostrárnoslo, sin encarnadura novelesca. Asegura que es 'una voz buscando un instrumento', una mujer que se había entretenido en divertimentos pequeños, 'en encontrar en las historias de amor antifaces contra la realidad' y acaba muerta en vida, tras un suicidio frustrado (e inverosímil).

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