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Una lectura de José Luis López Bulla M. VÁZQUEZ MONTALBÁN

La primera vez que tuve un encuentro con López Bulla fue a raíz de la publicación de la revista Arreu, un quijotesco empeño de Angel Abad y un grupo de psuqueros para crear una revista en catalán, de izquierdas, en los primeros meses de la transición. Fue un intento escasamente comprendido, porque las izquierdas no entendían la prensa de tendencia, se sentían más seguras con la prensa militante y las derechas preferían un publicismo de izquierdas de hoja parroquial que un intento de conexión laica con la sociedad civil. Recuerdo que nos entrevistamos con López Bulla y Cipriano García a propósito de la información sindical. Teníamos frente a nosotros a los dos máximos representantes de Comisiones Obreras en Cataluña, convencidos del carácter sociopolítico del sindicalismo, e igualmente convencidos de que la reivindicación social en Cataluña debía estar intrínsecamente ligada a la reivindicación nacional. Los dos sumaban inmigraciones y años de cárcel. Eran dos estilos. Cipriano se llevaba la comida en la fiambrera en los primeros viajes que hizo en avión al extranjero porque pensaba que la comida en los aviones sale muy cara y murió pegando carteles. Cuando salió diputado en Madrid, la primera noche durmió en un banco porque no encontró pensión barata y no quería malgastar la dieta del partido en un hotel de más de dos estrellas. López Bulla era, es, una enciclopedia ambulante de ópera y un diccionario María Moliner viviente, como si estuviera encuadernado en piel humana, y ha sido uno de los protagonistas del papel plural, dúctil, integrador que Comisiones ha jugado en Cataluña, desde la clandestinidad al infinito. Recuerdo su indignación cuando, ya en marcha la transición, algunos hiperizquierdistas se iban a la puerta del Liceo a silbar figurones. No le indignaba la falta de respeto a los figurones, sino lo que pudiera haber de simplista, de implícita insensibilidad ante un ritual cultural.Dotado del don del lenguaje directo de un sindicalista contundente y de un escritor brillante, capaz de contar sus migraciones desde Granada al Maresme, en condiciones que hoy consideraríamos africanas, López Bulla dirigió Comisiones Obreras en Cataluña en su larga e intensa marcha de sindicato de combate clandestino, dependiente objetivamente de las posibilidades de acción del PSUC, a su situación actual de sindicato plenamente independiente y dialogante. López Bulla estuvo detrás de la política de coincidencias con UGT en Cataluña y España, posible en la medida en que los dos sindicatos se liberaran de la condición de correas de transmisión. Cuando era responsable de Comisiones vivió la crisis del PSUC desde los planteamientos más unitarios posibles, tratando de no dejarse llevar por extremos que se tocaban en su voluntad de romper aquel prodigio de equilibrios que era el PSUC recién salido de la

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