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Columna
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Euskadi Sioux

Primero en la biblioteca Bidebarrieta de Bilbao y después en Koldo Mitxelena Kulturgunea de San Sebastián llega una exposición sobre Euskadi Sioux. Es una manera de recuperar el recuerdo de aquella revista gráfica que se publicó en 1979. Se presentaba sobre la divisa Hau bizi mundu petrala-El terror de lo cotidiano y satirizaba sobre los más inverosímiles temas susceptibles de inquietar nuestra joven sociedad democrática. Era una válvula de escape para situaciones de tensión y motor en la búsqueda de nuevos territorios de expresión. Aquellos años, en los que la noche franquista empezaba a quedar atrás, estaban llenos de esperanzas e ilusiones. Todo parecía posible, hasta un bisemanal satírico encabezado por escritores, pintores, dibujantes y fotógrafos, todos al unísono, en un crisol de ideas renovadoras, promoviendo formulas vanguardistas, rompiendo sórdidas monotonías.

Solo se publicaron siete números, no pudo encontrar audiencia suficiente para subsistir. La sencillez del papel de periódico en que se tiraba la revista realzaba la grandeza e imaginación de sus contenidos. A la cabeza estaba José Mari Aguirre, seguido por Vicente Ameztoy, Juan Carlos Eguillor, Yon Zabaleta, Maya Aguiriano, Bernardo Atxaga, Antton Olariaga, Rosa Valverde, José Luis Zumeta, Rafael Castellano y, entre otros muchos, el inolvidable fotógrafo Arturo Delgado. No había tema tabú. Podía ser la Euskadi oficial o marginal, todo se trataba con el mayor desenfado. Textos e imágenes se convertían en auténticos picotazos que escocían con una sonrisa final. Los recursos gráficos pasaban por el cómic, los dibujos, el fotomontaje, la fotonovela, retratos obligados o sencillamente fotografías con más o menos actualidad que se acoplasen a el guión previsto.

Después de los años vamos a poder admirar el fruto de aquel trabajo donde se fundieron distintas disciplinas plásticas para conformar un proyecto rico en su mestizaje de opiniones y significados. En esta soldadura de elementos aparentemente dispares se juega con todos los puntos de vista posibles. Las imágenes enseñan como sube o baja la cámara buscando picados o contrapicados, hacia delante o hacia atrás, a un lado o a otro, hasta encontrar el ángulo más deseado. Algunas composiciones rememoran la vanguardia de los años veinte, otras aportan perspectivas más intrépidas. Por su parte, figuras silueteadas de fotos o dibujos permiten escapar de la obligada regularidad geométrica impuesta por el tradicional rectángulo.

Herencia dadaista, emparentados con el constructivismo soviético, los fotomontajes compuestos por fragmentos autónomos de fotografías, dibujos y pinturas eran punta de lanza para las criticas más mordaces. Sin escapar de una hechura poética se convertía en discurso eficaz para transmitir pensamientos. Los recién descubiertos travestíes, la hermosura de un papa polaco, la ecología o el Eros de los políticos vascos eran susceptible de un tratamiento disparatado. Incluso (¡que tiempos aquellos!), la caricatura de un etarra enmascarado, con sonrisa de cuarto creciente, cuya capucha esgrimía una pluma con aspa, cruz y colores de ikurriña, también era motivo de chanza. Las fotonovelas ocupaban la última página. A veces seguían un guión atinado, otras, desde expectativas más experimentales, desvelaban una idea concreta con una combinación no secuencial de imágenes. Así llegaron: Josetxo! El despertar de una adultera, Amonaren kontu zaharrak, Arzalluz en comunión espirituala o Como Aberri no hay Eguna. Tratados con respetable sorna se inspiraban en las convulsiones humanas de un País Vasco con la mira puesta en un futuro lleno de interrogantes.

Ahora, desde la distancia del tiempo, podemos admirar formas y contenidos de una experiencia original (única en su genero) que, a pesar de todo el ingenio y buena voluntad puesta en ella, se vio frustrada en su andadura comercial. Con esta iniciativa se recupera un referente de donde se extraen enseñanzas y, sin duda, ánimos para seguir buscando innovaciones en la expresión plástica.

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