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Generación NómadaEva Castellanos colaboró con dos entidades que trabajan con niños del Raval barcelonés

Puro egoísmo ARCADI ESPADA

Bajo por las Ramblas, llenas de gente que va arriba y abajo, y me meto por las calles estrechas del Raval. También hay mucha gente. Por la forma de vestir, de andar, de hablar, de moverse, se puede llegar a adivinar quién vive en el barrio, quién sólo trabaja, quién está de paso, y los que son turistas o estudiantes".Así empieza el diario de más de 400 páginas que redactó la licenciada Eva Castellanos, hoy doctora en antropología por la Universidad de Manchester y entonces una estudiante en busca de tesis, el primer día del año largo que pasó en el barrio barcelonés del Raval, adonde la llevaron su especialidad antropológica y los propósitos intelectuales de escribir un trabajo -luego sería su tesis doctoral- sobre la ampliación práctica del concepto de solidaridad.

-¿Es decir?

-Se trataba de averiguar la distancia entre lo que la gente dice, lo que la gente piensa y lo que la gente hace, respecto a la práctica solidaria.

Así fue como llegó al Raval y se instaló en dos entidades que allí trabajan con la infancia, el Casal Joan Salvador Gavina y el Casal dels Infants del Raval. Instalarse quiere decir que entraba al mediodía y salía cerca de las once de la noche, y que ella era una más entre los monitores.

-Tenía que encontrar mi lugar. Es importante en antropología. Hay que saber desde qué lugar escribes. Una forma de encontrarlo era trabajando de monitor. Los compañeros me hicieron ver, además, que ése era el mejor modo de observar sin interferir en las personas ni en la actividad diaria del centro.

La primera mañana la dejaron sola en un parque, con un grupo de niños. Tuvo un instante de pánico. De repente se vio allí, en la imperiosa necesidad de controlarlos. Venía de otro mundo y acababa de llegar. Del pánico pasó a la confusión y de la confusión al dominio. Todo pasa muy rápidamente en la vida. Eso pensó. Hoy, cuando han pasado seis años de aquella mañana, la paz intelectual se ha decretado en su cabeza. Véase:

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-Si piensas que la conflictividad no es asocial ni caótica. Si piensas, incluso, que el conflicto tiene alguna dimensión positiva. Si te esfuerzas en entender el código social de los niños... entonces estás a un paso de poder desactivar el lado indeseable del conflicto.

Sin embargo, para llegar a esas conclusiones, la licenciada Castellanos hubo de trabajar muy duro. El desgaste físico y psicológico fue notable. Los niños son semipersonas que ejercen la peor de las tiranías: aquélla que no es consciente de manifestarse. Su excedente de energía tiene una sola explicación: gastan muy poca en reprimirse. En cuanto a sus necesidades, son inagotables porque no ha llegado todavía la civilizatoria escisión entre la realidad y el deseo. Todo esto se sabe. Como se sabe que el fuego quema. La licenciada Castellanos iba todos los días al Raval sabiéndolo y quemándose.

No daba abasto, además. Tenía que cuidar a los críos, porque así lo indicaba su recién adquirida condición de monitora. Pero no debía perder de vista que sus auténticos conejillos de Indias eran los monitores, gentes que habían accedido al barrio viejo -atravesando la cuarta muralla barcelonesa- desde una vida cómoda y lejana. Observar a los monitores y cómo y por qué aplicaban sus ansias solidarias quería decir, a veces, que la auténtica vida laboral se prolongaba hasta más allá de medianoche. Todo el mundo sabe que sin niños es como mejor se habla. Así, cuando dejaban a los niños con sus familias, los monitores iniciaban un proceso de descompresión que podía durar horas. Los bares son los templos de la descompresión.

-Claro, muchas veces los acompañaba. Era de los pocos momentos del día en que podía hablar a fondo con ellos. El problema es que luego llegaba tarde a casa y aún me quedaba escribir en el diario.

-¿Escribía todos los días?

-Sí, todos los días. El diario es un instrumento muy útil para el antropólogo. Y fue lo que alimentó mi tesis.

La tesis se escribió en inglés y se leyó en la Universidad de Manchester. Las razones de esta rareza son complicadas, pero se resumen en dos: juventud y Erasmus. Escribirla en inglés le supuso un esfuerzo suplementario del que no parece estar aún, al cabo de los años, completamente repuesta.

La licenciada Castellanos acudió al Raval a examinar la solidaridad y la practicó. Llegó con una pregunta de formulación muy sencilla, pero de respuesta complejísima: ¿por qué la gente ayuda a la gente?

-¿Por qué?

-Para aprender

-No parece totalmente edificante.

-No lo es. En principio, la gente ayuda a la gente por puro egoísmo, por la inquietud de aprender.

-¿Y luego?

-Para intercambiar experiencias, y como método de autocontrol y de autoconocimiento.

-Auto, siempre

-No varía. Ayudamos a los demás para ayudarnos.

-¿Y la caridad?

-Ya no se habla, apenas. Solidaridad es la palabra.

-La caridad es religiosa.

-Y privada. Las instituciones públicas no podrían reconocer que hacen caridad... Pero nos hemos dejado alguna que otra razón que explica el auge de la solidaridad.

-Adelante.

-La juventud se alarga y el tiempo dedicado a estas actividades crece. Por último, hay que anotar también que el sector se ha desarrollado por necesidades políticas.

Las conclusiones de la licenciada Castellanos son esperanzadoras. Si la solidaridad bien entendida comienza por uno mismo, no hay duda de que la ayuda a los otros goza de futuro.

Consuelo Bautista

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