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Reportaje:

Justicia para Timor Oriental

La paciencia de Carlos Ximenes Belo, premio Nobel de la Paz en 1996, ha llegado al límite. El obispo de Dili, que siempre ha pedido una solución pacífica y dialogada a la ocupación indonesia de Timor Oriental, considera que las autoridades de Yakarta han demostrado "su absoluta incapacidad" para impartir justicia un año después de que las milicias proindonesias, dirigidas y apoyadas por el Ejército, arrasaran la ex colonia portuguesa. Y por ello ha reclamado en Madrid -donde ha participado en la conmemoración del 125º aniversario de las misiones salesianas en el Tercer Mundo- que las Naciones Unidas instituyan "un tribunal internacional para juzgar los crímenes cometidos en Timor Oriental" tras el referéndum para su independencia, celebrado el 30 de agosto del año pasado.Hombre discreto, de pocas palabras, testarudo y sin duda perseverante, Ximenes Belo ha apostado desde siempre por "la reconciliación de todos los sectores de la sociedad, los independentistas y los proindonesios". Pero se ha tropezado con la realidad.

Durante los tres primeros años de invasión (1975-1978), el Ejército indonesio acabó con la vida de más de 200.000 timorenses, cerca de un tercio de la población. Un auténtico genocidio denunciado en su día por el obispo de Dili y los líderes timorenses ante la indiferencia de la comunidad internacional. Acusaciones que fueron cayendo en saco roto hasta que el jurado del Nobel proporcionó la plataforma necesaria para despertar la conciencia de las grandes potencias. El referéndum abrió las puertas de la independencia, pero a un altísimo precio. Un año después de las matanzas y la destrucción completa del territorio, las autoridades indonesias continúan sin juzgar a los máximos responsables, las milicias permanecen armadas y más de 120.000 timorenses siguen "retenidos como rehenes en el área occidental de la isla".

El obispo de Dili no tiene dudas: "El Gobierno indonesio no se atreve a juzgar a los militares y esa impunidad está provocando un enorme sufrimiento de la población. Las Naciones Unidas tampoco resuelven ese problema, porque detienen a algunos milicianos, pero al cabo de unas semanas están en libertad. No tienen medios ni estructuras para mantenerlos en prisión, con lo que las madres o las viudas se desesperan al cruzarse por las calles con los asesinos de sus hijos o sus maridos".

A juicio del Nobel, "el Gobierno indonesio de Abderrahman Wahid no controla a las cúpulas militares, la vicepresidenta Megawati Sukarnoputri está apoyada por el anterior ministro de Defensa, el general Wiranto (considerado como el máximo responsable de las matanzas), y la democracia titubeante de Yakarta ha demostrado su incapacidad para cumplir sus promesas ante la comunidad internacional. Por tanto, la única solución será convocar un tribunal internacional que castigue a los culpables y devuelva la esperanza al pueblo timorense".

El obispo de Dili reconoce que "muy poco se ha avanzado en la reconstrucción del territorio". En la capital se han rehabilitado algunos edificios, "pero el interior de la isla continúa completamente devastado, como hace un año". "Los milicianos y el Ejército", dice, "no sólo asesinaron a centenares de personas, sino que destruyeron todo lo que encontraban a su paso, incluidos los bueyes que los agricultores utilizaban para el cultivo de los campos. La crueldad llegó a límites inimaginables y ahora necesitamos de casi todo".

El Nobel admite que la población "no pasa hambre, pero necesitamos dinero para reconstruir el país e impulsar la economía. Estamos organizando la concesión de microcréditos para los pequeños negocios, pero necesitamos de forma urgente escuelas, profesores, material educativo, médicos y ayuda sanitaria, tractores y bueyes para la agricultura, medios para la pesca y el desarrollo del turismo". Ante ese cúmulo de necesidades, Ximenes Belo solicita al Gobierno español que "establezca una misión diplomática en Timor Oriental que coordine toda la ayuda posible al territorio. Además, nos gustaría que España nos apoye en la pesca y el turismo, dos sectores célebres en este país".

En contra de la opinión de los responsables políticos timorenses, el obispo de Dili no cree que la independencia deba proclamarse el próximo año: "Yo tengo serias reservas sobre ese asunto. Antes de izar la bandera creo que es necesario preparar a la gente para el futuro. Reconstruir el país, preparar la futura Administración y asegurar la estabilidad. Tras la independencia, las Naciones Unidas deberían permanecer algunos años en la isla y nuestros líderes deberán mejorar las relaciones con Indonesia".

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