'El peligro está en el uso de residuos'
El profesor holandés Kees Olie descubrió casualmente las dioxinas cuando analizaba las emisiones de una incineradora municipal en 1976. Ese mismo año se produjo el célebre accidente de Seveso (Italia), donde el estallido de un reactor de una fábrica de pesticidas clorados arrojó a la atmósfera kilos de esas sustancias. Olie imparte clases de química en la Universidad de Amsterdam y sigue siendo una autoridad entre los entendidos de estos compuestos tóxicos.
Pregunta. Con relativa frecuencia la sociedad se ve sorprendida por accidentes o sucesos con graves consecuencias para la salud. ¿Hay algo seguro en este mundo que presume de civilizado?
Respuesta. El problema está en los residuos. Son difíciles de eliminar. Generalmente sale más barato abandonarlos o reutilizarlos sin un control riguroso. Su mala reutilización es la que puede llevar a que esos productos generen la contaminación; ahí está el caso de las harinas con despojos de animales, los aceites que envenenaron a pollos belgas, la pulpa de cítricos brasileños para piensos vendida en Alemania que contenía residuos tóxicos; el arroz contaminado de Taiwan o Japón. A veces los procesos de fabricación son limpios, pero no así los aditivos que se utilizan.
P. En su intervención en la Conferencia sobre dioxinas y furanos de Madrid se lamentaba de que los Gobiernos gastan muchísimo dinero en controlar las emisiones de dioxinas desde las incineradoras, cuando sería más útil prevenir su generación.
R. Desde la década de los setenta, cuando se descubrieron en las incineradoras, los Gobiernos se han gastado un presupuesto considerable en tecnologías de filtración. Las incineradoras tienen una vida útil entre 20 y 25 años. Sería una estupidez desmontarlas con lo que cuestan, decenas de miles de millones de pesetas. Los Gobiernos han dejado de tener las dioxinas en su agenda. Sólo se invierte cuando ocurre un accidente.
P. ¿De qué manera pueden evitarse esos productos?
R. Estos compuestos tóxicos se generan en los procesos de combustión, pero no se hace mucho por impedirlo. Deberían utilizarse inhibidores, que son más baratos que los filtros.
P. Su estancia en China no fue muy gratificante, creo.
R. Aunque no estaba autorizado, tomé muestras de suelos con altísimas dosis en una fábrica de Tianjin. Hasta que no vi el proceso no lo entendí. Los operarios inhalaban en la cara los escapes de las calderas. Allí, la vida humana apenas tiene valor.
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