Faltó el aliento de Puccini
Basada en un folletín que se publicó por entregas -las Scènes de la vie de bohème, de Henry Murger-, La Bohème de los libretistas Giacosa e Illica dramáticamente acusa estos orígenes interrumpidos. Más que una ópera de planteamiento, nudo y desenlace, se configura como una suma de cuadros: la buhardilla de Rodolfo, las calles del barrio Latino y sus sórdidos, por más que aparentemente alegres, cafés del París de los primeros años del siglo XIX. El mérito de Puccini es conceder a la dispersión de ambientes un aliento único sirviéndose de dos bazas que trabaja como nadie: por un lado, un trenzado melódico en la orquesta que, sirviéndose libremente del leitmotiv, le permite un desarrollo dramático que el libreto no le facilita; y por otro, una escritura vocal de extraordinaria tensión que da sustancia a unos personajes nuevamente poco perfilados en el libreto.
La Bohème
De Puccini. Intérpretes: W. Fraccaro, M. Bayo, R. Schörg, M.Lanza, G. Suovanen, O. Mori, S. Palatchi. Orquesta y coro del Liceo. Dirección musical: Bertrand de Billy. Dirección escénica: Giancarlo del Monaco. Barcelona, Liceo, 7 de octubre.
Si esta Bohème que ha abierto la temporada del Liceo no acaba de funcionar es precisamente porque ni un aspecto ni otro están suficientemente redondeados. Es cierto que la representación de ayer alcanzó momentos de gran dramatismo, como el del último cuadro, donde María Bayo apuró sus mejores recursos y encarnó una muerte de Mimí impecable, de alto voltaje emocional. Pero en La Bohème, insistamos, eso no basta: si no funciona como un único arco de violín, irremediablemente aparecen las costuras de la estructura.
De Billy se mostró algo irregular. Si en algunos pasajes -el dúo del cuadro tercero, en concreto- levantaba al conjunto orquestal y le imprimía una vibrante tensión, en otros puntos lentificaba hasta dar la impresión de que se desentendía de la partitura. Extraño, porque desde el punto de vista tímbrico, tan fundamental en Puccini, dejó claro que había trabajado a fondo con los músicos. Tal vez sea eso: el trabajo de detalle ha acabado por perjudicar la visión de conjunto.Tampoco las voces convencieron del todo. Walter Fraccaro es un tenor de notable línea, pero -¡ay!- de fuerza escasa, una voz pequeña que no arrastra. A María Bayo, por más que lo ha incorporado en diversas ocasiones, no acaba de vérsela cómoda en el papel de Mimí: más que de adecuación de la voz a la parte, se diría que es el carácter del personaje lo que no comparte la soprano. A ella le van los papeles más activos: el de Susana mucho más que el de Mimí. La Musetta de Regina Schörg salió demasiado señora; esto es, demasiado poco puta (con perdón). El mejor, Manuel Lanza: protagonizó un Marcello seguro y lleno de vida. La producción, ya estrenada en Madrid, de Giancarlo del Monaco padece de un cierto abigarramiento en las escenas corales, pero a la vez utiliza recursos de una notable fuerza, como los cambios de cuadro vistos: el café Momus desplazándose al centro de la escena es todo un hallazgo.
Babelia
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