Carrer de l'amargura
Las razones pararon ante Roma al chulo Atila; quería saquear aquel emporio de cultura eterna y el titular de la cátedra de Pedro y custodio de la urbe áurea, hombre de letras y elegante escritor de tratados, convenció al bárbaro del respeto que merecen siempre los bienes del patrimonio espiritual. No creo que el magnífico rector Ruiz, honra de la corporación, que, con tanta dignidad, representa, gracias a la democrática elección, y la cátedra que por limpia oposición, méritos y trabajos cultiva -lo veo dotado para la ciencia histórica, para la alta y sabia política que implica el buen gobierno del alma mater y no para la electorera insidia picaresca-, consiga persuadir a los temerarios procónsules nada ilustrados, no volen raons, usen la força, que quieren invadir la universidad (también en abril, pero del 39: la ocupación fascista con su purificación carasolada, regalos patrióticos de títulos y la depuración -y alguna muerte- de demócratas), despreciando los usos democráticos. Es una vergüenza que en la Europa del 2000 los intolerantes poderosos tan nada liberales atropellen los más elevados centros culturales. Atila, humillándose ante la fuerza de la razón, demostró que no era tan vanidoso y salvaje como el flagelo persistente contra la cultura o la sectaria cacería a los diarios Levante e Información, sino persona de trellat, que ayudó a León I a ganar la silla celestial de la sanidad y el título terrenal de doctor y magno. Basta ya, también, de llevar al País, con la cruz acuestas, por la calle de la Amargura, el cuarto Dolor que hoy -fiesta de san Estanislao, asesinado en su catedral (1079) por el hinchado soberbio Poleslao II por afearle sus violaciones- se celebra: amb la creu a les espatles, anant pel mont Calvari, per vostres pecats i agravis.