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Columna
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El fulgor

Las colosales hogueras de cerdos y vacas sobre el horizonte de Inglaterra evocan las piras de una ceremonia de expiación que se alza sin cesar sobre la frontera del siglo. En realidad, desde hace unos años, el mundo se entrega a un sumario de expedientes purificadores como no se había conocido en largas décadas. Tal como si la segunda parte del siglo XX hubiera sufrido el desconcertante vacío de una Guerra Mundial más, los ciudadanos, uno a uno o en pequeños grupos, han llevado a cabo operaciones de limpieza interior que les redimieran de una culpa latente, todavía irredenta.

Porque ¿qué pensar del insólito consumo de laxantes, somníferos y agua mineral como un rito de liquidación diaria? ¿O cómo explicar, más allá de las modas, el auge de la anorexia, el progreso de las dietas y los numerosos programas de desintoxicación? En la neutralización de la libido mediante la anorexia, en la sustitución del alcohol por la bebida más primaria, en la demanda de sueño, hay una inclinación hacia la muerte o, más allá, hacia el placer de la desaparición. Es también el impulso que orienta la tendencia actual de la arquitectura transparente, la insistente demanda de 'juego limpio' en el deporte, la exigencia de la transparencia en los negocios, la política o las ONG.

El mundo se querría a sí mismo diáfano, a la vez que global, homogéneo y, como resultado, invisible. Convertido en una esfera exenta de detritus, memorias o pecados. Es decir, con el PIB global entero en manos del reciclaje, con el pretérito aseado en un museo, con la conciencia liberada de todo peso. La ansiedad por las curas de ayuno en centros clínicos, los bares de oxígeno en las grandes ciudades, el amor por el minimalismo, el vegetarianismo o el zen, aluden a un mismo intento por traducir la gravedad en liviandad, la materia en espíritu, la suma en cero. El siglo XX aparece hoy como el siglo de la grande bouffe, la enorme comilona del consumo, los estragos de las guerras y la guerra de los sexos, la superabundancia del arte y de la ciencia. Ahora llegaría, pues, el momento de la evacuación. La nulidad de la creación, la ambigüedad del sexo, el fin de la ciencia, la incineración de las carnes, el triunfo del humo, el agua y el resplandor.

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