_
_
_
_

Una exposición en Casavells muestra el arte chino semiclandestino

Una gran fotografía de Zhang Dali montada sobre tela permite observar los tejados de la Ciudad Santa, un lugar vedado a las imágenes por orden de las autoridades chinas, a través de un gran agujero en forma de rostro humano practicado sobre un muro ruinoso. Dali pagó el atrevimiento de su montaje con unos meses entre rejas. Esta obra forma parte del centenar de trabajos, entre fotografías, collages, pinturas al óleo y litografías, que componen la exposición Transparence, opacité?, que puede verse hasta el mes de junio en la Fundación Niebla, del centro cultural de Casavells (Baix Empordà).La exposición, de un indudable interés y originalidad, pudo recalar en Casavells gracias a las gestiones de la actual directora de exposiciones, la crítica e historiadora del arte Maria Lluïsa Borràs, que convenció a la filósofa Marie-José Mondzain, comisaria de la exposición, para que las obras de los 14 artistas chinos seleccionados hicieran escala en Cataluña antes de la inauguración, que se celebrará en París el próximo mes de octubre.

La mayoría de los artistas seleccionados están al margen de los circuitos artísticos oficiales y muchos de ellos crean sus obras en la semiclandestinidad o el anonimato. Son los exponentes de un país que empieza a abrirse a nuevos vientos pero que tiene a sus espaldas una densa tradición cultural que unas veces actúa como estímulo y otras como lastre.

La Luna y el dedo

La exhibición se escapa también de las colectivas al uso por la condición de historiadora del pensamiento chino que tiene su comisaria. Marie-José Mondzain explica sus intenciones en el prólogo del excelente catálogo, editado en francés, que acompaña la exposición utilizando un falso proverbio chino según el cual cuando alguien muestra la Luna a un idiota, éste sólo se fija en el dedo. Mondzain le da la vuelta al proverbio y asegura: "Cuando un chino dibuja la Luna es porque quiere invitarnos a buscar el dedo". La intención de la exposición colectiva pasa por una invitación parecida: a partir de las obras expuestas, el visitante occidental puede reflexionar sobre lo que la filósofa francesa considera "un estado de visibilidad y de lectura de las imágenes radicalmente diferente del nuestro". Este ejercicio puede completarse con las escuetas autobiografías artísticas que los creadores, nacidos entre 1943 y 1967, ofrecen en el apéndice final del catálogo. Muchos de ellos son originarios de la provincia de Yunnan.

Las obras expuestas obedecen a estilos e intenciones muy diferentes, pero conservan unas influencias que las alejan de las creaciones de sus colegas contemporáneos occidentales. Algunas de ellas remiten a la Revolución Cultural, al comunismo, a la preponderancia del estamento militar en la vida china y también a las filosofías budistas o taoístas. Las abigarradas y divertidas litografías de Li Fan reflejan la influencia del cómic; otras obras lanzan una mirada al pasado del arte de la escritura, como las serigrafías de Hong Hao.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_