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El terremoto de México causa 28 muertos y deja aislados a numerosos pueblos del sur

Juan Jesús Aznárez

México y el futbolista brasileño Roberto Gama de Oliveira, Bebeto, recuperaron el aliento después de padecer el jueves un terremoto de dos minutos y 7,4 grados en la escala de Ritcher que causó menos daños de los previsibles en un movimiento cuya magnitud no encuentra precedentes en los últimos 14 años. El seísmo mató al menos a 28 personas e hirió de consideración a 50, dañó más de 4.000 construcciones, aterrorizó a millones de mexicanos y dejó incomunicadas a buen número de aldeas del Estado de Oaxaca, el más castigado.

El futbolista entrenaba en Ciudad de México cuando el césped comenzó a temblar. Pero tembló mucho más Bebeto. Desencajado, ajeno a quienes le pedían calma, corrió como nunca y abandonó el campo. "Es muy sensible, muy buena persona", justificaba su entrenador y compatriota Raúl Vieira.Las conmociones subterráneas más violentas golpearon áreas poco pobladas del sur y sureste nacional, y eso explica que sus consecuencias fueran relativamente leves. La capital mexicana y los 23 millones de almas que la habitan apenas han sufrido en sus viviendas, vías de circulación y tendidos aéreos, ya que el epicentro fue localizado frente a las costas de Guerrero y Oaxaca, a 500 kilómetros de distancia. Según la Comisión Federal de Electricidad (CFE), la red eléctrica nacional y plantas generadoras no presentan daño alguno. El terremoto del 19 de septiembre de 1985 alcanzó 8,1 grados y arrasó a su paso. Murieron casi 10.000 personas en Ciudad de México y la destrucción material fue enorme.

Las actividades de los Estados de Puebla, México, Guerrero, Hidalgo, Morelos, Veracruz, Michoacán, Campeche, Tabasco y Chiapas quedaron paralizadas el jueves. Los 120 segundos de temblores ocurridos a las 11.35 (6.35, hora peninsular española) resultaron interminables. El consiguiente susto y el miedo a las réplicas llevó a evacuaciones masivas y la interrupción de las clases en cientos de colegios. La situación era ayer de normalidad, excepto en los municipios entregados al desescombro y acondicionamiento de la infraestructura. El epicentro se situó a 15 kilómetros del balneario de Puerto Escondido, donde más del 45% de los edificios resultó dañado. Pueblos de Oaxaca aislados por los derrumbes en caminos y carreteras recuperan poco a poco las comunicaciones, aunque el acceso a algunos sólo puede hacerse en helicóptero.

Veintiseis de las 28 personas muertas eran vecinos de Oaxaca y perdieron la vida al abandonar intempestivamente sus domicilios por crisis nerviosas. Corrían a salvarse y fueron fulminados por cascotes de las marquesinas o fachadas resquebrajadas. Uno de los muros se derrumbó sobre un panel de abejas africanas (conocidas por su agresividad) que, enfurecidas, atacaron a un niño causándole la muerte instantánea.

El Estado de Oaxaca y la capital del mismo nombre, con 300.000 habitantes, encajó las mayores pérdidas. Las 20 manzanas más cercanas a su centro colonial sufrieron destrozos: 4.000 construcciones han resultado dañadas, entre ellas 400 casas y 100 comercios deberán ser derrumbados, reforzados o reconstruidos. La reacción de Bebeto en el campo de Neza fue la de los mexicanos que encomendaban su alma a la Virgen de Guadalupe. La aceleración de las sacudidas convirtió el estadio en un sambódromo. Preso del pánico, desencajado, Bebeto quedó paralizado. Sus compañeros de equipo, la mayoría locales y más acostumbrados, lograron calmarle al rato, pero el futbolista brasileño, sin volver todavía a la cordura, insistía obsesivamente en hablar con su familia.

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