Los chalés incendiados en Las Rozas estaban hechos con material muy inflamable, según los bomberos El diseño heptagonal de las 16 viviendas facilitó la rápida propagación de las llamas
La madera y los materiales con que estaban construidos los 16 chalés de la urbanización Triángulo, de Las Rozas, eran altamente inflamables, lo que motivó, junto con el diseño en forma heptagonal, que las llamas los dejaran reducidos a cenizas. Ésa es al menos la primera valoración que hacen los bomberos de la Comunidad. Su responsable, Luis Villarroel, negó las acusaciones de los perjudicados de que sus efectivos llegaran tarde al lugar del siniestro y señaló que los registros de llamadas del teléfono de emergencias 112 y de la base de Las Rozas se encuentran a su disposición para comprobarlo.
Villarroel explicó ayer que, cuando el viernes se recibió el primer aviso del incendio, había nueve bomberos en el parque de Las Rozas. Ésta es la dotación habitual de este centro. Cuando llegaron al lugar del siniestro se encontraron con que habían ardido ya dos chalés. Este hecho pudo ocurrir, según el jefe de los bomberos de la Comunidad, por una propagación rápida de las llamas o porque los afectados se demoraran en avisar a los bomberos. "La gente está acostumbrada a ver el fuego y a que vengan los bomberos de inmediato. Lo que hay que preguntarse es si a alguien se le ocurrió llamarnos en cuanto se inició el fuego. Nuestro registro de llamadas está a disposición de todos los afectados", explicó Villarroel.La forma romboidal de las viviendas también facilitó la propagación de las llamas. En un edificio con paredes verticales, los muros actúan, según Villarroel, como freno ante el avance de las llamas. En el caso de la urbanización Triángulo, las llamas afectaban, gracias a esos ángulos, a las paredes superiores y, desde allí, llegaron al resto de plantas. Otro elemento que facilitó la expansión del fuego fue la pizarra que cubría los tejados. Este material oscuro impide el paso del agua, al ser impermeable, y absorbe mucho calor, lo que aumentó la temperatura interior de los chalés. Además, según Villaroel, la techumbre tenía traviesas de madera para sujetarla o un aglomerado de virutas y pegamento, que, junto a un material aislante, sirvió para alimentar el fuego. "Era como un tubo continuo por el que las llamas corrían a gran velocidad", resumió el jefe de los bomberos del Gobierno regional.
Los chalés estaban dispuestos en dos hileras de ocho. Una cubierta de madera que, a modo de voladizo, unía ambos bloques, sirvió para que las llamas se propagasen de un ala a otra de la urbanización. En caso de que no hubiera existido este patio artificial, el incendio podría haber afectado sólo a la primera fila de chalés (la que da a la calle de San Juan Baustista). Una leve brisa que corría a favor de la línea de ascenso del fuego remató todos los ingredientes que empeoraron la extinción del incendio.
Petición de refuerzos
La primera dotación que llegó del parque de Las Rozas alertó de la gravedad del incendio a la central. Por eso se pidieron refuerzos a los parque de Villaviciosa de Odón, Leganés, Madrid y Collado Villalba. Los efectivos se preocuparon en primer lugar de comprobar si quedaba alguna persona en el interior. Enseguida se dieron cuenta de que el fuego "corría mucho en cuanto entraba en contacto con la madera", según señaló Villarroel. "Esto nos hace pensar que estaba recubierta con barniz o con alguna protección que facilitaba la combustión", concretó el jefe de los bomberos. Las altas temperaturas (de centenares de grados de calor) también dificultaron que los bomberos pudieran acceder fácilmente a su interior.
"Otro problema que sufrimos es que los chalés, al tener tres alturas, ardían en todos los niveles. Los bomberos afrontaron un gran riesgo, porque la estructura de madera podía hundirse en cualquier momento", comenta Villarroel. Por eso, un bombero tenía que ocuparse de estar mirando a los techos para avisar a sus compañeros en cuanto existiera el menor riesgo para sus vidas.
Los bomberos intentaron hasta el último minuto salvar los chalés de cabecera de la urbanización. Éstos son los que se encuentran más cerca de la vía del ferrocarril. Sin embargo, las llamas alcanzaron hasta 15 metros de altura y no pudieron ser controladas en ningún momento. El riesgo que también existía era que llegaran a otros edificios colindantes a la urbanización. Uno de ellos se encuentra a unos 20 metros de los últimos chalés incendiados.
