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Un gobierno de 'think-tank'

Soledad Gallego-Díaz

El presidente Ronald Reagan reconoció en varias ocasiones que para él no existía en todo Estados Unidos un grupo de pensadores más importante e influyente que los que se reunían en torno al American Enterprise Institute (www.aei.org). Se trata de un think-tank creado en 1943 y dedicado a "preservar y fortalecer los fundamentos de la libertad", es decir, a la defensa de gobiernos poco intervencionistas, consecuente reducción de impuestos, máxima libertad de empresa, fuerte defensa nacional y clara política exterior.El AEI siempre ha sido conocido porque a él pertenecían personalidades como el ex líder republicano Newt Gingrich, la famosa embajadora de extrema derecha Jeane Kirkpatrick o el diplomático, filósofo y experto en religión M. Novak. Sin embargo, nunca ha estado más en primer plano que ahora: nada menos que las dos personas que se van a ocupar de diseñar la política económica del nuevo gobierno de George W. Bush, el secretario del Tesoro, Paul O'Neill, y el presidente del Consejo de Asesores Económicos, Lawrence Lindsey, forman parte en estos momentos de su grupo directivo. Amén del vicepresidente, Dick Cheney, quien goza de una gran, y poco frecuente, influencia en su jefe y que es uno de los patronos del American Enterprise. Es muy probable que tengan razón quienes aseguraron que un hipotético gobierno de Bush junior se parecería más al de Reagan que al de Bush padre.

La AEI se financia fundamentalmente con donaciones de la familia Lilly, de la gran industria farmacéutica; del grupo Bechtel Construction, que levantó los oleoductos de Arabia Saudí y del que fueron ejecutivos Caspar Weinberger y George Schultz, secretarios de Defensa y Estado con Reagan; y de la fundación Lynde y Harry Bradley, caracterizada por la defensa de lo que algunos estadounidenses llaman "capitalismo sin guantes" y la entidad que más dinero ha dedicado en los últimos años a defender en Estados Unidos la privatización de todos los escalones de la enseñanza.

No sería justo pensar que O'Neill, Lindsey o Cheney vayan a poner en práctica, sin más, los principios de la AEI, pero sí es lícito creer que se han equivocado quienes creyeron que W. Bush moderaría su programa a la vista de su polémico resultado electoral y en consideración a los 539.897 votos populares de ventaja que, finalmente, le ha sacado Al Gore. La formación de su gabinete no proporciona el menor indicio de que eso sea así.

El hecho de que los responsables de la política económica de Estados Unidos en los cuatro próximos años procedan de un entorno tan conservador y clásico como el AEI tiene, además, un efecto secundario: la preocupación que ha despertado en el mundo de la alta tecnología y la nueva economía, que teme no tener buenos interlocutores en la nueva administración.

El especialista de la BBC en temas online, Kevin Anderson, reflejaba el pasado día 16 ese temor: "El mundo de la alta tecnología está intentando hacerse una idea de cómo van a ser las cosas con George W. Bush; muchos creen que Internet no va a ser precisamente una de sus prioridades". De hecho, la US Internet Industry Association ya ha distribuido un estudio entre sus miembros en el que les advierte que sus negocios no van a tener la misma importancia para esta administración que la que tuvieron para la de Clinton.

Anderson especulaba con la posibilidad de que la figura más prominente en el gabinete Bush respecto a temas tecnológicos termine siendo Michael Powell, hijo del nuevo secretario de Estado, general Colin Powell, y miembro en la actualidad de Federal Communications Commission (FCC). Su padre es también sensible a esos temas: como miembro del comité directivo de AOL tiene varios millones de dólares en stock options de esa compañía.

solg@elpais.es

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