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El Papa recuerda en Georgia la contribución a la convivencia que supuso la caída del muro

Antes de aterrizar en Tbilisi, capital de Georgia, adonde llegó en la mañana de ayer procedente de Nueva Delhi, el papa Juan Pablo II quiso dejar constancia de su reconocimiento a un suceso del que hoy se cumplen 10 años: la caída del muro de Berlín. Un hecho que, dijo Wojtyla en un mensaje leído a los periodistas que le acompañamos en el avión papal, ha contribuido "a tender puentes entre pueblos, naciones, religiones y culturas". Juan Pablo II recibió en Georgia una acogida más calurosa de la que le dispensó India, sobre todo por parte del Gobierno.

Al llegar a Georgia, antigua república de la Unión Soviética, le esperaba un viejo conocido, el presidente Edvard Shevardnadze, estrecho colaborador de Mijaíl Gorbachov en la fallida experiencia de la perestroika, y el líder de la Iglesia ortodoxa del país, el patriarca Ilia II.Juan Pablo II, de 79 años, presentaba ayer un aspecto preocupante cuando bajó de la escalerilla del avión indio que le trasladó de Nueva Delhi a Tbilisi. Encorvado, vacilante, parecía estar al límite de sus fuerzas. Sin embargo, fue capaz de pronunciar su discurso de saludo al país en georgiano, una lengua endiabladamente complicada, pese a que estaba ya lista una copia en inglés. El Papa volvió a referirse al aniversario de la caída del muro, acontecimiento en el que, dijo, el presidente Shevardnadze desempeñó un "papel sustancial".

Wojtyla aludió al pasado reciente del país, felicitándose por el "paso adelante" dado por Georgia al conseguir la independencia en 1991, y citó de pasada la guerra de Chechenia, que se desarrolla a poco más de un centenar de kilómetros de la frontera de Georgia. El Pontífice se limitó a señalarle al presidente georgiano que la tarea que tiene por delante es "consolidar la paz en esta región, promover la armonía y la cooperación, y garantizar que la libertad conduzca a un nuevo florecimiento cultural, sacando fuerzas de vuestro pasado cristiano".

Por la tarde, Juan Pablo II se entrevistó con el patriarca IliaII en su residencia oficial y con los 26 miembros del sínodo que forman la cúpula de esta Iglesia autónoma, que se separó de la de Roma en el siglo XI. El Papa esperaba mucho de esta reunión, pero la intervención del Catholicos de Georgia fue un auténtico jarro de agua fría. Ilia II pronunció un discurso de carácter exclusivamente político, tratando al Papa como jefe de Estado y limitándose a reclamar del jefe de la Iglesia católica ayuda económica para el país. La única mención del patriarca georgiano a la colaboración con el Pontífice se limitó también al terreno de las relaciones entre Estados. Ambos líderes religiosos firmaron un documento conjunto en el se formula un llamamiento en favor de la paz en el Cáucaso.

Con esta primera visita a la república ex soviética, el Papa esperaba acortar distancias no sólo con la Iglesia georgiana, de reducidas dimensiones, sino con la principal Iglesia ortodoxa del mundo, la rusa, dirigida por el patriarca Alexis II, hasta ahora el que más fríamente ha reaccionado a las invitaciones a la unidad hechas por Wojtyla.

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