_
_
_
_
Reportaje:Cultura y espectáculos

El rock en español irrumpe en Estados Unidos y provoca un segundo "boom latino"

Diego A. Manrique

Hace un año, siguiendo la magnética pista de los medios estadounidenses, el mundo entero se puso a hablar del boom de la música latina. Periódicos, revistas y televisiones se extasiaban ante los caderazos de Ricky Martin, el trasero de Jennifer López, la verruga de Enrique Iglesias, la elasticidad de Marc Anthony. El planeta aprendió a canturrear en castellano: tal vez recuerden aquella terrible noticia con origen en China que informaba del final de unos piratas que, tras ser emborrachados con licor de arroz, llegaron al patíbulo berreando La copa de la vida, el himno futbolero de Ricky.Todos esos artistas se habían conjugado para lanzar en inglés canciones bailables y tarareables. Coincidieron con el renacimiento comercial de Santana y, voilà, la explosión latina para todos los públicos. Se vendía también cimbreante carne morena, como atestiguan los vídeos de los mencionados, incluyendo los del muy espiritual Carlos Santana.

Más información
Los reyes de la diversidad
CONTRA LA MÚSICA BASURA

Reconozcamos que se trató de una brillantísima operación de marketing. En realidad, nada era novedoso: Julio Iglesias y Gloria Estefan, amigos y residentes en Miami, ya habían desarrollado fructíferas carreras bilingües, alternando discos en castellano y en inglés, grabando -como la mayoría de los citados- para Sony Music. Además, generalmente se daba gato por liebre: Ricky es puertorriqueño, pero muchos de sus éxitos suenan a música brasileña; la López está más influenciada por el rap de su novio Puff Daddy que por Pérez Prado; Enrique presume de guitarra flamenca, pero su tocaor es un inglés llamado Adam Phillips.

El domingo, el New York Times exponía así la falacia: "Se promovió la idea de un florecimiento de la cultura latina. Los medios informativos se enteraban de algo que era obvio para los publicistas, los inversores audaces y los departamentos de mercadotecnia: la población hispanohablante de Estados Unidos está creciendo y se reafirma culturalmente a traves de sus hábitos de compra. Los optimistas vieron un rosado futuro multicultural, en el que la mayoría anglosajona cedía algo de espacio cultural a la minoría hispana, dándole palmaditas en la espalda e invitándola a cenar".

La muy remota posibilidad de hacerse un hueco en el banquete del país de las barras y estrellas ha alterado a casi todos los solistas latinos en edad de merecer, que primero hacen cola en Miami, en las oficinas de Emilio Estefan, al que se atribuyen mágicos poderes de producción, capaces de realizar el ansiado crossover (salto de un mercado pequeño al mercado mayor). La colombiana Shakira, también de la escudería Sony, posteriormente pactó con el mismo equipo de management que trabajó con Madonna y ha pasado parte del verano en un estudio de las Bahamas, preparando versiones en inglés de sus éxitos. Otros han reafirmado su veteranía burlándose de la ansiedad por complacer a los gringos.

El mencionado reportaje del New York Times se lamenta de que las disqueras implicadas en el lanzamiento de música latina "depositan sus esperanzas en un grupo extraordinariamente reducido de artistas, mayormente vocalistas pop y cantantes blandos de salsa". Asegura, vaya descubrimiento copernicano, que la creatividad musical en los países latinoamericanos hay que buscarla fuera de los canales convencionales, prescindiendo de esos artistas que usan como lanzamiento las telenovelas, "donde ni siquiera se utiliza a genuinos cantantes de salsa, especialmente si tienen piel oscura". Ese conservadurismo estético explica el hundimiento del mercado de la salsa o la caída en picado de La Mega, emisora hispana de Nueva York que en cosa de un año ha bajado del número 1 al 6 en audiencia.

Para el New York Times, urge dirigir la mirada hacia "el inteligente experimentalismo que está teniendo lugar bajo la rúbrica de rock en español. Hay una explosión de creatividad, con incontables géneros que están mutando y procreando a lo largo y ancho de las Américas". En Estados Unidos, advierten, el rock en español no pasa de ser un fenómeno metropolitano, todavía exclusivo de educadas minorías latinas, pero el sismógrafo del neoyorquino diario de referencia ya detecta interés por parte de significativos líderes de opinión: esos grupos aparecen en bandas sonoras de películas dirigidas o producidas por John Cussack y Quentin Tarantino, empiezan a ser comentados en Spin (el hijo díscolo de Rolling Stone), suenan en algunas emisoras universitarias y -esto ya son palabras mayores- sus servicios son requeridos por potentes agencias de contratación como CMA (Creative Artists Agency).

Lo de rock en español es una variación sobre el lema de "rock en tu idioma" con el que, a finales de los ochenta, la nacionalista industria mexicana comenzó a promocionar grupos locales y luminarias españolas de la movida. Desdichadamente, los españoles lo tenían muy fácil en su país y, con la excepción de Héroes del Silencio, renunciaron a "picar piedra" (actuar intensivamente, sin ínfulas estelares) en Hispanoamérica; posteriormente, el subdesarrollo del videoclip en España impidió que esos grupos se beneficiaran de la plataforma de difusión que supusieron MTV Latino y canales similares, incluyendo CNN en español. Actualmente, el rock made in Spain es semiclandestino por aquellas tierras cuando aterrizan madrileños, tipo Dover, haciendo que cantan en inglés. Cierto que se pueden encontrar grupos americanos que veneran los discos de Nacha Pop, Radio Futura, Siniestro Total o Aviador Dro. Pero ni siquiera coincidimos en las etiquetas: aquí se habla de "rock latino" o "mestizaje".

Las principales canteras del rock en español (o Latin Alternative, para los que no usan la ñ) son México y Argentina, con filones menores en California, Chile, Colombia o Venezuela. Lo que asombra a los observadores gringos es que se trata de propuestas multiculturales, que reconcilian el rock anglosajón con el folclor autóctono: suenan diferentes, un plus en tiempos de globalización. "Somos músicos anfibios", dice Iván Benavides, líder de los ex acompañantes de Carlos Vives, ahora bautizados como Bloque.

Metralletas y corridos: el rock en español ha crecido robusto por surgir en circunstancias adversas. En Argentina, aguanta el peso de la riquísima tradición del llamado "rock nacional", por no hablar de los traumas derivados de la dictadura y el corrupto peronismo de Menem (que no dudó en cortejar cantantes, de Madonna a Charly García, para sus propios fines). En el México del PRI y Televisa, el rock estaba rigurosamente marginado: incluso un grupo musicalmente tan liviano como Maná tuvo problemas con las autoridades por defender algo tan elemental como el uso del condón. Se compatibiliza la necesidad económica de saltar fronteras con la insurgente asunción de códigos locales. Es hamburguesa con chile, mate con Pepsi Cola. Y, aunque pareza imposible, funciona.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_