Con la moral por los suelos
El desánimo era patente en los bombaeros del parque de Las Rozas. Los vecinos de la urbanización Triángulo les acusan de haber actuado "de forma negligente". Ellos, por contra, aseguran que se jugaron la vida y que intentaron controlar un incendio cuyas llamas superaron los 15 metros de altura.El jefe de los bomberos, Luis Villarroel, salió ayer en defensa de sus subordinados: "Es injusto que se denigre a un cuerpo que está al servicio de los ciudadanos. Muchos se jugaron la vida, porque en cualquier momento se podían haber venido abajo los techos. Son personas que dieron todo lo que podían y acabaron extenuados". "No queremos una palmadita en la espalda, porque es nuestro trabajo, pero que tampoco se nos acuse de cosas que son inciertas", agregó Villarroel.
Según el consejero de Medio Ambiente, Pedro Calvo Poch, la actuación de los bomberos "fue más allá de lo que humanamente hubiera sido exigible".
Calvo explicó que los efectivos contraincendios intentaron construir un cortafuegos, pero, debido a la composición de la urbanización, en línea y en paralelo, resultó una tarea "muy complicada" y, además, añadió que "no fue una combustión normal, sino explosiva".
Un amasijo de vigas, cenizas y muchos recuerdos perdidos
Una decena de curiosos contemplaban ayer, detrás de las líneas de seguridad y bajo la sombra de un tupido árbol, cómo varias familias rebuscaban entre el amasijo de hierros y maderas quemados en los que quedaron convertidos los 16 chalés de la urbanización Triángulo, en la calle de San Juan Bautista, de Las Rozas. Los dueños no buscaban objetos de valor que se hubieran perdido por la vorágine acción de las llamas; tan sólo querían recuperar los pequeños recuerdos que no pudieron sacar antes de que se vinieran abajo sus casas. Dos o tres bolsas por familia era el máximo tesoro que pudieron recuperar. Libros calcinados y algún objeto metálico tiznado llenaban las bolsas. Una familia removía con pico y pala todas las cenizas de lo que hasta el viernes fue la cocina de su casa. Habían llegado hasta la zona donde estaba su chalé tras pasar muy despacio por una torre de cascotes. El calor en la zona era sofocante. A la treintena de grados que registró ayer la zona se unían todas las calorías acumuladas por las llamas. En algunos puntos se podía ver cómo continuaban saliendo pequeñas humaradas. En medio se veían calderas, trozos de electrodomésticos y fragmentos de cristales estallados por el calor del fuego. Los afectados salían visiblemente emocionados y preferían no hablar con nadie.
La parte baja de los chalés ofrecía el mismo aspecto desolador. Dos vehículos de gran cilindrada, un Audi y un BMW, sujetaban parte de la piscina. Se habían quedado encajados entre los cascotes. La piscina estaba llena de vigas y escombros.
El operario del soplete
La Brigada de Policía Judicial de la Guardia Civil continuó ayer con las investigaciones para conocer el origen exacto y las causas de la rápida propagación del incendio. Ayer se efectuó la reconstrucción de los hechos y se comprobó que el incendio partió de un sólo foco, según una portavoz del instituto armado. Las pesquisas seguirán durante toda la semana y se espera que estén concluidas en unos 15 días.
Hoy está previsto que testifique, en el cuartel de Las Rozas, José Luis M. T., el operario que estaba manejando un soplete en el tejado de uno de los chalés cuando se originó el incendio. Los investigadores tratan de comprobar si el soplete con el que pegaba una tela asfáltica fue el origen del siniestro. Miguel M.T., hermano del citado operario, se negó a hablar EL PAÍS indicando que así se lo había aconsejado su abogada.
Los peritos de las compañías aseguradoras ya pudieron entrar el mismo viernes, según un portavoz de la Comunidad de Madrid, y tomaron fotos del estado en que quedó el complejo. Tres dotaciones de bomberos permanecieron hasta las 8.15 de ayer removiendo las cenizas y apagando los rescoldos para evitar que se reavivaran de nuevo las llamas.
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