_
_
_
_
_
Reportaje:CRÓNICA EN VERDE

Enemigos sin fronteras

Más de 300 especies invasoras amenazan la biodiversidad autóctona

Durante la Exposición Universal de 1992 hubo visitantes extranjeros que lograron burlar todos los controles aduaneros. Cuando los organizadores de este evento decidieron plantar en la isla de la Cartuja especies vegetales procedentes de todo el mundo acondicionaron un recinto para someterlas a 'cuarentena'. Trataban de evitar que se introdujeran en España insectos, hongos, o cualquier otro organismo exótico que pudiera convertirse en una plaga para los vegetales autóctonos.

Aun así, se colaron algunos visitantes indeseables. Uno de ellos fue el Rhyncophorus ferrugineus, un insecto, procedente de la zona tropical de Asia, conocido popularmente como picudo rojo de la palmera, cuyas primeras poblaciones se detectaron, dos años después de la Expo, en Granada. Ésta es una especie que ataca a las palmeras, llegando a excavar en su tronco galerías de hasta un metro de longitud. En la actualidad hay una franja de 50 kilómetros, situada entre Almería y Granada, afectada por esta plaga.

El Departamento de Agricultura y Alimentación de la Universidad de La Rioja ha documentado la presencia de casi 40 insectos que atacan a la flora autóctona, todos ellos introducidos en nuestro país en los últimos 50 años. A esta lista habría que añadir aquellos hongos foráneos que también están causando graves alteraciones, como es el caso del que provoca la grafiosis de los olmos, procedente de Estados Unidos y que apareció por primera vez en la Península Ibérica en 1972.

La grafiosis ha provocado importantes daños en los bosques de la Alhambra, donde el olmo es una de las especies dominantes. Un reciente estudio realizado por especialistas de la Universidad de Córdoba anuncia la progresiva desaparición de este árbol en los bosques de San Pedro y Gomérez, que circundan al monumento nazarí y están catalogados como jardín histórico.

A juicio de Bernardo Zilletti y Laura Capdevilla, biólogos que están elaborando un Atlas de especies invasoras, en España se ha confirmado la presencia de 47 vertebrados que estarían incluidos dentro de esta categoría, y en lo que se refiere a invertebrados y plantas la cifra se quintuplica. Es decir, en el mejor de los casos serían más de 300 las especies invasoras que se habrían adaptado a diferentes ecosistemas españoles, compitiendo, en muchos casos, con las especies autóctonas.

Los mayores problemas se están manifestando en las aguas continentales, ya que de las especies objeto de pesca, siete (más del 25 %) son introducidas. En Andalucía, el fartet, que es el único pez catalogado en peligro de extinción, trata de sobrevivir a la presión que ejercen algunas especies exóticas. La gambusia, procedente de Estados Unidos e introducida en toda España para combatir el paludismo al alimentarse de larvas de mosquitos, ha invadido el lugar que el fartet ocupaba en algunas zonas de aguas no muy salinas, y el fúndulus, especie también norteamericana que llegó a Andalucía en los años setenta, se ha ocupado de colonizar las áreas de elevada salobridad.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Sin abandonar este tipo de ecosistemas, los biólogos se muestran especialmente preocupados con las cada vez más frecuentes colonias de tortugas de Florida. Este reptil, que se vende como mascota en cualquier tienda de animales, se suele abandonar en ríos y zonas húmedas en las que se instala sin demasiadas dificultades. Ocupa el mismo hábitat que los galápagos autóctonos, a los que consigue desplazar, ya que es muy voraz y transmite una enfermedad que es letal para sus parientes europeos. Además, la composición de sus poblaciones, en donde hay siete hembras por cada macho, favorece unas tasas de reproducción elevadísimas.

Procedentes también de las tiendas de animales, que han multiplicado sus ventas gracias a las especies exóticas, se han instalado en diferentes puntos de la región colonias de aves características, sobre todo, de países tropicales. Ejemplares de cotorra de kramer, pico de coral o cotorrita gris son ya muy fáciles de observar en libertad, y totalmente asilvestrados, en diferentes parques urbanos, y en algunos espacios naturales que reúnen condiciones ambientales favorables, como la desembocadura del río Guadalhorce (Málaga).

Pero, en lo que se refiere a las aves, el caso más grave es el de la aparición de la malvasía jamaicana. Seis ejemplares de este pato buceador, procedentes de colecciones privadas, escaparon del Reino Unido a comienzos de los años cincuenta. En 1983 se advirtió su presencia en algunos humedales españoles y, desde entonces, tiradores de élite, acompañados de ornitólogos, tratan de exterminarla, ya que constituye la principal amenaza para la supervivencia de la malvasía común o cabeciblanca, especie autóctona en peligro de extinción, con la que se cruza dando lugar a individuos híbridos.

Los geranios se marchitan

La batalla que libran las especies autóctonas por sobrevivir a la invasión de sus congéneres foráneas no siempre se libra en escenarios recónditos, cauces apartados o bosques lejos de la civilización. Una simple maceta, de las que adornan cualquier vivienda andaluza, puede convertirse en el cuadrilátero en el que pelean invasores y nativos. En 1989 dos entomólogos alemanes identificaron en Baleares una mariposa (Cazyreus marshalli) originaria del cono sur africano. Pronto recibió el nombre común de taladro del geranio, ya que ataca a diferentes variedades autóctonas de esta planta ornamental. Mientras que en el vecino continente no está considerada una plaga, ya que cuenta con depredadores naturales que la mantienen a raya, en Europa carece de enemigos por lo que se extiende sin freno. En Granada y Málaga apareció por primera vez en 1994. Dos años después se localizó en Sevilla, y en 1997 ya había alcanzado la provincia de Cádiz. Hoy está presente en toda la región y ha saltado, incluso, a territorio portugués. En este caso no sólo inquieta el impacto ambiental sino también el económico, ya que los geranios son las plantas más importantes dentro del mercado de las especies ornamentales. España produce todos los años 10 millones de esquejes, que se traducen en unas ventas cuantificadas en más de 3.000 millones de pesetas. Algo parecido está ocurriendo bajo las aguas del Mediterráneo. La Caulerpa taxifolia, un alga propia de mares tropicales, escapó en 1984 de los tanques del Acuario de Mónaco en los que se exhibía. En poco tiempo colonizó amplias zonas de la costa francesa hasta alcanzar el litoral español. Allí donde se instala, el ecosistema queda reducido a una pradera de algas no comestibles, con lo que, además de verse afectada la diversidad biológica, también se pone en peligro la pesca.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_