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En el cuello de la botella

Miquel Alberola

MIQUEL ALBEROLA

¿Hay vida más allá de la porra de Blasco? Es lo que se han estado preguntando durante un par de madrugadas, dando vueltas en la cama, algunos de los que más damnificados resultan en el análisis electoral del consejero de Empleo, Rafael Blasco, publicado el martes en estas mismas páginas. El pasado 13 de junio este profeta demoscópico clavó el pronóstico sobre las elecciones autonómicas, por lo que se ha convertido en uno de los oráculos más fiables del firmamento local. Blasco alivió a Eduardo Zaplana y despejó por fin la duda de Unión Valenciana, que se queda fuera del Congreso, aunque todo indica que con más votos que el Bloc, para acelerar su proceso de descomposición. Pero como siempre ocurre en la recta final de la campaña, el optimismo forja un cuello de botella en el interior del cerebro y la falta de flujo queda compensada por un pánico muy frío. Les corre a todos por la espalda. Quizá por eso Zaplana ha movilizado a la viuda de Vicente González Lizondo y la pasea por algunas emisoras de Valencia para que deje muy clarito que "el valencianismo auténtico está en el PP" y no en el partido en el que su marido fue logotipo. O el apocalipsis, según Francisco Camps, quien ha vaticinado que el día 12 "está en juego la personalidad de los valencianos". O que Federico Trillo, "como buen cristiano", fuese el miércoles a que el cura le pusiese la cruz de ceniza en la frente, quién sabe si para afianzar la fe y amarrar los pronósticos bajo la promesa de zambullirse en el río Segura en plan Fraga si fuese preciso. O Esteban González, que pidió para el PP el voto de quienes votaron a José Borrell para ayudar a la renovación del PSOE. Este mismo vértigo sintió ayer Ciprià Ciscar, quien exhortó a lanzarse a la calle y a no regalar ningún voto a trabajadores, sindicalistas y a quien quisiera oírle: "Nadie puede ser indiferente", que es la simetría socialcomunista del "No se puede ser neutral" de Blasco a la patronal. Se comió ayer las pocas uñas que le quedaban y clamó ante los desiertos desde los micrófonos de la SER para que la gente acuda de forma masiva a las urnas y "la democracia no sea secuestrada por los monopolios". El PP reza por una participación del 70% para rozar la mayoría absoluta, mientras que el PSOE necesita que sea del 76% para complicarle las cosas a José María Aznar y dilucidar si hay vida más allá de la porra de Blasco. En esto sueñan en noches como ésta, atascados en el cuello de la botella.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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