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Reportaje:

George Martin, el cerebro del pop

El productor de los Beatles confiesa, a sus 75 años, que perdió dinero con ellos y que su separación le liberó

Jesús Ruiz Mantilla

Si John Lennon y Paul McCartney eran el alma de los Beatles, Ringo Starr y George Harrison los brazos y las piernas, también había una parte de aquel invento que en los años sesenta cambió la forma de ver el mundo al que podemos considerar el cerebro de todo. Se llama George Martin. Él los descubrió, los encumbró y fabricó ese artefacto del arte popular que desmelenó y quitó el cinturón de castidad a Occidente. Hoy tiene 75 años y vive algo retirado. Está perdiendo la escucha en ese oído derecho que le ha colocado junto a los mitos, y ha pasado por España porque acaba de ser incluido en el claustro universitario de las artes de Alcalá de Henares.

Martin, alto y sonriente, parece un impecable gentleman en la suite del hotel de lujo madrileño donde recibe en zapatillas, descamisado y con Álex Corretja dando derechazos en la televisión. Allí se explica a placer, con su voz profunda y su mano larga, que le va de la rodilla a la mesa. Prefiere hablar del futuro y de su mayor éxito hasta el momento: 'Mi nieta Ella. Tiene año y medio y siempre está riendo'. Pero, pese al entusiasmo de abuelo apasionado e incondicional, no tiene más remedio que meterse a fondo en el pasado y ese tema inagotable: los Beatles y su larguísima sombra. 'Estaba convencido de que valían mucho, pero no de que duraran hasta el siglo siguiente', dice sobre un grupo que acaba de vender 20 millones de copias de su recopilación de números uno en todo el mundo.

'El público de hoy quiere carne, te vampiriza, la culpa es de la televisión, escuchan música con los ojos'

¿Cómo es posible que no se agoten? 'Porque eran buenos', suelta, 'excepcionalmente buenos'. Respuesta absoluta en la que ahonda: 'Tocaban la fibra de la gente allá donde iban y dieron a la música una expresión de belleza y libertad'. Los que les han seguido han logrado cosas, pero no las mismas, algo que, según Martin, depende de una diferencia cualitativa: 'El genio. Ellos lo tenían; los demás, no'.

Lo dice quien ha producido discos de jazz, folk, rock, pop, música clásica, comedias musicales, bandas sonoras... Entre todo eso habrá algo que le seduzca especialmente. 'No, me gusta todo, me aburro con una cosa sólo. Creo que por eso pude lograr que los Beatles fueran algo más que un mero grupo de rock, que grabaran canciones con orquestas y dieran otros aires a sus composiciones'. Como el secreto de Yesterday, canción que Martin logró que adaptaran a un cuarteto de cuerdas. Hoy, gracias a esa idea genial, va a poder sacar partido de ella para construir un centro cultural en la isla de Monserrat, en el Pacífico. Será con una subasta de litografías de la partitura de Yesterday por Internet el 14 de junio, cuando se cumplen 36 años de la canción cuyos acordes crearon Lennon y McCartney y orquestó Martin. 'Así firmó Paul la partitura: 'Yesterday, de Lennon, McCartney, Martin y Mozart'.

Como ven, sigue dándole a la cabeza. Y en contacto con los tres beatles vivos. 'Lo justo, no nos molestamos, y así, cuando nos vemos, lo pasamos bien'. Se atreve a meterse un poco con McCartney y sus incursiones en la orquestación clásica: 'Es muy interesante lo que hace, pero prefiero a Bach'. Recuerda los mejores y los peores momentos: 'El mejor fue cuando I wanna hold your hand fue número uno en Estados Unidos, montamos una gran fiesta. El peor, cuando grabaron Let it be, John Lenonn estaba como una fiera, muy metido en drogas y se convirtió en una persona a la que no era agradable tratar', rememora.

Y aunque confiesa que con los Beatles lo único que hizo fue perder tiempo y dinero, 'por estúpido', y que el hecho de su separación supuso para él 'una liberación', esgrime sus recetas mágicas para fabricar estrellas de la música duraderas: 'Puedes encontrar a alguien con talento que haga un gran éxito durante un año, pero para durar más necesitas temperamento y saber aceptar el triunfo como los fracasos. Conozco gente que ha sido destruida por el éxito rápido. Ahora es difícil satisfacer a este público joven, quieren carne, te vampirizan'. Y es culpa de la televisión, dice señalando el aparato. 'Esa caja cambia los gustos de la gente, ahora los jóvenes conciben todo por ese invento y por los teléfonos móviles. Escuchan música con los ojos'.

Pero, pese a los elementos y a la batalla, Martin sigue teniendo unos principios claros y una concepción que le ha convertido en un hombre clave de la cultura contemporánea y el mundo del espectáculo: 'La música se debe hacer para dar placer y para que lo disfruten otros. Esos compositores que trabajan para sí mismos son egoístas y su esfuerzo no tiene sentido. El arte es para los demás', cuenta con algo de pena porque entre tanto jolgorio,tanto sarao y tanto homenaje no le queda tiempo para ver el Museo del Prado, ya que salió ayer para Londres con intención de llegar a votar. A Tony Blair, por supuesto. Él no quiere tener nada que ver con los tories hijos de Margaret Thatcher, que una vez le recibió con esta frase: 'Así que este señor es uno de los culpables de la juventud que tenemos hoy', cuenta suspirando. '¡Dios mío, qué mujer!'.

George Martin, entre Manuel Gala y Luis Cobos.
George Martin, entre Manuel Gala y Luis Cobos.LUIS MAGÁN

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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