_
_
_
_
_
Crónica
Texto informativo con interpretación

A medio dedo del bronce

Manolo Martínez logra el mejor puesto de la historia de un lanzador español, pero se queda a dos centímetros de la medalla

Santiago Segurola

Pocas veces se ha visto tanta desolación en el atletismo español por un cuarto puesto. Menos aún en el lanzamiento de peso, especialidad tan orillada que prácticamente no existía. Pero así son las cosas cuando aparece un fenómeno que desbarata todas las teorías pesimistas y se enfrenta inter pares a los mejores. Manolo Martínez, que se dañó su dedo anular en su tercer intento, se quedó a dos centímetros del bronce y no pudo ocultar su frustración. No importó la evidencia de su progresión: en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000 fue el sexto, con 20,55 metros, entonces récord español. Su mejor tiro en Edmonton fue de 20,91, marca honorable que no le sirvió para superar al finlandés Arsi Harju, con 20,93.

Más información
Un lanzamiento de plata

Vista su actuación con perspectiva, el único posible reproche a Martínez es su dificultad para lograr un lanzamiento en los límites de su plusmarca nacional (21,24 metros). Sin embargo, los récords son excepción, no norma, por lo que se le puede dar un notable. Entre los Juegos y los Mundiales ha mejorado casi medio metro, palabras mayores. Tampoco puede sentirse frustrado en una competición que dio la victoria al estadounidense John Godina, el mejor de los últimos diez años. Otro ilustre, el también norteamericano Adam Nelson, fue segundo, con 21,24, fuera de los márgenes que había marcado en su serie. Ese tiro fue inmediatamente después del mejor de Martínez, que no se recuperó en sus dos últimos.

Martínez pareció liberarse después de su primer lanzamiento. Con 20,78 metros, se colocó en una posición ideal para mejorar poco a poco en los cinco tiros posteriores. Pero la serie no le funcionó bien. 'En el segundo tiro se me reventó la mano', explica, 'y no quiero disculpas, pero afecta'. Hizo nulo en el segundo y lo mismo le sucedió en el tercero. Para entonces, estaba clara la victoria de Godina y la derrota del joven surafricano Janus Robberts, que había impresionado en la serie matinal de clasificación y que ahora salía eliminado con unas marca mediocre. En el cuarto intento, Martínez respiró por fin: 20,91. 'Intenté lanzar técnicamente bien, sin forzar la mano, que es lo menos importante'. Estaba cerca de sus mejores lanzamientos de la temporada y figuraba en la tercera posición. La medalla era posible. Tenía por delante al inalcanzable Godina, con 21,88, y al campeón olímpico, Harju, con 20,93. Pero entonces se descolgó Nelson con un tiro de 21,24 metros que obligó a Martínez a remar contra la marea.

No hubo reacción en los dos últimos intentos. Durante toda la prueba, el español había permanecido aislado de sus rivales. Caminaba arriba y abajo con gesto abstraído, sin mirar a la grada del fondo, donde Carlos Burón, su entrenador, ocultaba la tensión con una actitud impasible. Martínez no pareció impresionado por la dificultad de sus dos últimos lanzamientos. Continuó su rutina. De vez en cuando, botaba un poco y efectuaba un tiro imaginario, como si repasara una y otra vez la película técnica. Tenía un desafío posible: sólo dos centímetros le separaban de Harju. Tendría que conseguirlo en apenas 1,6 segundos, pues la secuencia de cada lanzamiento es de 80 centésimas. Hacía calor, circunstancia que no le gusta, y la tensión era evidente. Estaba ante uno de los sueños de su vida. No lo hizo realidad y no pudo ocultar su decepción. Se alejó con gesto serio de la zona de lanzamientos, tiró la muñequera al suelo y se sentó en un banco. Allí permaneció inerme durante varios minutos. En la grada, Burón tambien guardaba silencio. Sólo después de un largo rato hizo un comentario: 'Esperaba algo mejor'. 'Yo me voy muy satisfecho', dijo ayer Martínez.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_