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La 'cumbre alternativa' de Seattle

Los críticos de la OMC protestan contra el "imperialismo moral" de Occidente

La cumbre alternativa de la Organización Mundial de Comercio, que comienza el próximo martes en la ciudad estadounidense de Seattle, la que pretende destapar la cara fea de la liberalización mundial del comercio, denuncia el secretismo con que opera la OMC, la explotación de la mano de obra barata y el medio ambiente, y la intromisión en los derechos soberanos, en aras a una mayor reducción de las barreras en beneficio de los ricos y a costa de los pobres. Protesta también contra el "imperialismo moral" del sistema de sanciones que Occidente pretende imponer en el resto del planeta. Y pide tribuna en las deliberaciones, transparencia del proceso, cláusulas de protección laboral y medioambiental, y que las normas de juego que se pacten en Seattle tengan en cuenta los intereses que afecten a terceros, desde los productos transgénicos hasta los aranceles de pesca.Como no tienen voz en las sesiones oficiales a puerta cerrada en el Centro de Convenciones, a las que asistirán cerca de 5.000 delegados de 135 países, han empezado a tomar la calle a modo de precalentamiento para la masiva marcha de protesta prevista para arrancar desde el Memorial Stadium al mismo tiempo que el presidente Bill Clinton inaugure el martes la ambiciosamente llamada Ronda del Milenio. Si la victoria sobre los argumentos se lograra aritméticamente, los "disidentes" ya la tendrían ganada, porque, según el Ayuntamiento, se espera que lleguen 50.000.

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Miedo a un bioatentado

Seattle lleva ya semanas preparándose para el asalto y, de momento, ya ha cerrado las calles del downtown, el centro de la ciudad. Aunque los convocantes han anunciado que será una movilización de resistencia pacífica, la posibilidad de que se produzcan enfrentamientos violentos sumada al temor a un atentado bioterrorista ha provocado un masivo despliegue de seguridad. Junto a las fuerzas locales habrá más de 400 agentes federales con equipos especiales para atender, si las hubiera, a víctimas de un ataque con armas químicas. El costo de la seguridad supera los siete millones de dólares (más de 1.000 millones de pesetas). Otros preparativos no tienen que ver con la seguridad, sino con el guardarropa: el subsecretario de comercio norteamericano, David Aaron, ha confesado que él y sus funcionarios se están comprando trajes baratos por si les tiran tomates.Ralph Nader, el defensor de derechos más conocido de Estados Unidos, que será uno de los que lidere la protesta del 30 de noviembre, ha presentado el informe más completo y más crítico de la OMC. En él la caracteriza como la gran barrera para el desarrollo equitativo de las naciones, que ha usurpado los derechos soberanos para determinar leyes medioambientales, laborales y sanitarias, y también la libertad de seleccionar productos o socios comerciales. "La OMC es un golpe de Estado a paso lento contra la gobernabilidad democrática en todo el mundo", afirmaba Nader durante una entrevista la semana pasada.

Comercio "sí", pero justo en vez de libre y a ultranza; y "no" a la globalización corporativa. Es en síntesis lo que pregonan los activistas presentes en Seattle, autodenominados "Fair Traders", que de acuerdo al presidente del Economic Policy Institute, Jeff Faux, se dividen en tres grupos: nacionalistas, que quieren proteger los trabajos y las leyes nacionales; "aldeanos globales", que quieren proteger las economías y medioambientes indígenas; y New Dealers (Nuevos Negociadores), que quieren abolir la explotación laboral de menores y fomentar el sindicalismo mundial.

Frente al bloque de los Fair Traders, compuesto por 1.200 grupos distintos de todas partes del mundo, está el de los Free Traders. Éstos, subidos en el tren del desarrollo económico, invocan la bonanza comercial y la creación de empleo que ha producido el levantamiento de barreras, promovido desde hace cinco años a través de la OMC y de su predecesor el GATT. Prueba de ello, dicen, es el crecimiento en un 37% del comercio en el último lustro, que el año pasado se tradujo en 6.500 millones de dólares (más de un billón de pesetas) y 1,5 millones de nuevos empleos a nivel mundial.

Irónicamente, el presidente norteamericano respalda parte de la plataforma de los protestantes. Y, aunque sea por complacencias de política doméstica, tal y como asestan sus críticos, lo cierto es que Clinton hizo el guiño de solidaridad a los activistas antes de verse necesitado de menos polémica, tras el despecho que recibió esta semana de los líderes de la Unión Europea que no irán a Seattle. "La OMC ha sido mucho tiempo como una hermandad privada de expertos que sabemos lo que está bien y a los demás les damos palmaditas en la espalda y les decimos que sean buenos y obedezcan nuestras normas", dijo Clinton al anunciar que EE UU presionará por incluir a las ONG y otros grupos en futuras rondas de la OMC.

El mandatario norteamericano también aboga porque se haga un estudio sobre el impacto del libre comercio en los derechos de los trabajadores y se les proteja. Pero a ese plan, copatrocinado con la Unión Europea, se oponen vehementemente los países con salarios bajos, como los asiáticos y latinoamericanos, que ven en la concesión de derechos laborales una táctica para erosionar las ventajas de sus sistemas. Aunque lo que verdaderamente temen son las sanciones por violación de los derechos humanos.

La dama de hierro que representará a EE UU en las negociaciones, Charlene Barshefsky, planteará la gestión abierta de la OMC, tanto en el proceso de deliberaciones como en el de sanciones, aunque esa propuesta igualmente ha recibido de antemano la negativa de un gran número de Gobiernos que, según Barshefsky, no están acostumbrados a operar bajo la lupa de los ciudadanos.

El caballo de batalla

Pero el caballo de batalla de Seattle será la agricultura y los servicios. EE UU, apoyado por los 16 países del grupo de Cairns, se opone a los subsidios agrarios de la Unión Europea y de Japón por considerarlos proteccionistas; y la UE y los nipones se niegan a rebajarlos y quieren desviar el centro de atención de la conferencia a otras áreas comerciales. Otro grave contencioso que enfrenta a Europa y EE UU es el comercio electrónico. Mientras Bruselas quiere clasificar el comercio de productos a través de Internet como "servicios", Washington prefiere no clasificarlos o, a lo sumo, etiquetarlos como "mercancías virtuales".Esta anunciada colisión de gigantes es sólo uno de los explosivos, aunque, eso sí, el principal, del campo minado que hay bajo el tapete de asuntos a tratar. Es un campo que enfrenta a ricos y pobres y a diversos vecinos. Como la OMC sólo opera por consenso absoluto y un voto puede torpedear un acuerdo, los augurios de fracaso, admitidos por el propio director de la OMC, Mike Moore, no parecen exageraciones, sino más bien la pura verdad. De lo contrario, si se superan los obstáculos, más que Cumbre del Milenio pasaría a la historia como la Cumbre del Milagro.

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