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EUROCOPA 2000Los partidos de ayer

Los ingleses se dan media vuelta

Un penalti de Phil Neville a Moldovan a sólo dos minutos del final clasifica a los rumanos para cuartos

José Sámano

Sin un trago de fútbol, Inglaterra volvió a despedirse de un gran torneo antes de tiempo. Esta vez ha llegado hasta donde alcanzan sus jugadores y su apuesta paleolítica: la primera fase. Por lo que se ha visto en esta Eurocopa, la selección de Kevin Keegan no tiene carrete ni para negociar un empate con un equipo como Rumania, que pasa tiempos difíciles, en plena transición por la veteranía de futbolistas como Hagi, Popescu y Belodedici, la columna que ha sostenido al combinado en la última década. Con lo justo, los rumanos fulminaron a Inglaterra, una selección tosca y rácana, que cierra su episodio continental sin dejar más huella que la sangría provocada por su hinchada.Inglaterra dibujó otro partido feote. No tuvo peso sobre el juego, una palabra que el equipo de Kevin Keegan parece haber desterrado hace tiempo. Realmente no se sabe en qué consiste su proyecto y todo indica que no hay ideario alguno. Envueltos en la amable sonrisa de Keegan, los ingleses han perdido sus señas de identidad de toda la vida, como el juego decidido, la agresividad para ganar el asalto en los costados, la llegada en pelotón al área rival, la fe en cada rebote... Ahora se atreven con algunos jugadores de corte sutil, caso de Beckham, Scholes y Owen, a los que envasan con un grupo de primaria.

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Algunos se reproducen en familia, como los calamitosos hermanos Neville, cuya presencia es un suplicio: cuesta adivinar quién es peor. Ayer, Phil, el de la izquierda, se llevó la palma. Petrescu y Contra, dos jugadores de medio curso, le anudaron las piernas con la misma sencillez que le dislocaron la cadera. Durante muchos minutos, Rumania se dio un festín similar por el centro, donde Ince y Wise sólo ofrecen mal humor. Con la pelota en la hierba, al ritmo de Galca, muy aseado para tejer en corto, los rumanos manejaron el asunto a su antojo. Los ingleses se taparon las cejas y miraron para otro lado. Los de Kevin Keegan sólo encontraban el balón cuando un rumano se equivocaba. Rescatada la pelota, su traslado al área contraria le resultaba una tortura. Los defensas ingleses no saben, Ince sólo vive del músculo y Wise tiene dos problemas: no tiene clase y, a su espalda, Phil Neville es un estorbo. Como su hermano Gary para Beckham, al que no da un relevo jamás; ni siquiera hace de señuelo para que el spice luzca su rosca.

Descolgados de sus mejores jugadores, los ingleses fueron muy permeables. Los rumanos les metieron en un lío tras otro. Queriendo y sin querer. Como le pasó a Chivu, que se equivocó en un centro templado al área y la pelota terminó en la red de Martyn, que midió mal todos sus movimientos. Revolucionado por su gol, Chivu, el jugador más joven del torneo junto al español Iker Casillas, cayó poco después en una trampa infantil. En el primer arreón inglés en toda la noche, allá por el minuto 40, el joven lateral derribó a Ince, que irrumpió en el área a toque de corneta y con el balón enredado. El penalti transformado por Shearer tuvo una consecuencia imprevisible. Por una vez, Scholes recibió la pelota en condiciones de dar un pase a Owen. El de Liverpool, siempre tan pillo, ganó la espalda a los centrales rumanos y dejó tirado a Stelea con enorme habilidad. Fue la única conexión inglesa en toda la noche, suficiente para cambiar la dirección del resultado en un suspiro.

Un golpe brutal para Rumania, que se alivió con el empate de Munteanu al comienzo de la segunda mitad. El gol exprimió de nuevo lo peor de los ingleses. Lejos de buscar el recurso que le permitió remontar el partido, Keegan se jugó la clasificación por la misma vía que le tuvo acongojado casi todo el primer periodo: el martillo de Keown, Ince y compañía. Para que no hubiera dudas de sus intenciones, el técnico inglés retiró a Owen y Scholes, los únicos jugadores que podían incomodar a la adelantada defensa rival. Una invitación para que Rumania se desbocara definitivamente en ataque. Una manera de que Phil, uno de los terribles Neville, recuperara foco. Así fue: a dos minutos del final, el pequeño de la familia se comió un amago de Moldovan, al que zancadilleó dentro del área. Ganea clavó el penalti y puso a Inglaterra rumbo a las Islas con una lección que quizá no olvide: los "nevilles" que tanto abundan en el fútbol que apadrina Keegan no sólo no suman, sino que a veces, como ayer, restan.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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