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Columna
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Presupuestos y autoritarismo

En todo régimen autoritario o despótico las arbitrariedades ante las instituciones representativas, los Parlamentos, por ejemplo, se ven demagógicamente equilibradas con las llamadas al pueblo para que manifieste su voluntad. El contrapoder legislativo y de control, el Parlamento, pieza clave para la democracia, se destruye, el sistema de representación se destruye, usando de coartada el llamamiento a la plebe para que decida libremente su futuro. Una práctica tan antigua como la misma existencia de la democracia. El tirano acababa aboliéndola en la antigua Roma llamando a la plebe a manifestarse para acabar disolviendo el Senado. Luego hacía cónsul a su caballo.

lbarretxe, y los partidos que apoyan a su Gobierno, carentes de la capacidad de diálogo que tanto enarbolan, no han dispuesto de la prudencia necesaria para articular un gobierno con la mayoría suficiente para tramitar la primera función de un gobierno democrático, aprobar los Presupuestos de la Comunidad Autónoma. Es muy posible que los gobiernos de coalición europeos, en Alemania y Francia, por ejemplo, supongan a sus primeros ministros más de un quebradero de cabeza y más que alguna repugnancia a someterse al control de sus socios, pero existen cuestiones insalvables, como la tramitación de los presupuestos, que les exigen contar con una mayoría parlamentaria.

Los partidos de la coalición gubernamental mantienen un programa que resulta rupturista

La prudencia, la salvaguarda del sistema democrático, la estabilidad, les lleva a conformar mayorías aún a costa de supeditar sus programas partidistas. Aquí, en Euskadi, los partidos de la coalición gubernamental no sólo mantienen en minoría su programa de máximos, sino, que además, ese programa resulta rupturista. Es un gobierno de tendencia golpista, por ello no sorprende en demasía sus gestos autoritarios.

La aprobación de un presupuesto en minoría no es una cuestión puntual, no es una mala anécdota, es la prueba del nueve de la democracia representativa. A partir de ese hecho todo el sistema, pasando por diputaciones y ayuntamientos, se puede convertir en arbitrario. ¿Por qué en todas las cámaras de nuestro entorno democrático necesitan la mayoría para aprobar sus presupuestos?. En primer lugar, porque es el instrumento fundamental para sustentar la política de un gobierno, pero también porque es el instrumento que más certeza jurídica requiere para evitar el cáncer de todas las democracias: la corrupción.

Cuando toda la oposición presenta sus respectivas enmiendas para la devolución del proyecto presupuestario del Gobierno deben ser votadas en una sola votación, porque una vez rechazadas todas estas enmiendas el proyecto queda cerrado en una cifra determinada que es la presentada por el Gobierno. Si éste sale aprobado por la minoría gubernamental, que es lo que quieren el PNV, EA, e IU, en la posterior tramitación de las enmiendas particulares a las partidas por parte de los de los grupos de la oposición, estas enmiendas particulares pudieran, por mayoría, deshacer el presupuesto previamente aprobado por minoría en su cifra global. La certeza respecto a lo aprobado, respecto a una cuestión tan sensible como es el dinero público, se difuminaría. De ahí los requisitos de todos los reglamentos, o el uso y la costumbre, de los parlamentos de nuestro entorno, diputaciones y ayuntamientos, para que la devolución o no de un proyecto presupuestario se haga en una única y primera votación.

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Pero, además, en el Parlamento vasco llueve ya sobre mojado. Tras la triste experiencia de contemplar en los ejercicios de los años 85 y 86 que el presidente del Parlamento, entonces el señor Pujana, a través de su interpretación se cargó el uso y la norma que se redactó en el reglamento entonces vigente, se modificó éste para que no diera lugar a tales interpretaciones. Porque el presidente de una cámara puede y debe interpretar en caso de duda, pero no modificar una norma ni un uso generalmente utilizado. Resultará, en todo caso, poco edificante que nuestro Parlamento sea el único que autorice esta práctica, que va a permitir ostentar el poder en minoría, arrinconar las normas, las leyes, las instituciones democráticas y de contrapoder, exigentes de mayorías necesarias, que, a su vez, fuerzan los hábitos de la necesidad del diálogo y los consensos.

Si se pueden aprobar los presupuesto en minoría también se puede pensar en el ejercicio del poder en minoría, y si se desprecia al Parlamento en una de sus funciones fundamentales, la aprobación del Proyecto de Presupuestos, también se puede pensar en gobernar sin Parlamento. Al fin y al cabo, la Historia, los Derechos Históricos, la voluntad de decisión libre de la sociedad vasca a decidir su futuro, etc., pueden encubrir la reacción de eliminar la democracia representativa.

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