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Reportaje:

Un mito surgido del arrozal

Un libro repasa la vida y la carrera futbolística de Antonio Puchades, jugador del Valencia durante 12 años

De Antonio Puchades Casanova (Sueca, 1925) se cuentan decenas de historias. Los diccionarios y enciclopedias del Valencia dicen que fue uno de sus más notables futbolistas: un centrocampista defensivo que jugó 12 temporadas consecutivas en Mestalla (entre 1947 y 1958), disputó 300 partidos y marcó seis goles. Ganó una Liga, dos Copas del Rey y una Supercopa de España. Debutó con el Valencia el 29 de septiembre de 1946 en Balaídos, con una victoria ante el Celta de Vigo hace ya 55 años, y fue internacional absoluto en 23 ocasiones.

La memoria de aquellos que le vieron jugar y de quienes le conocen puede contar muchísimas cosas más. Una muestra de ellas se recoge en el libro Antonio Puchades. El hombre y el mito. De cómo un suecano se convierte en leyenda. Las gestas de un futbolista valenciano y universal, escrito por Ángel Navarro, y que ayer se presentó en el Ateneo Sueco del Socorro, en Sueca, localidad natal del futbolista. Navarro, sacerdote y psicólogo de 73 años, tres menos que Puchades, comenzó hace 10 meses la tarea de documentarse sobre uno de los grandes mitos del valencianismo, 'un mito surgido del arrozal', como le define al comienzo de su obra. Ex futbolista del Gandía, el autor habló con varios periodistas y ex jugadores del Valencia. Todos tenían algo que decir sobre Antonio Puchades, y las casi 50 entrevistas que le realizó en persona completaron la labor. Puchades y Navarro, además, habían coincidido en el equipo de veteranos del Valencia, ambos como centrocampistas, donde trabaron amistad. 'Empecé el libro por inercia histórica, porque no había hasta ahora ninguna obra sobre él. Puchades es un superdotado, una leyenda y un mito. Ha pasado a estar en el olimpo de los dioses, entre los inmortales', comenta el autor. 'Tiene tanto carisma y tanto duende que hubiese triunfado en cualquier actividad humana que se hubiese propuesto. Como futbolista, podía jugar de todo menos de portero. Llevaba el fútbol dentro', añade.

Despojado del aura de leyenda deportiva que siempre le ha acompañado, Puchades se descubre ante sus amigos y vecinos de Sueca como un tipo tímido y muy bromista, idolatrado en su pueblo. Ahí es conocido como Tonico por sus familiares y personas más cercanas, y como don Antonio en el mundo del fútbol. 'Tarda más de media hora en hacer un trayecto que de normal se anda en cinco minutos porque todo el mundo le para por la calle a hablar con él. Sigue teniendo el mismo carácter que tenía antes, de joven', dice Navarro.

En su momento de máximo esplendor futbolístico, Puchades desestimó una importante oferta económica del Barcelona. Prefirió quedarse en su Sueca, de la que nunca se ha querido separar, junto a los arrozales de su tierra, y seguir vistiendo la camiseta del Valencia hasta el final de su carrera, con 33 años. Una trayectoria salpicada de múltiples anécdotas. Su hermana, por ejemplo, le tiraba el equipaje para entrenarse por la ventana de casa para que sus padres no se enteraran de que iba a jugar a fútbol. Querían que se dedicara por entero a los estudios, y le reñían cuando llegaba a casa con las alpargatas rotas de pasarse las horas dándole patadas a un balón.

Pero así llegó a jugar durante 12 temporadas en el Valencia, que pagó 5.000 pesetas por su fichaje al Sueca. Eso sí, aguantando los nervios: vomitaba antes de los encuentros, por lo que visitó al médico, y al terminar se fumaba a escondidas un puro habano con su compañero Pasieguito. Su madre, además, le preparaba raciones de paella cuando viajaba con la selección española. Un manjar del que, cuentan, acababa comiendo medio equipo.

En marzo pasado, Puchades recibió el homenaje de Sueca, que le nombró hijo predilecto, bautizó una calle con su nombre y le dedicó una exposición sobre su carrera. Puchades fue el estandarte de una generación de futbolistas suecanos que coincidió en el Valencia, algo impensable para una localidad de unos 20.000 habitantes: Mañó, Sendra, Solves, Ibáñez y él mismo recorrían todos los días el camino de Sueca a Valencia para entrenarse. Iban en el Topolino de segunda mano de Puchades, a quien rendían tratamiento de alto cargo político o social. Cuando llegaba a la plaza San Agustín, el policía que regulaba el tráfico detenía la circulación para que pasara sin problemas. 'Siempre a sus órdenes, don Antonio. Siempre a sus órdenes', le decía a Puchades, que, avergonzadísimo, le regalaba unas entradas para el próximo partido del Valencia y continuaba su trayecto.

Antonio Puchades, durante su época como jugador.
Antonio Puchades, durante su época como jugador.

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