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La puerta del Este

La agricultura representa el principal obstáculo para el ingreso de Polonia en la Unión Europea

ENVIADO ESPECIALPolonia, puerta de la Unión Europea al Este, está empeñada en ser socio comunitario en 2003, o 2005 a más tardar. Los problemas con la agricultura son el principal obstáculo para su adhesión, pero no el único. La adaptación a la normativa europea de medio ambiente, el derecho de los extranjeros a comprar tierras y la libre circulación de trabajadores engordan también la agenda de asuntos delicados que habrá que negociar con un país que recuerda a la España de la transición por su dinamismo, pero también por problemas como el paro.

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La adhesión a la Unión Europea es para Polonia un asunto eminentemente político, pero el camino está lleno de obstáculos técnicos. Por ejemplo, sólo la equiparación con Occidente en materia de medio ambiente obligaría a Polonia a invertir 35.000 millones de euros (5,8 billones de pesetas). Por eso Varsovia ha pedido en esta materia un periodo de adaptación de 14 años a la normativa europea.

"Quiero subrayar cuánto ha hecho Polonia para prepararse para la adhesión", enfatiza el presidente Aleksander Kwasniewski ante un grupo de periodistas occidentales invitados a Varsovia por las autoridades locales. "Hemos aprobado la restructuración de cuatro grandes sectores", subraya, en referencia a la reforma de la educación, la sanidad pública, las pensiones y la regionalización.

No son las únicas reformas. La minería y la siderurgia viven un proceso permanente de adelgazamiento y la agricultura necesitará 30 años para transformarse, estima Bruselas. "Los esfuerzos de adaptación de la agricultura son enormes en términos financieros, pero también en parámetros sociales y económicos", destaca el ministro de Agricultura, Artur Balazs. Los agricultores suponen entre el 20% y el 23% de la población activa, pero sólo crean el 4% de la riqueza nacional.

"La población agrícola ha aumentado en los últimos años, porque muchos de los despedidos en la industria por las reconversiones han vuelto al campo. El alma polaca es profundamente rural, y la familia desempeña un papel muy importante. Esto va a tardar muchos años en desaparecer", afirma un observador comunitario.

La Polonia rural tiene un gran peso político y social. Hay más de dos millones de explotaciones agrícolas dispersas por todo el país. Es habitual que los campesinos residan en su propiedad, lejos de los pueblos, aumentando los problemas de un país en desarrollo. La dispersión tiene un coste social. Sólo el 15% de la población rural tiene estudios secundarios -menos de la mitad que en las ciudades- y únicamente el 1,9% accede a la universidad, cinco veces menos que en la ciudad. Sólo el 34% de los campesinos son asalariados. El 31% vive del autoempleo, y el 35%, de las ayudas del Estado.

Pero el Gobierno no cree que la población rural vaya a huir a la ciudad. "El invierno es demasiado riguroso para que la gente piense en ir del campo a la ciudad si no tienen un trabajo y un lugar donde establecerse", asegura el ministro de Finanzas, Krzysztof Ners. "El mayor problema es la gente de mediana edad cuya producción no se comercializa. Hay que crear grandes programas de empleo en servicios, en infraestructuras, para que tengan un ingreso sin tener que abandonar la ciudad", afirma el presidente Kwasniewski.

Según las estimaciones del Gobierno polaco, de los dos millones de explotaciones agrícolas hay 700.000 que trabajan para el mercado, y tendrán derecho a recibir ayudas directas de la Política Agrícola Común (PAC). Del resto, muchas deberán desaparecer o integrarse en las primeras para agrandar el tamaño de unas explotaciones que apenas alcanzan una media de nueve hectáreas en el norte y el este del país y sólo tres hectáreas en el sur. Otras quizá logren incorporarse al mercado. Pero la mayoría seguirá siendo sólo un medio de subsistencia para sus propietarios o abastecerá a pequeños mercados locales, fuera del circuito comercial.

Las ayudas directas a la agricultura polaca serán el mayor obstáculo en las negociaciones con Bruselas. Algunos países aún acarician la idea de privar a Polonia de esas subvenciones comunitarias por tiempo indefinido. Pero la Comisión Europea es más realista. "El comisario de Agricultura, Franz Fischler, ha comprendido que decir que Polonia no tendrá pagos directos es insostenible", señalan fuentes comunitarias. "Lo más importante es asegurarse de que los fondos que van a ir a la agricultura polaca no sean un obstáculo a la restructuración. No se trata de no pagar, sino de que los pagos no retrasen la reforma".

Para los negociadores polacos, las ayudas directas son una cuestión de principios. "Lo más importante es que no haya discriminación", sostiene Jan Kulakowski, negociador en jefe. "Todo se puede discutir si se acepta el principio de la no discriminación y el derecho de Polonia a las ayudas directas. Aceptamos que haya una evolución de la PAC, pero para todos. No aceptamos que haya dos PAC diferentes", afirma este veterano sindicalista, exiliado en Bélgica desde 1946 y primer embajador de Polonia ante la UE cuando cambió el régimen en 1989.

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