El Espanyol se corona en Mestalla
El equipo blanquiazul acaba con una travesía de 60 años y logra la tercera Copa en su historia al derrotar al Atlético
La final de Copa del Rey rindió tributo a un club viejo que está de celebraciones. En el año de su centenario, el Espanyol ganó su primer título copero desde aquel que logró en 1940. Larga travesía para un club que vivirá este triunfo con la felicidad de los que saben lo que cuesta ganar en el fútbol. En Mestalla se impuso al Atlético, condenado a peores miserias. Y de ello puede hablar su portero mejor que nadie. Su desastroso error en el primer gol del Espanyol pesó irremediablemente sobre el equipo rojiblanco durante todo el encuentro.Ningún partido despliega en España una coreografía tan abigarrada como la final de Copa, por un momento capaz de sacar de su pesadumbre a la hinchada del Atlético. Su aliento ha tenido esta temporada algo de homérico, por épico y por su resistencia a aceptar un año trágico.
ESPANYOL 2- ATLÉTICO 1
Espanyol: Cavallero; Cristóbal, Pochettino, Nando, Roger; Toni Velamazán, Sergio, Galca, Arteaga; Martín Posse (Rotchen, m.78) y Tamudo (Serrano, m.71).Atlético: Toni; Aguilera (Solari, m.77), Gaspar, Gamarra (Luque, m.50), Santi, Capdevila; Baraja, Hugo Leal; Valerón; Hasselbaink y Kiko. Goles: 1-0. M. 2 Toni bota la pelota sin darse cuenta de la presencia de Tamudo, que mete la cabeza, controla el cuero, sortea al meta y marca. 2-0. M. 85. Error de Leal que aprovecha Sergio, que remata desde la media luna. 2-1. M. 90: Hasselbaink empalma un rechace desde fuera del área. Árbitro: López Nieto, andaluz. Mostró la tarjeta amarilla a Hasselbaink, Gaspar, Baraja y Arteaga. Expulsó por doble amonestación a Nando (m.78) y a Santi con roja directa (m. 85). Lleno en Mestalla.
Hasta en Mestalla se rebelaron contra el desconsuelo de un gol que quedará como un momento cumbre en la historia de la Copa. Toni, uno de los futbolistas que representan perfectamente la inestabilidad que ha atravesado el Atlético, cometió un error grandioso en el arranque del partido. Recogió la pelota en el área y la botó, sin percibirse de la presencia por detrás de Tamudo, el típico chico listo que ha progresado en el fútbol por pícaro. Tamudo intuyó con rapidez el error del portero, como si lo esperase. Botó el balón sobre el césped y cuando Toni se disponía a recogerla otra vez, no había ni pelota ni nada: Tamudo se la había llevado con la cabecita y estaba frente a la portería. Un gol con ciertos antecedentes históricos porque los aficionados del Atlético siempre habían celebrado uno parecido de Leivinha a Iríbar en los años setenta. Aquel tanto afectó tanto el portero del Athletic que probablemente precipitó su declive. No se sabe el efecto que provocará en Toni, pero sí el alcance que tendrá sobre la historia del Espanyol, que ganó su primer título en 60 años.
El Espanyol dedicó todo el partido a administrar la ventaja y a poner a prueba el sistema nervioso del Atlético, cuyo plan se vino abajo con el tanto de Tamudo.
Desde ese instante, el Espa-nyol se armó para contener a un rival hipertenso que sólo encontró alguna luz en Valerón, el hombre del partido. Jugó con propiedad y coraje, en el sentido más futbolístico de la palabra: pidió el balón desesperadamente y lo distribuyó con un criterio cartesiano. No encontró, sin embargo, mucha ayuda en Baraja y Hugo Leal. En cuanto a Kiko, dejó aquí y allá huellas de su ingenio, pero su estado físico no le permitió desbordar ni escaparse de sus marcadores.
Como el partido quedó marcado por el sorprendente gol de Tamudo, el Espanyol decidió sostener el resultado con un sistema que apenas flaqueó.
El error del Espanyol fue someterse a un estricto ejercicio defensivo durante demasiado tiempo, sin amenazar seriamente a la inestable defensa del Atlético, cuya suma de centrales fue directamente proporcional a su ineficacia.
Gaspar y Gamarra anduvieron con titubeos toda la noche, por no hablar de Santi, atacado de los nervios desde hace demasiado tiempo. Cuando aún había tiempo para empatar el partido, y el Espanyol estaba con diez en el campo por la expulsión (doble tarjeta amarilla) de Nando, Santi se hizo expulsar en una acción absurda que mereció el reproche general de la hinchada rojiblanca y de sus compañeros. Allí terminó de ganar la final el Espanyol, cuyos centrales -especialmente Po-chettino- tuvieron una actuación ejemplar, lo mismo que Cristóbal -un jugador con mayores méritos de los que se le han dado en el fútbol espa-ñol- y Cavallero, decisivo en tres remates que interceptó con sencillez.
Si el Espanyol apenas comprometió a Toni, el Atlético no encontró los caminos correctos. Por los lados, fracasó Capdevila, y Aguilera no se empleó con la pujanza de costumbre. En el medio, Sergio y Galca controlaron a Baraja y Hugo Leal. Sólo se encontraron con el problema que representó Valerón, pero la escasa presencia del Atlético por los costados les arregló las cosas. El partido iba para el 1-0, pero la expulsión de Santi desestabilizó a su equipo. El Espanyol lo aprovechó a conciencia, con un tiro largo de Sergio que superó a Toni. En el fondo blanquiazul, la hinchada se miraba estupefacta. Después de tanto tiempo, de largas décadas sin un título, siempre a la sombra del poderoso Barcelona, el Espanyol tenía la Copa. El gol de Ha-sselbaink sólo tuvo un carácter testimonial. Por lo que sea, el Atlético estaba llamado a perder hasta el último partido de una temporada trágica.
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