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Carta a Amaya

Antonio Elorza

"No es fácil", repiten los sufridos cubanos una y otra vez para subrayar los obstáculos que en la isla rodean al mero intento de sobrevivir. "No es fácil", habría que decir aquí también cuando se intenta hoy abordar la temática del nacionalismo vasco e incidir críticamente sobre un concepto del patriotismo que lleva al enroque en torno a los valores y a las justificaciones que emergen de la propia comunidad. De nada sirve que el crítico ponga sobre la mesa la gravedad de los problemas, los datos pertinentes y que deje en claro su respeto hacia todo lo que significa un proceso de construcción nacional vasca. Será sometido a un procedimiento sumarísimo que lleva a su inclusión en el círculo de los enemigos, y a la descalificación consiguiente, de acuerdo con las normas fijadas hace más de un siglo por el Fundador para el trato con españoles y españolistas.Por eso creo útil comentar tus apreciaciones, bien ilustrativas por desgracia del reciente y creciente alejamiento de las ideas y de los modos democráticos, incluso del sentido de la realidad, que llegó a predominar durante décadas en la historia del nacionalismo vasco hegemonizado por el PNV. El punto fuerte de la crítica consiste en censurar mi contribución "a esta escandalosa ola de violencia que nos viene desde Madrid". Escritas estas palabras en una ciudad vasca donde acaba de suceder el triste episodio en que unos vándalos borrokalaris parten la crisma a dos ciudadanos que les recriminan su actitud, son dignas de figurar en una antología del humor negro abertzale. Lamento decirlo, pero estamos una vez más ante el lenguaje de inversión que permitió colocar el lema de "Arbeit macht frei!" a la puerta de Auschwitz. ¿Qué comandos armados con barras y cócteles mólotov salen de Madrid para asolar los pueblos vascos? ¿No es cierto en cambio que los bárbaros de la borroka, émulos de las bandas nazis en ideas y actos, pertenecen al mundo político con el cual sigue aliado el PNV en Guipúzcoa? ¿Es "ola de violencia" la denuncia de los mecanismos de actuación de quienes la ejercen hasta el crimen? Si no hay réplica posible a estas preguntas, ¿no es la citada inversión un signo claro de complicidad con los actores del terror frente a sus víctimas?

Desde ese punto de partida, resulta inevitable la irritación ante cualquier crítica dirigida contra el lehendakari. El hecho de que sea éste "respetado por mucha gente", popular en las encuestas, sugiere eficacia en la política de imagen, con esa transferencia de la reacción ante los atentados al plano del sentimiento personal, exhibiendo un gesto casi religioso que excluye siquiera la atrición por sus manifestaciones públicas en defensa de etarras durante la tregua. Y que mediante esa máscara evita la revisión del marco ideológico generador de la violencia, donde se encuentran él y su partido. Además, si existe esa nación vasca esencial, previa a cualquier forma de Estado español, al modo de Arzalluz o de Oteiza, y todo empezó como enseña Sabino en 1839 al incluir las provincias vascas en la Constitución española, afirmaciones que sostiene Ibarretxe como guías de su actuación política, no hay salida posible, o la que hay destruye el marco democrático. La ignorancia y la fe en el mito son soportables en el individuo aislado, pero resultan sumamente graves en quien afronta la tarea de gobernar una sociedad en crisis. ¿Qué diríamos de un político alemán que hoy proclamara el irredentismo respecto de Alsacia, con evidentes bases étnicas, o que hablase de regresar a una situación anterior a 1918, imaginada por añadidura? Pues en eso está, firme entre los muros de sus convicciones, nuestro buen lehendakari. Claro que los mitos, asociados al nacionalismo, han triunfado repetidas veces en el siglo, pero mejor no pensarlo.

El punto de llegada es el que tenía que ser, como el Fundador manda: kanpora, a España. Con el deseo de que "consigas prosperar en esa corte de Madrid que es la tuya" se cierra la misiva. Como es sabido, no hay clientelismo ni tratos de favor, ni recalificaciones de terrenos, donde impera el sano patriotismo. En cambio, aquí Aznar distribuye prebendas entre los antivascos. Es decir, entre los críticos de una concepción bastante siniestra del patriotismo que lleva en el mejor de los casos, como en el citado, a la exclusión, y en el peor, a la voluntad de eliminación.

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