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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Primera reprimenda

Las reglas de la Unión Monetaria prevén el mecanismo de la reprimenda pública contra cualquiera de los países integrados que no cumpla los deberes económicos. Pero en el primer ejercicio de esta facultad, que no conlleva sanciones prácticas, sino advertencias y recomendaciones públicas, los Quince han errado al elegir a uno de los mejores alumnos de la clase en casi todo menos en la asignatura de la inflación: Irlanda. El Consejo de Ministros de Economía y Finanzas (Ecofin) ha pedido al Gobierno irlandés, a propuesta de la Comisión Europea, que rectifique su Presupuesto para 2001, en el que Dublín decidió reducir impuestos y aumentar el gasto público al amparo de un superávit fiscal del 4,7%. La UE mete así sus narices en lo que se consideraba dominio reservado nacional: los Presupuestos del Estado.

La UE critica a Irlanda por el excesivo recalentamiento de su economía, que el año pasado creció más del 10% y prevé un 8,8% para el 2001 frente a una media del 3% en el conjunto de la zona euro. Es el primer ejercicio que hace el Ecofin de tutela conjunta, de evaluación económica en común según las reglas acordadas. Lo que resulta extremadamente chocante es que la regañina haya recaído sobre un país que cumple el pacto de estabilidad que acompañó el nacimiento de la moneda única. Cierto es que Irlanda ha estado recibiendo de las arcas comunitarias transferencias equivalentes a un 3% de su PIB, que en parte explican el milagro irlandés. Pero no lo es menos que las ha utilizado para conseguir una rápida convergencia de sus rentas con la media europea.

Los irlandeses han acogido mal estas recomendaciones, que, a falta de sanciones, llevan el estigma de la reprimenda pública. Dublín no está dispuesto a rectificar. El ministro de Finanzas, Charlie McCreevy, acaba de ratificar las grandes líneas del presupuesto, lo que resta autoridad a este ejercicio comunitario, que tampoco ayuda a que los británicos se reconcilien con un eventual ingreso en el euro, al ver que Bruselas se entromete en las cuentas nacionales.

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Después de la transferencia de soberanía monetaria al Banco Central Europeo, lo ocurrido con Irlanda pone de relieve la necesidad de una mayor coordinación de las políticas económicas en la zona euro, que eventualmente lleve a una política común aunque respete las especificidades de cada cual. La Unión Monetaria funcionará mal si cada país actúa según criterios puramente nacionales. La dinámica del euro parece imparable, aunque en este primer ejercicio de control colectivo los Quince hayan errado el tiro.

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