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Los perdedores cierran filas para evitar la fractura del partido

Juan Jesús Aznárez

La temida fractura del Partido Revolucionario Institucional (PRI) no se produjo, y es improbable que vaya a registrarse, ya que el principal perdedor de la contienda, Roberto Madrazo, el precandidato que en campaña había arremetido contra las políticas y vicios del sistema al que sirvió durante toda su carrera política, prometió permanecer en las filas oficiales y luchar desde dentro "por su democratización". Colaboradores del tabasqueño, algunos con lágrimas en los ojos, revelaron que aquél se molestó por la rapidez con que se anunció la victoria de Labastida.El triunfador tendió ayer una mano al rebelde, con quien tenía previsto reunirse. "No me siento ofendido ni agraviado", dijo Francisco Labastida. Se manifestó dispuesto a olvidar los ataques del ex gobernador de Tabasco, que lo llamó mentiroso y fracasado a lo largo de toda la campaña. "Si yo reacciono con el hígado [contra Madrazo], voy a reaccionar con emociones, y eso no le ha dado buen resultado al país", dijo.

Nadie se queda fuera

Ni el PRI ni el triunfador de las primarias pueden permitirse el lujo de dejarse llevar por la bilis. Aunque Madrazo únicamente consiguió 19 distritos, sumó 2.168.580 votos, con el 82,9% de los sufragios escrutado. Las elecciones presidenciales del 2000 se decidirán por votos no por distritos, y esos dos millones pueden ser decisivos. Una parte de los priístas que votaron por el ex gobernador en las primarias, teme el oficialismo, puede cambiar de bando si recibe instrucciones en ese sentido de un Madrazo rencoroso, disidente o tránsfuga.Ese abandono no ocurrió porque las presiones sobre el de Tabasco, más con la zanahoria que con el palo, parecen haber surtido efecto, y fuera del partido del Gobierno hace mucho frío. Manuel Bartlett, que recibió una llamada de Zedillo durante la jornada electoral, y Humberto Roque tardaron en reconocer los resultados, más por pose que por la existencia de dudas sobre su derrota, pero finalmente los aceptaron sin mayores problemas.

Roque asumió la lógica de que el candidato oficial reciba el apoyo del oficialismo. "Me queda claro que independientemente de que no aprecio irregularidades mayores, sí existió ese peso [del partido] a favor de Labastida, lo cual no es de ninguna manera irregular, pero sí una caracterización del proceso".

"¿Se le cayó el sistema esta vez en su contra?", preguntó un periodista a Bartlett, en alusión al supuesto fraude que dirigió contra Cuauhtémoc Cárdenas en las elecciones de 1988, ganadas por Salinas de Gortari. Bartlett no respondió y dio la palabra a otro reportero. "No tengo ningún elemento. No voy a emitir ningún juicio", declaró cuando todos los elementos, el escrutinio oficial, refrendaban el triunfo de Labastida.

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