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Reportaje:

El político que sólo conocía a Aznar

Enrique Giménez-Reyna ocultó bajo su perfil de técnico solvente ajeno a la política el lastre de su entramado familiar

La noche en que el secretario de Estado de Hacienda Enrique Giménez-Reyna anunció a sus colaboradores su dimisión no mencionó los almuerzos en los que ejerció de intermediario entre Antonio Camacho, principal accionista de Gescartera, y la presidenta de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, Pilar Valiente. Tan sólo les dijo que su relación con Gescartera se limitaba al millón de pesetas invertido; que no se reconocía enemigo de nadie, pero que se encontraba en medio de una guerra que no estaba dispuesto a hacer soportar a su familia. Después se derrumbó. Y concluyó la reunión de una manera abrupta, tan fulminante y sorprendente como su nombramiento en mayo del año pasado como secretario de Estado de Hacienda.

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La pregunta que algunos dirigentes del Partido Popular se hiceron entonces, cuando llegó como hombre de confianza de un ministro, Cristóbal Montoro, al que apenas conocía, fue: ¿quién es su mentor? ¿Cómo ha llegado hasta aquí alguien ajeno al partido?

Muy pocos recordaban en el ministerio a este asesor fiscal de 52 años, casado y con tres hijos ya mayores. En 1996, cuando fue nombrado director general de Haciendas Territoriales, aterrizó directamente desde su maraña de empresas, no todas con el mejor de los pasados: Zurdo y Giménez-Reyna, Velázquez Worldwide, la ceutí Ficoter e, incluso, la liquidada agencia de valores Sefisur, en la que algunos malagueños aún esperan recuperar parte de su dinero. Desde esos despachos profesionales, Giménez-Reyna asesoraba empresas, entre ellas Gescartera, la que ahora le ha expulsado de la política.

Pero durante esos cinco años, desde 1996 hasta ahora, pocos sospechaban de sus entramados bursátil y familiar. La discreción de Giménez-Reyna llegaba hasta tal punto que muy pocos en el PP sabían que el secretario de Estado tenía un hermano, José, que es coronel de la Guardia Civil; otro hermano, Francisco, que trabaja en una sociedad del Ministerio de Ciencia y Tecnología, y una hermana, Pilar, que era presidenta de Gescartera.

¿Quién era su mentor? Giménez-Reyna no tenía carné del PP. Tampoco lo tiene ahora. El malagueño que hasta hace pocos días era la mano derecha de Cristóbal Montoro no es el tipo que hace ostentación de dinero comprándose 100 trajes de Armani, tal como hizo Antonio Camacho, principal accionista de Gescartera. Fue presisamente la relación de Enrique Giménez-Reyna con Camacho, y la imputación de su hermana Pilar por estafa ante los tribunales, la que echó por tierra su imagen inmaculada de alto cargo con elevada preparación técnica y reconocida capacidad de negociación política.

¿Cómo había llegado a ser secretario de Estado? Pocos dirigentes del PP habían coincidido con él entre 1981 y 1986, cuando fue subdirector general de Tributos Locales. Pocos sabían que la Hacienda territorial era una de sus aficiones profesionales. Pero uno de sus antiguos compañeros, en realidad, subordinado en aquella época, se acordaba perfectamente de él. Aquel inspector de Hacienda que trabajó a sus órdenes el año 1981 y hasta que ganó un escaño como diputado por Ávila en las elecciones de 1982 por las filas de Alianza Popular se llamaba José María Aznar. Él era su mentor.

Quienes trabajaron con ambos recuerdan que coincidían por su carácter reservado y sus ideas conservadoras. No recuerdan que dieran muestras de una amistad anterior, aunque, por sus relaciones familiares, la tenían. Quienes conocen a Giménez-Reyna coinciden en que el ex secretario de Estado es un buen amigo de sus amigos, un hombre religioso y un fuerte defensor de los valores familiares. Por amistad con Aznar aparcó sus negocios para ser director general de Haciendas Territoriales, primero, y de Tributos, después, en el primer Gobierno del PP, y por la misma razón se reenganchó como secretario de Estado en esta última etapa.

Enrique Giménez-Reyna se resistió a ser nombrado número dos de Hacienda hace ahora poco más de un año. Pero Aznar le convenció. Tampoco es que hubiese mucho donde elegir. En el mundo de la asesoría fiscal, donde se mueve mucho dinero y los contactos con el poder se cotizan alto, surgen pocos candidatos con un buen perfil técnico y la adecuada orientación política. Este ex alto cargo de Hacienda tiene las ideas claras y las explica bien; consigue labrar una relación correcta y amable con subordinados y jefes, y logra formar equipos estables.

Pese a ello, en sus primeros cuatro años en Hacienda, aunque siempre puso un poco de humor en el pedregoso mundo de los impuestos, no pudo ocultar una tormentosa relación con su antecesor en el cargo y jefe directo, Juan Costa. En mayo de 2000, tras la segunda victoria del PP, el macroministerio de Economía y Hacienda que encabezaba Rodrigo Rato fue desgajado en dos, ambos bajo la supervisión del vicepresidente económico, pero Hacienda con un nuevo ministro, Cristóbal Montoro, que se incorporó recientemente al PP. En un primer momento Montoro le pidió que no dimitiera. Ahora ha abierto una investigación interna para ver si Giménez-Reyna, como secretario de Estado, pudo cometer alguna irregularidad con Gescartera u otra empresa. Costa, ahora como secretario de Estado de Comercio, sigue bajo las órdenes directas de Rato, quien también se apresuró a defender en un primer momento a Giménez-Reyna. Entre 1996 y 2000, Costa no consiguió consolidar un equipo y Giménez-Reyna acabó quemado como el que más. Que congeniasen habría sido un milagro. Las aspiraciones políticas de Costa, con apenas 30 años, pretendían resultados inmediatos.

El estilo de Giménez-Reyna era más pausado, menos estridente. Y sus amigos, no menos poderosos que los de Costa.

Pilar Valiente aseguró en el Parlamento que Giménez-Reyna es 'compañero y amigo personal' suyo. En efecto, los almuerzos entre Antonio Camacho, la presidenta de la Comisión Nacional y el ex secretario de Estado se organizarón bajo una base de camaradería entre Valiente y Giménez-Reyna, ambos inspectores de Hacienda, que venía de antiguo. Giménez-Reyna promovió la creación de la Asociación Profesional de Inspectores de Finanzas del Estado a principios de los ochenta. Ella presidió esa asociación a finales de esa década.

La querencia de Giménez-Reyna por los segundos planos, lejos de los focos; su sentido casi sublime de la discreción, ha estallado por los aires. Toda su imagen de técnico solvente contrastará con el escándalo de Gescartera, con sus comidas de intermediación con Camacho y Valiente y con el futuro judicial de su hermana Pilar.

Enrique Giménez-Reyna, durante una entrevista con este periódico el pasado diciembre.
Enrique Giménez-Reyna, durante una entrevista con este periódico el pasado diciembre.RICARDO GUTIÉRREZ

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