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Reportaje:

Al mar lo que es del mar

La Capitanía Marítima de Gandia desarrolla un plan para crear arrecifes artificiales con viejos barcos de madera

'¡Qué mejor fin para una embarcación que el mismo lugar donde empezó sus días!'. Este impulso afectivo ha llevado durante años a muchos pescadores a dar a sus barcos un fin más digno que el desguace y a hundirlos en el mar. En la mayoría de casos la embarcación era fondeada completa, y en ocasiones, además, con motores incluidos, piezas metálicas y todo tipo de materiales que el paso del tiempo convirtió en inservibles. Esta costumbre ya no es posible. Las normativas europeas y estatales para evitar la contaminación marina prohíben esta práctica. Ahora bien, no ponen impedimentos a sumergir el casco de madera de la nave, siempre que esté exento de productos no biodegradables, con un nuevo objetivo: que acabe sus días como refugio y hábitat de flora y fauna subacuática, la misma que seguramente pescaría en sus años de actividad.

Desde hace dos años la Capitanía Marítima de Gandia, en colaboración con la Consejería de Agricultura y Pesca, desarrolla un programa dirigido a este fin. Las subvenciones de la Unión Europea para la modernización de las flotas pesqueras motivaron que muchos pescadores se lanzaran a cambiar sus viejas barcas de madera por nuevas de fibra. ¿Qué hacer entonces con los antiguos barcos? La solución se encontró en un proyecto de creación de un arrecife artificial, a unas cuatro millas de la costa, que se inició en 1999. Ayer, dos nuevas embarcaciones, de 12 y 18 metros de eslora, respectivamente, se sumaron a la decena de cascos sumergidos a 24 metros de profundidad. Entre ellos dos antiguos remolcadores del puerto: el Vigor y el Vicentín I. La tarea fue todo un ceremonial. Una embarcación pesquera arrastró el barco más pequeño al punto señalado y un remolcador condujo el mayor, con 50 años en su carta de navegación, y a uno de los hijos del propietario, buceador de afición, que intervino en las tareas de hundimiento y filmó todo el proceso. El capitán marítimo, Luis Díaz, coordinó la operación desde una embarcación de Salvamento Marítimo, procedente de Xàbia. No perdió detalle de los restos de una de las embarcaciones que salieron a flote tras su hundimiento. 'No se pueden quedar trozos de madera en superficie porque pueden producir daños a otras embarcaciones', explicaba el capitán.

Los restos de pintura, así como de aceite o gasolina, que pueden ser contaminantes, son eliminados previamente y al fondo del mar sólo llega madera limpia y hormigón para ayudarle a sumergirse. 'Los barcos se convierten en un foco de atracción para las especies marinas, que colonizan rápidamente y regeneran por sus propios medios', manifiesta Lluís Nieto, biólogo y buceador científico. Nieto ha realizado numerosos trabajos de investigación sobre el fondo subacuático de La Safor, y colabora también en el programa de hundimiento de barcos frente a la costa gandiense. El biólogo se encuentra estudiando ahora los diferentes hábitats subacuáticos que se han generado en los arrecifes de hormigón, y los originados en los cascos de madera, mucho más adecuados, explica, 'ya que la madera termina por desaparecer con el tiempo'.

Además de su función regeneradora, el arrecife puede convertirse en punto de atracción de submarinistas, así como en caladero comercial para la zona. En la isla de Cuba, por ejemplo, se desarrolla una experiencia parecida con palés de madera para la cría de langostas. '¿Qué mejor forma para que un barco acabe sus días?', dice Nieto.

Uno de los barcos de madera hundidos ayer frente a la costa de Gandia para crear un arrecife.
Uno de los barcos de madera hundidos ayer frente a la costa de Gandia para crear un arrecife.JORDI VICENT
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