Otar Iosseliani cree que hacer comedias es una necesidad vital en esta época difícil
San Sebastián dedicará una retrospectiva al cineasta, que estrena 'Adiós, tierra firme'
La edición de este año del Festival de Cine de San Sebastián contribuirá, dedicándole una retrospectiva, a paliar en cierto modo el desconocimiento sobre este cineasta que posee una sólida y larga trayectoria cinematográfica. Otar Iosseliani, nacido en Georgia (cuando este país pertenecía a la Unión Soviética), presentó ayer Adiós, tierra firme, película con la que acudió al Festival de Cannes en 1999.
El aspecto serio de Iosseliani no es incompatible con una mirada irónica y socarrona de la vida que se refleja en su obra. Ayer habló de su película, de sus filias y fobias, de los personajes y de cómo hay que beber bien para acabar siendo un buen bebedor y no un desgraciado. Le preguntaron si su cine está bajo la influencia del surrealismo, de Buñuel. 'En mi oficio podemos estar afectados por cualquier cosa, salvo por el cine, porque es bastante maleducado que te influya otro tipo de cine', contestó en francés. 'Puedo aceptar influencias de Swift o de Lafontaine, pero no creo que el cine haya acumulado suficiente bagaje metafísico como para influir en otros cineastas'.
Complicidad El director de Los favoritos de la Luna (premio especial del jurado en Venecia 1983) admite cierta complicidad con sus colegas basada en que todos han vivido la misma época. 'Hemos vivido juntos los desastres de las guerras, de los regímenes totalitarios; todos hemos visto los aspectos ridículos de la conducta humana, una especie de círculo de la desesperanza y, en este sentido, cuando mis colegas han intentado reflexionar sobre ello, en el mejor de los casos les han salido comedias, que es la más triste de las formas artísticas'.
Considera este director que la época actual es una de las peores que se han vivido. 'Si hablamos de la antigua comedia griega, de Aristófanes, nos damos cuenta de que su época no era tan mala como la nuestra. Ni siquiera la época de Molière era tan mala. Eurípides o Sófocles escribían tragedias por falta de auténticas tragedias en sus vidas'.
¿Es un nostálgico Iosseliani? Por respuesta, un 'no' seco. ¿Y un radical? 'En cada uno de nosotros existen cosas que detestamos profundamente. Por ejemplo, yo no soporto la vulgaridad de los políticos'. Tampoco se considera un pesimista: 'Si uno es pesimista, no hace nada'. Piensa que la ironía, un recurso al que acude a menudo, es el instrumento más eficaz para entablar un diálogo con el espectador, 'para sonreír juntos con las cosas que otros hacen con seriedad y que a nosotros nos parecen una tontería'.
El propio Iosseliani encarna al padre de la familia de Adiós, tierra firme, que transcurre en una gran mansión en las afueras de París. El hijo adolescente, una suerte de indolente y crédulo, se escapa de ese entorno, y en sus correrías le ve las orejas al lobo. 'Los personajes son presos de sus propios deseos. Una cosa típica de todos los presos es que sueñan con conseguir una vida mejor. La cárcel es el castillo en el que vive ese joven, la prisión para otros personajes es la calle, su estadio social del que tampoco pueden salir'.
Prisión Preguntado acerca de una pintada sobre los presos de ETA que se ve en una de las secuencias, el director siguió desarrollando su noción de prisión. 'Todos estamos de alguna manera dentro de una prisión. En la época de los campos del Gulag, en la Unión Soviética, donde mi padre pasó muchos años, cuando por fin salió, dijo: 'Soñaba con salir de esta cárcel, pero me he dado cuenta de que entro en una cárcel inmensa'. Autor del cortometraje Euskadi (1982), el director subrayó que cuando lo hizo sólo le interesaba reflejar su encantamiento con 'un pequeño país que descubrí, de su vida espiritual, simple y rica, y de su sentido de la amistad'.
En Adiós, tierra firme, se canta y se bebe mucho. Se canta 'de otra manera', canciones que casi están olvidadas, 'porque para cantar como Madonna es perfectamente posible hacerlo sin ningún tipo de oído'. Y del alcohol dijo que es una cosa 'muy seria'. 'Hace falta saber beber y os voy a explicar el método: nunca hay que beber con un cabrón; nunca hay que beber cuando uno está triste; nunca hay que beber poco; si se bebe, se bebe. Eso nos permite compartir ese pequeño momento de alegría con las personas que nos resultan simpáticas'.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.