_
_
_
_
_
TRAGEDIA EN SORIA

La instantánea del horror

La Guardia Civil fotografío los cadáveres con una "polaroid" para facilitar las tareas de identificación

¿De quién es la camiseta roja? ¿De quién aquella gorra con visera. ¿Y la cantimplora verde? ¿Quién ha traído un libro del oso Winnie? Un autobús lleno de chavales es un jaleo que sólo ellos entienden. Si se despeña por un barranco, el metal se convierte en chatarra y las risas en sangre. ¿Quién, si no están ellos, ordena ese desorden? Empieza el trámite de la muerte.A medianoche, en el viejo estadio del Numancia, hay 24 ataúdes abiertos. Dentro están los cuerpos destrozados de los adolescentes fallecidos unas horas antes en el kilómetro 159 de la N-122. Un agente de la Guardia Civil, vestido de paisano, se va deteniendo delante de cada uno de ellos. Sostiene una cámara Polaroid. Va fotografiando las manos, la ropa, el reloj atado a la muñeca, las zapatillas de deporte y por fin el rostro de cada excursionista muerto. Del de la camiseta roja. Del de la gorra con visera. El guardia coloca ordenadamente las fotografías en una carpeta y las deja junto al ataúd. Otros agentes, expertos como él en la identificación de víctimas de grandes catástrofes, examinan los expedientes. Al fin, junto a cada féretro, todavía abierto, un cartel provisional con el supuesto nombre y apellidos del cadáver.

Más información
Los Cester pierden a su segundo hijo en 4 años

A la una de la madrugada, ya están puestos todos los carteles. El minucioso trabajo de los agentes es lento, pero posible gracias a pequeños detalles: la pulsera con el nombre de una muchacha; un carné de la piscina de un chaval; una fotografía del colegio donde aparecen todos, sonrientes. Los guardias, después de lavar los cuerpos con la ayuda de forenses, los recomponen de la mejor manera posible y van tomando las huellas dactilares. Es entonces cuando se realizan las últimas fotografías instantáneas. Las que, si no hay otro remedio, enseñarán a los padres para confirmar su identificación. "Hay familiares", dice un agente de la Guardia Civil, "que prefieren ver los cadáveres de sus hijos, aunque estén destrozados, para cerciorarse de que están muertos, aferrándose a la idea de que sea una equivocación". "Otros", continúa el guardia, "prefieren no pasar ese trago y piden que se les enseñe una fotografía parcial del cuerpo".

Los guardias civiles que ayer estuvieron en Soria habían estado antes en la tragedia de Biescas (Zaragoza), en la guerra de Bosnia, en la identificación de los japoneses carbonizados en un autobús a la altura de Bailén (Jaén). "Con su labor", explica Roberto Martínez-Alegría, de Protección Civil, "evitaron ayer que los padres tuvieran que descubrir a su hijo entre cuatro cadáveres distintos, multiplicándoles el horror". Nadie tuvo que ver otro cuerpo que no fuera el de su hijo.

A las dos de la madrugada, un autobús azul con matrícula de Barcelona llega al estadio. Era el momento más esperado, también el más temido. Dentro ya se han formado grupos de psicólogos y asistentes sociales para atender, una a una, a cada familia. Se trata -explica Enrique Delgado Ruiz, médico del Insalud- de completar la labor que ya venían haciendo dentro del autobús otros profesionales. Durante las horas que duró el trayecto, evitaron- sin mentirles, pero tampoco diciéndoles toda la verdad- que confirmaran sus malos presentimientos. Al llegar al estadio, los familiares fueron bajando del vehículo y entrando, todavía más desconcertados. El primer sollozo no tardó en llegar. Aunque quisieran negar la evidencia -algunos se resistían a entrar-, está claro que esto no es un hospital, ni siquiera una casa de socorro, ni un centro de salud. Esto es un campo de fútbol convertido en tanatorio.

A las tres de la madrugada llega el segundo autobús. Y a las cuatro, otros dos más. "Dentro de la desgracia", señala José Luis González, otro de los responsables de Protección Civil, "la llegada escalonada de los familiares permite atenderles mejor, de forma individualizada". El sistema de atención siempre es el mismo. Antes de dar la fatal noticia, un equipo de expertos se hace cargo de ellos, cubre sus necesidades básicas y les proporciona tranquilizantes. Ya sí. Ya es el momento de decir la verdad sin anestesia. De conocer la lista. La de todos los que viajaban en el autobús y no sobrevivieron. Cuatro y cuatro minutos de la madrugada. A las puertas del estadio, un portavoz de la delegación del Gobierno en Castilla León nombra a los 27 fallecidos. Acaba el trámite de la muerte.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_