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Sydney 2000 GIMNASIA

La primera sorprendida

Dos años de alta competición

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Las niñas se hacen grandes

Lo decía Jesús Carballo padre, responsable del equipo de gimnasia artística femenina, un mes antes de los Juegos Olímpicos: "Esther Moya es la gimnasta que más en forma está y la más ambiciosa", la única que puede aspirar a una medalla. Lo que ni se imaginaba es que pudiera ser de oro. Moya dio ayer el primer paso para cumplir con ese sueño, que también es el de su entrenador, responsable de las gimnastas españolas desde los Juegos Olímpicos de Moscú (1980) y sin ninguna medalla olímpica en su palmarés.Quién le iba a decir a esta niña catalana -cumplió 16 años el 31 de julio- que sería la primera gimnasta española en poner su nombre a un salto, un honor que se concede al primero en ejecutar un ejercicio original, colgarse con él la medalla de bronce del último europeo y aspirar al oro olímpico. Después del concurso por equipos de Sydney, Esther Moya más que contenta daba la sensación de asombrada: "Ha sido una sorpresa", reconocía tras el esfuerzo.

Moya, que nació en Villafranca del Penedés, estudia cuarto de ESO mientras vive en Madrid concentrada con el equipo nacional. La estrella de la gimnasia española, a la que ha dedicado los últimos 10 años de su vida, lleva camino de empequeñecer los éxitos ya lejanos y nunca olímpicos de Laura Muñoz y Eva Rueda, las dos pioneras en los podios internacionales.

Y eso cuando apenas lleva dos años en la alta competición internacional, tan sólo el último en la categoría absoluta, una situación similar a la de sus cinco compañeras de equipo. Se estrenó, como gimnasta junior, en los europeos de San Petersburgo de 1998. Entonces logró la quinta posición en el concurso individual y también una medalla de bronce en el potro, pero todavía no había inventado el suyo. Después vendría el Mundial de Tianjin de 1999, donde no llegó a la final de salto (sí lo hizo Laura Martínez) y donde se le adelantó en la general la diminuta Sara Moro, décima clasificada, el mejor puesto de una española.Pero el año 2000 parece ser de Moya, de su gimnasia explosiva, a ritmo de mambo en el suelo, y a la vez segura. Y no sólo por el salto. Esther tropezó ayer en barra, pero eso no le ha impedido clasificarse en octava posición para la final individual, en la que compiten las 36 mejores gimnastas con un límite de tres por país. Gracias a esta norma se ha librado de una rival sin siquiera competir: la rusa Elena Zamolodchikova no estará en la final al habérsele adelantado tres compatriotas.

Esther Moya, apenas 1,53 metros de altura y 43 kilos de peso, ya da esa sensación de niña actuando, pero mucho más fuera de los aparatos. Y eso pese al maquillaje coqueto que lleva y que parece relucirle tras el esfuerzo. El día de la final, ese esfuerzo será doble: además de su salto original deberá ejecutar otro y, si puede, clavarlo como ayer.

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