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Tribuna
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Marcando el paso

Las palabras vuelven a estar marcadas, se cargan de antagonismo, se convierten en presagios macabros de lo peor. Hace días, cinco sin rostro con manos enguantadas comparecieron para señalar el camino que, invocando el nombre de ETA, se propugna y, al mismo tiempo, oficiar de amedrentadores y dar las voces de mando para que los demás se apliquen a marcar el paso. Sólo así podrán ser buenos nacionalistas, es decir, buenos vascos, y ganarse la indulgencia plenaria que les ahorrará servir de blanco para la goma-2 y las parabellum de 9 milímetros cuya entrada en actividad acaban de anunciar.El pasado 22 de enero por la noche, en el programa de debate Boulevard, de ETB, un buen amigo periodista tuvo ocasión de aclarar las diferencias. Como él decía, allí abajo, en Madrid, los constitucionalistas habían cumplido sus tareas poniendo a las Fuerzas Armadas a las órdenes del Gobierno elegido. Por eso los etarras que antes exigían negociar con los militares ahora quieren hacerlo con el Gobierno a los que los uniformados obedecen. Pero aquí arriba, continuaba mi colega, esta tarea elemental sigue pendiente y el mundo nacionalista ha retrocedido hasta quedar a las órdenes de los armados que se ejercitan con sonoras voces de mando y señalan cómo los demás han de marcar el paso.

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Xavier Arzalluz, el presidente del Partido Nacionalista Vasco, nos había explicado cuando lo de Estella y todo lo demás que pretendía bajar del monte a los de Herri Batasuna. Pero, calzadas las botas y una vez arriba, la contemplación de tan sublime panorama le ha debido de llevar al éxtasis de la transfiguración, de ahí que se haya propuesto hacer tres tiendas: una para él, otra para Moisés Antza y otra para Elías Otegi o sus equivalentes. Y, mientras, entre tanta polvareda, perdimos a don Beltrán Ibarretxe. Así hemos vuelto a la penosa comprobación de lo sabido: que los titulares de los poderes pueden ser un valor añadido o un valor sustraído a las instituciones o a los países que encabezan.

Así, por ejemplo, el Reino Unido pesa más con el primer ministro Toñín Blair que con su antecesor John Major, Austria se vio muy perjudicada cuando Kurt Waldheim fue elegido presidente de la República y resulta indudable que la presidencia del Gobierno vasco significaba mucho más con José Antonio Ardanza que con su actual sucesor, Juan José Ibarretxe. El primero fue capaz de articular la Mesa de Ajuria Enea, a la que tuvieron asiento cuántos habían renunciado a obtener ventajas de las armas y de los explosivos. El segundo viene comportándose como un lehendakari hemipléjico que sólo sintoniza con aquellos cuyos referentes electorales son los coligados en Estella y se desentiende de la suerte de la otra mitad de los electores vascos. Para cubrirse Ibarretxe lanza la tinta de calamar de las encuestas con respuesta pagada, pero frente a sus endebles resultados se impone invocar a Heisenberg, según el cual "no conocemos la realidad, sino la realidad sometida a nuestro modo de interrogarla".

Llevamos más de veinte años intentando evitar la escisión del País Vasco en dos comunidades, pero la actitud de algunos puede acabar construyendo esa nueva realidad, y si así fuera se impondría hacer ese reconocimiento. El maestro Ortega puede que estuviera en el erial, pero dio pruebas excelsas de lucidez cuando dijo que "toda realidad que se ignora prepara su venganza". En su Diccionario razonado de vicios, pecados y enfermedades morales, que acaba de publicar Alianza Editorial, José Vigil Rubio habla de la "evidente incomunicabilidad entre ciertos paradigmas morales o ideológicos, es decir, de la derrotada universalidad de la razón, y señala que la contemplación de hechos como la cabalgata orangista y sus integrantes, de un cónclave de testigos de Jehová o de un manifiesto abertzale revelan a las claras que no es necesario hacer etnoturismo en Camboya o Afganistán para certificar, a dos siglos vista, la real derrota del programa ilustrado: los jemeres, los talibán, están entre nosotros". Y de preservar la Constitución como sistema de convivencia y garantía de libertades ciudadanas nadie va a encargarse si nosotros desertamos como menores de edad.

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