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Ganar por goleada en las urnas

Carmen Morán Breña

Los más viejos del lugar todavía recuerdan las bodegas que hubo en tiempos en La Palma del Condado. Este pueblo onubense y su comarca tuvieron la gloria envasada en barricas. "Entonces sí había muchos ricos, ahora no". La década de los sesenta se rindió al encanto rubio de la cerveza y el consumo del vino cayó en picado. En la Palma sólo quedan tres bodegas, dos de ellas de fuerte implantación en el mercado. El resto de los vecinos se dedican al campo, unos propietarios y otros jornaleros. El resto se ocupa en el sector servicios. Pobres o ricos, bodegueros o peones, cuando se trata de votar, los palmerinos dan su apoyo al PP. Es el pueblo andaluz donde la formación conservadora atesora más apoyos. La izquierda sólo consiguió meter una cuña en dos elecciones municipales, cuando el PSOE se hizo con el Ayuntamiento. ¿Por qué votan en masa los vecinos al PP? Las opiniones se dividen en dos. Unos creen que el voto, como se transmite de padres a hijos aunque la herencia se pierda. Desde ese punto de vista, los palmerinos votarían una tendencia conservadora aunque ya no tengan mucho que conservar.

Otros piensan que la experiencia municipal es la referencia para decantarse por un partido u otro. En el Ayuntamiento de La Palma gobierna el PP en la persona de Juan Carlos Lagares. "El alcalde ha hecho muchas obras, un polideportivo, el pueblo está limpio, hay más trabajo". Así cuenta la feria una mujer del lugar que trabaja como limpiadora. Al otro lado de la plaza, una chica joven cuida a su bebé y se le enciende el pelo cuando habla de política: "Aquí lo que hay es mucho facha. En el pueblo había antes dinero pero ahora no hay nada. La gente se va a trabajar fuera, de jornaleros. Criticaban al alcalde socialista y ahora el PP ha subido la contribución y nadie dice nada". El quiosquero que tiene su puesto en la plaza, el más cercano a la iglesia, también cuenta con orgullo que el pueblo ha sido de siempre conservador. "Yo creo que es porque la política de la Junta no convence. A mí, por lo menos. Se gasta mucho en balde y otras comunidades están más avanzadas que nosotros".

La Ruta del Califato

El alcalde cree que la razón de que el pueblo sea el más grande granero con el que Teófila Martínez pueda contar descansa en las aguas de una gestión municipal eficaz que garantiza peonadas a los campesinos, "porque no sólo los adinerados votan al PP".

Pues no, ni tampoco todos los bodegueros, porque si el exquisito brandy Luis Felipe que se cría en las bodegas Rubio de La Palma es de un color verdoso, el vino Pedro Ximenez de la Campiña Sur cordobesa es rojo como los habitantes de Montemayor.

Este pueblo cordobés está en la Ruta del Califato y el mismo Julio Anguita fue maestro de muchos jóvenes de Montemayor que estudiaron en Córdoba. Marinaleda, el pueblo de José Manuel Sánchez Gordillo, sigue siendo el gran feudo de IU cuando se abren las urnas en Andalucía, pero a los vecinos de Montemayor tampoco se les olvida a la hora de votar la humildad de sus casas, ubicadas en la falda arrogante de un gran castillo, la mitad de los votantes son de IU. En el Ayuntamiento los sillones están más repartidos: hay un concejal del PP, cinco de IU y otros cinco del PSOE. Pero si todos los socialistas son como Mariano Moreno, el camarero de La Peña los Galgueros, no son más que "comunistas finos". Así le define un parroquiano del local entre las risas de todos.

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La cuesta que lleva al Ayuntamiento de Montemayor tiene una parada obligada en el camino para los comunistas: la sede del PCE, hoz y martillo en la puerta, póster del Che Guevara en el interior. Allí, Nicomedes Codo reflexiona sobre el origen de izquierda de este pueblo: "Aquí mataron a mucha gente, se arrastra el voto comunista desde entonces. Además somos gente de campo. A los socialistas se les votó en el 82, pero luego, nada".

De la sede comunista a la plaza está el mercado. De allí sale un cura de aspecto desaliñado y alzacuellos torcido; la sotana, descolorida por el sol, tiene un color amontillado, como el vino de la tierra, y del negro que fue no queda nada. Lleva un plato con comida. Pablo Moyano Llamas es el párroco de Montemayor: "Aquí se vive bien, el problema es el paro para los jóvenes, pero las tierras están muy repartidas. IU ha trabajado aquí más que nadie, ha movilizado mucho a la gente, pero hace seis años el alcalde era socialista".

- ¿Usted es de aquí?

- No, yo soy de Santaella [un pueblo de al lado] y allí sí han ganado los socialistas. Es un pecado no conocer Santaella.

El cura no se pronuncia sobre su voto, pero, a simple vista (olviden la sotana), no parece un párroco al uso. El alcalde de Montemayor, Antonio García, no acaba de decidirse sobre la tendencia política del cura: "Hombre, de izquierda, de izquierda... Yo sólo sé que a su padre lo mataron en la guerra porque era socialista".

A lo mejor es que el párroco es lo que algunos en el pueblo llaman un "comunista fino".

Desde el castillo de Montemayor se desparrama la vista por la campiña cordobesa. A un lado, Málaga, a otro Sevilla, Granada en el otro ángulo. El pueblo, blanco de cal, se ubica en un nudo privilegiado de comunicaciones. Allí se vive del campo, aunque la industria del mármol y dos empresas de la construcción están cambiando poco a poco el perfil laboral de las gentes. De la escuela taller municipal salieron dos empresas: una de carpintería y otra de empavonado de armas. En Córdoba hay censadas 40.000 escopetas que necesitan un tratamiento para pasar las épocas de veda sin que se piquen. La empresa de empavonado (no quedan muchas en Andalucía) iba muy bien, pero dos socios se fueron y ahora pasa momentos difíciles.

La construcción también está tirando de este pueblo de 3.900 habitantes con un paro registrado de 198 personas y una renta por habitante de entre 900.000 y un millón de pesetas.

Un origen remoto

El museo arqueológico "que ha montado el cura" da fe del origen remoto de este pueblo, que guarda hallazgos ibéricos, romanos, de cuando la ciudad se llamaba Ulía y César la liberó de un penoso asedio al que la sometía el ejército de Pompeyo. El actual asentamiento del pueblo es del siglo XIV, cuando Alfonso XI permitió a la población ubicarse en las faldas del castillo. Los duques de Frías han muerto y los sobrinos se encargarán del castillo. El alcalde no sabe quienes son ahora los propietarios, pero de buena gana se quedaría la fortaleza para el pueblo. Por ahora ya lo tienen pintado en el escudo de la villa.

A pocos kilómetros de Montemayor, pero cambiando de provincia está Cañada Rosal. Este pueblo sevillano de casi 3.000 habitantes también tiene un escudo, pero sin castillo, con tres rosas. El puño socialista se queda corto en este pueblo. De 11 concejales, 11 son del PSOE y el PP no pone el pie en el lugar.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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