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Columna
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La nueva estrategia mundial

La ofensiva terrorista contra Estados Unidos puede suponer unas pérdidas directas de 20.000 millones de dólares (21.739 millones de euros), según los cálculos de las aseguradoras, pero las pérdidas indirectas, medidas por las pérdidas de unos tres billones de dólares (3,2 billones de euros) en las bolsas de todo el mundo, multiplican por 150 esa cifra. Esto refleja el temor a los desórdenes mundiales, incluso a que se produzca una guerra. Desde el punto de vista económico, la solución no es un paquete de medidas para estimular la actividad, como algunos piden, sino medidas para restaurar la confianza.

Evitar la guerra es lo más importante. A pesar de la retórica, Estados Unidos fue golpeado por un atentado terrorista masivo, no por la primera guerra del siglo XXI. Responder con la guerra sería un gran error, como la respuesta al asesinato del archiduque Fernando en Sarajevo, que dio comienzo a la I Guerra Mundial. En 1914, como en la actualidad, la globalización parecía inevitable. Pero la carnicería de la I Guerra Mundial, seguida de dos décadas de desastres económicos y de la II Guerra Mundial, puso fin a la globalización durante dos generaciones. Es mejor que no juguemos con la paz ni con la economía mundial.

Una guerra general y violenta sería impredecible y desastrosa para todos, Estados Unidos incluido

La lección que nos da la historia económica contemporánea es que vivimos en una economía con redes mundiales. Las interrupciones del comercio, las finanzas, los viajes y la producción mundiales afectan gravemente a la economía global. Recientemente, por ejemplo, la caída provocada por el estallido de la burbuja financiera de Estados Unidos fue más aguda, y los vínculos entre mercados más fuertes, de lo que en un principio se predijo.

Las respuestas económicas claves al acontecimiento del 11 de septiembre deben, por lo tanto, reforzar la globalización y volver a comprometer a los Gobiernos con el éxito de ésta, haciendo que funcione para todos, incluidos los más pobres. De otra forma, la inversión empresarial y el consumo se hundirán, y la economía mundial caerá estrepitosamente.

Éstas son las medidas más necesarias:

1. Soluciones diplomáticas para detener a los terroristas. Si los talibán necesitan pruebas para entregarlos, Estados Unidos debería proporcionárselas. Por supuesto, destruir la capacidad de los terroristas es esencial. Pero las acciones militares deben seguir siendo el último recurso.

2. Reforzar la confianza en la infraestructura del comercio y el transporte internacionales.

3. En coordinación con otros países, deberían romperse las redes terroristas, interrumpiendo sus métodos de financiación, sus viajes y la entrega de armas.

4. Es necesario insistir en que la OPEP evite interrupciones en el suministro de petróleo o en los precios. Dado que son los más vulnerables, deberían acceder gustosamente. En caso de ser necesario, se debería ofrecer escolta militar para garantizar el suministro de energía.

5. Los bancos centrales deben garantizar una amplia liquidez, como ya han estado haciendo. Con un país todavía en recesión, el Banco de Japón debería contrarrestar activamente una nueva revalorización del yen (a más de 120 yenes por dólar).

6. Una nueva ronda de comercio en la Reunión Ministerial de la OMC prevista para noviembre debería dar señales de la intención de seguir fomentando el libre comercio. Esto requiere medidas activas dirigidas a mejorar el acceso de los países pobres al mercado de los países ricos (especialmente para las exportaciones de ropa y productos agrícolas) y a establecer leyes de propiedad intelectual más justas.

7. Estados Unidos debería despertar de dos décadas de abandono de las urgentes necesidades de los países pobres. Debería hacer más para luchar contra el sida, cancelar la deuda y aumentar la ayuda exterior.

Como centro de la red mundial de producción, comercio y finanzas, Estados Unidos es el país que más se juega en el éxito de la globalización. Una guerra general y violenta sería impredecible y desastrosa en potencia para todos, Estados Unidos incluido. El liderazgo en la protección de una sociedad global pacífica y conectada es la verdadera vocación de la política exterior del siglo XXI.

Jeffrey Sachs es catedrático Galen L Stone de Economía, y director del Centro para el Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard.

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