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VISTO / OÍDO
Columna
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Se necesita oposición

Las elecciones vascas, tan inútiles para la erradicación del terrorismo, pueden ser interesantes para presentir las elecciones generales. No por extrapolación de resultados, que serán muy peculiares en función de los nacionalismos y los miedos y no tienen por qué diseñar lo que aún está lejos, sino por las enseñanzas que adquieran los partidos centrales. No sé lo que será del PP después de no conseguir la mayoría absoluta y no colocar a Mayor Oreja; podrá acusar a todo el mundo de lo que no sea más que su error, o sus varios errores, pero no los va a reconocer. La fuerza que ha podido desarrollar el PP tras la mayoría absoluta es la de una manera beligerante, muy derechista (no ha vuelto nunca más a hablar de centro) de gobernar, y esa manera comprende sacudirse sus propias equivocaciones. Hay muchos españoles a los que gusta ese estilo, y si los antropólogos no se enfadaran por la cuestión de los caracteres nacionales, diría que es muy español. Pero tengo la sensación de que el muchacho colérico y sabidillo fastidia un poco.

Gustaría más Zapatero. Pero el momento que atraviesa con esa cuestión vasca encima es muy difícil. Se ha dejado enredar. Podría ser un tercer partido en esas elecciones; y tendría que resistir la tentación de coaligarse con el PP si es que sus votos juntos les dieran una mayoría suficiente, lo cual es muy dudoso. Aunque se la dieran, tendrá que negarse; aunque le ofrecieran a Redondo la presidencia, lo cual no pasará. Lo que está buscando en él la España centrista y la resignación izquierdista es que desplace a Aznar y que nos quite toda su suciedad franquista, totalitaria, racista, confesional, machista, que parece impregnar a la derecha.

Es muy malo dejar el país sin oposición. Sobre todo cuando se acepta y hasta se defiende el apelativo -de origen- de la izquierda. Perder el gobierno es grave: perder la oposición lo es bastante más, porque es desalojar esperanzas, borrar ilusiones. Ocho años de gobierno de la derecha no son muchos en la vida de una nación, pero sí en la de una persona. Si se convierten en 12, pueden ser definitivos. Las democracias totalitarias de ahora intervienen en sueldos, estados civiles, cuestiones sociales de las personas, de una manera directa; el gobierno alternativo que representa la oposición se hace teórico si no tiene una fuerza de inminencia. No se puede caer en la trampa de considerar los crímenes terroristas como el asunto más grave de una nación y plegar a ello la realidad de 40 millones de habitantes.

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