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Atrapados en Barajas

Jaime Valdivieso, operador turístico argentino de 45 años, lleva tres días preso en Barajas. "Este maldito aeropuerto se ha convertido en una gran cárcel para mí". Su viaje de regreso a Buenos Aires es toda una odisea. Lleva cuatro noches durmiendo en el aeropuerto. Ha improvisado un camastro en tres rígidos asientos de un banco de la Terminal 1 (la de los vuelos internacionales), en la zona de Salidas. "Ahí, donde están sentadas esas chicas, duermo yo". Lo comenta resignado. Con dolores de espalda. Es uno de los 100 viajeros que sufren la política de sobreventa de billetes que las compañías aéreas mantienen aun en verano, cuando los pasajeros no suelen fallar a la hora de coger sus vuelos tras hacer la reserva. Los viajeros con destino a los países hispanoamericanos eran ayer los más afectados por la sobreventa. Mientras, Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea (AENA) sacó ayer su habitual nota informativa: "Continúa la normalidad en todos los aeropuertos españoles".A Jaime nada de lo que le está ocurriendo le parece normal. Desde el pasado viernes se despierta temprano, en Barajas, escuchando una voz femenina que sale por los altavoces para informar a los viajeros más madrugadores. Se levanta "con los ojos hinchados por no haber dormido apenas" y encamina sus pasos, aún somnoliento, hacia uno de los servicios del aeropuerto, donde se asea como puede.

Valdivieso pierde la calma cuando piensa en la encerrona pero se pone aún peor cuando imagina lo que le espera. Tenía billete a Buenos Aires para el pasado jueves, cuando la sobreventa le dejó en tierra. Ahora, Aerolíneas Argentinas le ha encontrado hueco en el próximo vuelo, el que sale el 9 de agosto. Para colmo, apenas tiene dinero. Sólo le quedan unas pocas monedas de las 2.000 pesetas que le dio el cónsul argentino en Madrid, a quien acudió en busca de ayuda después de que le robaran en Ibiza su equipaje y su documentación.

Este operador turístico hace el número 29 en la lista de espera de Aerolíneas Argentinas. Hay más de cien viajeros, víctimas del overbooking, en ese listado. Y están desesperados. "Ayer sólo metieron a una persona de la lista de espera en un vuelo a la Argentina... Era una señora boliviana que llevaba seis días colgada en Barajas". "La lista no avanza y no sé qué voy a hacer aquí hasta el día nueve... me voy a volver loco", se queja.

En la tarde del sábado, medio centenar de pasajeros de la compañía argentina se amotinaron en el mostrador de atención al cliente. La situación se puso tensa. Los viajeros comenzaron a protestar y a dar golpes contra el mostrador. "Ayer, [por el sábado], pegamos cuatro gritos y nos enviaron a la policía", explicaba Víctor Milanese Comisso, representante de futbolistas, que llegó a Madrid desde Barcelona el viernes, tras vender al Fútbol Club Barcelona, según afirmó, a José Minguella, portero de la selección sub 23 chilena. "Yo tengo plata para aguantar unos días en el aeropuerto, pero hay gente sin dinero y tiene que comer de lo que le dan los demás: unos pastelitos, chocolatinas", aseguró.

Jessica, una mexicana de 20 años, estudiante universitaria de Comercio Internacional, besaba ayer a unos pasajes que había conseguido para México D. F. Durmió la noche del sábado en Barajas, acomodándo la cabeza sobre su maleta. Tuvo que pagar unas 12.000 pesetas más para conseguir ese nuevo pasaje, el de la esperanza. "Pago lo que haga falta antes de pasar un día más aquí", afirmó.

La desesperación crecía en Barajas. Mientras, AENA mantenía que la puntualidad media de los vuelos era del 91%, "según datos oficiales de Eurocontrol". Las pantallas de información de los vuelos lo desmentían. La palabra retrasado iba pegada a la información de vuelos con destino a Londres, París, Bruselas, Lisboa, Oporto, Cancún (México), Nueva York, Lanzarote, Tenerife, París, Tanger...

El vuelo a Cancún UX0063 de Air Europa, tenía un retraso de seis horas. Su salida estaba programada para las 12.05 de ayer y reprogramada para las 21.00. "Nos han sacado de la zona de embarque y ahora nos llevan a un hotel para darnos de comer, pero intuyo que dormiremos aquí", comentaba, incrédula y hastiada, Susana Rey, una pasajera del vuelo.

Los viajeros víctimas de la sobreventa piden que las compañías fleten más aviones para librarles del encierro forzoso.

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