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Reportaje:

1.300 temblores en cinco días

Las réplicas del terremoto mantienen a los salvadoreños sin dormir, confusos y con miedo

Juan Jesús Aznárez

Hacia las cinco de la madrugada del martes, temblando nuevamente El Salvador, un periodista de Huesca saltó de la cama del hotel, se tumbó en el suelo y cubrió toda su humanidad con un colchón king size. Temiendo una prolongada sepultura entre cascotes, agarró una botella de agua. Otro colega, catalán, que dormía en camiseta, corrió a ponerse un calzoncillo para no pasar a la morgue exhibiendo las partes pudendas. El Salvador tampoco descansa, y miles duermen en sus calles aterrorizados por las 1.300 réplicas del terremoto del sábado.

No debe cundir el pánico, comunican los expertos por radio y televisión, porque la sucesión de sacudidas, todas oscilando entre los 4 y los 4, 9 grados en la escala de Richter, libera energía y es consecuencia del asentamiento de las placas tectónicas Coco y Caribe, causantes del movimiento telúrico de 7,6 grados de hace cinco días. La argumentación no convence a los inquilinos de los catres instalados en los jardines de los principales hoteles de San Salvador, ni a los habitantes más susceptibles de las cientos de poblaciones golpeadas por un seísmo que ha matado a cerca de 700 personas y destruido más de 17.000 viviendas. Las posibilidades de encontrar supervivientes entre los restos de las 672 casas aún bajo tierra son prácticamente nulas.

Polvo y miedo

'Tenemos todavía mucho miedo. Cerramos los ojos y pedimos a Dios que todo pase rápido', admitía una madre domiciliada en la capital. El Salvador no pega ojo, desvelado por la cadena de temblores que desalojan a la carrera ministerios, casas y edificios públicos, y sueltan polvo y miedo desde los cerros que, desprendidos de la cordillera El Bálsamo, cubrieron el sábado comunidades enteras. La capital recupera progresivamente los servicios básicos, pero la normalización es imposible en las aldeas borradas del mapa o aisladas por tierra en remotos parajes, dependiendo de la asistencia aérea.

La ayuda internacional apenas si cubre el 50% de las necesidades, y la confusión y las críticas parecen ya inevitables en catástrofes de esta envergadura: varias ONG protestaron los criterios oficiales en la distribución y prioridades, que calificaron de sectarias. Los refugios, que alojan a parte de los 46.000 evacuados, piden agua, comida, mantas y medicinas, y los 2.600 heridos reciben precaria atención en hospitales fracturados o ruinosos. La situación es todavía confusa, y el jefe del Gobierno, Francisco Flores, pidió 'cuadricular' el país y establecer las nuevas urgencias.

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Las principales son recuperar los cuerpos aún enterrados, aumentar los transportes aéreos y el parque de palas excavadoras, conseguir más hospitales de campaña, comida no perecedera, grupos electrógenos, servicios sanitarios y utensilios de higiene. Los damnificados piden también ropa y alimentos infantiles, leche en polvo, colchonetas, plásticos y material de construcción. Las compañías de seguros y los bancos reciben diariamente un aluvión de clientes, y el Ministerio de Salud acomete planes para evitar epidemias. No hay coincidencia sobre qué hacer en Las Colinas, a 12 kilómetros de San Salvador, barrio donde murieron casi la mitad de las víctimas del terremoto.

'Dejemos ya de excavar, convirtamos Las Colinas en un jardín o en un parque para honrarles. ¿Qué prefieren los familiares, recordarles como eran o sus restos deformes y putrefactos?', preguntó El Pulga, veterano socorrista mexicano. 'Prefiero no responder a esa pregunta', dijo Mauricio Ferrer, jefe de la Policía Nacional Civil. '¿Y las epidemias a causa de los cuerpos descompuestos?', apostilló un bombero español, de la expedición de 71 que probablemente mañana o pasado regrese a España.

Las desgracias causadas por el movimiento telúrico son muchas, y a veces inesperadas. En una habitación del hospital de la Mujer convalece la pintora Ana María Avilés, acribillada por un enjambre de abejas enloquecidas. El día del terremoto circulaba con su marido, Oswaldo Martínez, hacia la capital por una zona rural. La tierra se abrió y el coche que iba delante fue atrapado por una grieta. El arquitecto Martínez bajó del suyo para ayudar, pero una nube de abejas salió zumbando de un árbol arrancado de cuajo e invadió el vehículo. La pintora, según un médico de cuidados intensivos del hospital San Rafael, sufrió 250 picotazos, y su esposo, casi 800. Perdieron el conocimiento, y un sacerdote aconsejó administrarles la extremaunción. Viven de milagro.

Ayuda telefónica

Arrimando el hombro, en coordinación con el Comité de Emergencia Nacional, la empresa Atento, del grupo español Telefónica, aportó una oficina con 20 teléfonos, y 200 operadoras, para atender las consultas y peticiones de damnificados. 'El martes recibimos 662 llamadas, y en cada una hay, por lo general, diez familias afectadas', explica Humberto Pato, director de recursos humanos de la compañía. 'Después, redactamos una lista con las peticiones. Nos acompaña un teniente para solucionar dudas especiales'. Por su parte, el Grupo Parlamentario Socialista presentó ayer el Congreso español una proposición no de ley sobre actuaciones en relación con la ayuda a la reconstrucción de El Salvador. En su propuesta, el PSOE plantea que el Gobierno español destine al menos 2.000 millones de pesetas para apoyar proyectos concretos de cooperación técnica, de reconstrucción y rehabilitación, destinados a sectores sociales básicos y vivienda. Asimismo, pide al Ejecutivo que 'lleve a cabo las acciones necesarias para la condonación total y efectiva de la deuda salvadoreña con España'.

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