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Los servicios de atención a menores empiezan a recibir solicitudes de asistencia de familias medias

Un programa de Asuntos Sociales de Granada ayuda a padres con hijos conflictivos

Padres muy ocupados que pasan el día trabajando a los que les resulta más fácil pasar por alto cualquier cosa que hagan sus hijos; hijos que lo tienen todo, que no han oído un 'no' en su vida y que, quizá, oyen el primero a los 14 o 15 años. Consumo desenfrenado. Esa es la nueva preocupación de los servicios de asistencia social que, en este momento, ven cómo el nuevo estilo de vida les está llevando una nueva clientela a sus despachos: hijos y padres de familias perfectamente establecidas. Al delincuente marginal le ha salido una réplica en el seno de la familia media.

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Si hace años su preocupación mayoritaria era atender a jóvenes excluidos o de zonas marginales, parte de los desvelos de psicólogos y trabajadores sociales se redirigen en los últimos tiempos a los vástagos de familias normales, de clase media o media-alta, con un modo de vida parecido a esto: padres e hijos que ni se entienden ni se atienden; hijos que se ven solos y se refugian en la pandilla. A partir de ahí, las distancias se agrandan y la familia hace aguas, generalmente por el sitio más débil: los adolescentes se sienten perdidos y se meten en líos. Y esto, ahora, en el centro de la ciudad.

En Granada, desde hace seis meses, funciona un programa de ayuda a padres con adolescentes muy conflictivos. Todos necesitan ayuda: padres e hijos. María José Sánchez, delegada de la Consejería de Asuntos Sociales en Granada, puso en marcha este proyecto preocupada ante esta nueva demanda.

La franja de los 13 a los 17 años es una pesadilla. En el año 2000, los Servicios de Atención al Niño (SAN) de Granada actuaron en 45 ocasiones de conflicto entre padres e hijos. En 12 casos, hubo que retirar a los niños o niñas del hogar familiar y llevarlos a centros de acogida. Luisa Caldera, responsable del SAN granadino, estima que 10 de ellos podrán volver pronto a casa. Sin embargo, la retirada de la casa, aunque sea temporalmente, en este tipo de familias es algo novedoso y que antes sólo ocurría en ámbitos de marginación. Caldera, con muchos años de experiencia en este tipo de conflictos, cree que 'casi siempre que hay niños conflictivos o de riesgo, lo que realmente hay es una familia en crisis'. En muchas ocasiones, son padres y madres que, si bien no han desatendido a sus hijos, empiezan a poner límites en la adolescencia - 'demasiado tarde', según Caldera-. 'No se trata de abandono del cuidado de sus hijos, pero sí de no ejercer la tarea educativa, que requiere presencia, tiempo y límites', añade.

Caldera ve otro problema añadido en este desplazamiento socieconómico del conflicto: 'En las zonas de exclusión social, el sistema está rodado y la red de psicólogos y trabajadores sociales está perfectamente al día de lo que ocurre. Esto no es tanto así en áreas o familias de clase media. Aquí cuando salta el problema, aparece muy agravado'.

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María Jesús Marquina, psicóloga de la Fiscalía de Menores de Granada, opina que 'el niño no sale rebelde porque sí'. El padre y la madre deben ser un 'equipo educador y no dejar que el niño, que es el rey de la casa de pequeño, se convierta en un tirano en la adolescencia'. Marquina afirma que demasiadas veces 'a los niños se les ocupa, pero no se les atiende'. Marquina conoce bien el asunto porque está acostumbrada a ver situaciones cada vez más difíciles: además de los jóvenes que cometen delitos, en su despacho es cada vez mayor el número de jóvenes denunciados por sus padres. En ese momento, no hay duda: la situación es crítica.

El excesivo consentimiento es también origen de problemas. Emilio Calatayud, juez de menores de Granada, ve a diario adolescentes en riesgo, con frecuencia hijos de padres perfectamente establecidos: 'La autoridad paterna ha entrado en crisis. Debemos tener claro que los padres no somos amigos, somos padres', insiste el juez, que opina que la 'autoridad paterna' está considerada como algo 'franquista' cuando es algo totalmente vigente.

A finales de esta semana, dos familias esperaban a la puerta de la Fiscalía mientras sus hijos declaraban por haber sido acusados de poner obstáculos en una carretera, con el peligro de causar un accidente, y de robar en un cortijo. 'Bueno, sí, habían puesto cosas en la carretera, pero era una gamberrada que realmente no había provocado ningún accidente', argumentó un padre. Sobre el robo, sus hijos no habían podido ser ('son niños normales', 'no son capaces de algo así',...). Una de las madres, muy enfadada, no entendía por qué 'tenía que estar allí perdiendo la mañana'. Sin embargo, poco después de negar los cargos, el padre de uno de los acusados reflexionaba: 'Si no aprendemos de ésta, no habremos conseguido nada'. El juez de menores insiste en esta parte: que las familias no 'tapen'; más vale ese sofocón y lo que se pueda aprender de él.

María del Valle y Evelino pertenecen a Imeris, una asociación encargada en Granada de educar a jóvenes denunciados o condenados. El año pasado atendieron 170 casos de jóvenes. En lo que va de éste, ya llevan 210. Los dos están de acuerdo en que los conflictos en las familias normalizadas van a más. 'Los padres no están en casa y los hijos se van con sus amigos a edades más tempranas de lo que deberían. Los colegas no tienen resortes para resolver los problemas sociales o afectivos de los niños', dicen.

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