_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Botafumeiro

Allá por el siglo XII llegaban los peregrinos a Santiago de Compostela procedentes de media Europa. Polvo, sudor, barro y suciedad acompañaban a los caminantes hasta esa catedral donde la leyenda indica que reposan los restos del Santo Apostol. En aquellos siglos románicos, la higiene tenía sus problemas: se desconocía el jabón líquido de avena que suaviza e hidrata según las necesidades de cada piel; tampoco estaba al alcance de los devotos de Santiago el champú con esencias naturales de leche de almendras, ni la crema hidratante elaborada con nueces del Brasíl. Dada la carencia, además, de lavadoras automáticas que operan con detergentes frescos y concentrados extraídos de las flores silvestres del Pirineo, la atmósfera que se respiraba en la iglesia compostelana estaba cargada y enrarecida al llegar los piadosos caminantes. Por tal de soportar aquel ambiente sucio y viciado idearon e introdujeron en el sacro recinto el botafumeiro, el enorme incensario de casi dos metros de altura que esparcía por el recinto de las legendarias reliquias olores perfumados y fragantes. Con el tiempo, la acción de manejar el botafumeiro para paliar los efectos de los malos olores, vino a significar tanto como falsa apariencia, hipocresía y adulación.

A propósito, aquí en el País Valenciano, y en el recinto de la plaza pública, no se aspira el aroma y la fragancia de las flores silvestres de la Calderona, ni de la leche de almendras de la montaña alicantina; se respira un aire viciado y sucio procedente de prohibiciones encubiertas como lo es la negativa de los liberales del Partido Popular a ceder la plaza de toros de Valencia a disidentes y nacionalistas. Algo que muchísimos valencianos vemos como un ejemplo sin par de irrespirable intolerancia: la cuestión no es adherirse a la ideología de Eliseu Climent y de los miles de valencianos que de ella participan, sino de asumir que Eliseu Climent y los nacionalistas tienen derecho al uso público de la plaza de toros. La democracia no es tan sólo el poder de las mayorías: es con mucha dignidad también el respeto de las minorías. Los desperfectos innecesarios que causan cuatro desalmados en cualquier concentración ciudadana no justifica la prohibición de esa concentración ciudadana.

Pero todo huele mal en esas medidas hipócritas de quienes se autocalifican de liberales y centristas. No hay extracto de avena ni nueces del Brasíl en esa enorme deuda pública de la Generalitat Valenciana, sino la hipocresía de malos administradores que van a hipotecar en el futuro inmediato hasta lo más perentorio: los servicios sociales. Y el PP gobernante reirá envuelto en el humo de su particular botafumeiro en Canal 9; y reirá la inauguración de centros de ocio, más o menos financiados con dinero de Mongolia exterior. Una atmósfera cargada e insostenible para los pulmones de la vida pública en el recinto de la plaza mayor valenciana. Claro que todo se puede perfumar con el botafumeiro. Aprovechando la tímida ley de parejas de hecho, necesaria pero tímida, Pilar Ferrer emulando a los comentaristas de la noche oscura del franquismo, y con ornamentación retórica perfumada, movió el incensario para hablar del olfato político, la elegancia, la valentía política y dios sabe cuánto más perfume y humo alrededor de Eduardo Zaplana. El botafumeiro, el intolerante neoconservadurismo actual, el anacronismo que se remonta al siglo XII.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_